Juliana anhelaba vivir el amor más grande de todos los tiempos. Valentina deseaba ser el amor más grande de todos los tiempos de alguien.
*** Esto es una adaptación todos los derechos reservados para su autora original ****
Leí la pequeña nota en mi mano y miré a Juliana de nuevo.
Unos estudiantes pasaron detrás de mí, hablando de cualquier cosa, sin importarme un comino Juliana y yo. La mujer sentada frente a mí me sonrió y asintió con la cabeza, dejando en claro que la nota era para mí.
Esa sonrisa hizo que todos mis sentimientos por Juliana salieran de detrás de la nube de incertidumbre que se había asentado en mi pecho y se apoderó de mí. De repente, los "por qué" que se apoderaron de mis sentimientos hace horas resurgieron, pero esta vez, había una respuesta común para todos ellos.
"¿Por qué me sentía así? ¿Por qué, a pesar de reconocer la validez de sus motivos, la forma en que me trató me molestó tanto? ¿Por qué estaba... triste?" Estaba triste porque Juliana se iría y no importaba la razón o cuánto tiempo, estaría lejos de ella y la simple idea de alejarme de ella, me partió por la mitad.
Suspiré, volviendo a mirar el papel y luego a Juliana, forcé una sonrisa que casi no salió y la miré.
-Está bien, profesora, lo entregaré. -respondí y forcé otra sonrisa.
-Gracias, Valentina. -escuché su respuesta antes de darme la vuelta para irme y la miré rápidamente, justo a tiempo para ver los ojos tristes de Juliana, antes de que apartara la mirada hacia Rand, que se acercaba a su mesa.
Salí de la habitación acompañada de mis dos amigos que estaban hablando de cualquier cosa, sosteniendo la nota de Juliana pidiéndome encontrarme con ella en Harvard Gardens, cerca de Memorial Church y con una tristeza en mi pecho que ahora tenía una razón muy clara: la partida de Juliana.
Las gotas de lluvia golpearon violentamente contra el cristal transparente de la enorme ventana frente a mí. A pesar del eficiente abrigo que cubría mi cuerpo, debido al tiempo que había estado allí, mi espalda ya sentía el frío de la pared detrás de mí. Los calcetines de mis pies tampoco hicieron su trabajo con tanta eficacia después de mucho tiempo en contacto con el concreto del parapeto en el que estaba sentada. Me moví discretamente, creyendo que la fricción de mi cuerpo contra la tela de la prenda y luego la pared detrás de mí y debajo de mis pies produciría algo de calor que me devolvería algo de comodidad. Sin embargo, como todo lo que me rodeaba ese día, la física no parecía querer colaborar conmigo. La taza de chocolate caliente que Jessica me había dado diez minutos antes ya estaba fría y no tenía otra cosa que darle un aire más melancólico a la escena que protagonizaba en ese momento.
-Qué época tan extraña para una lluvia tan fuerte. -observé en voz alta, mi rostro se volvió hacia la ventana, mirando las grandes gotas que corrían por el exterior del vidrio.
