Juliana anhelaba vivir el amor más grande de todos los tiempos. Valentina deseaba ser el amor más grande de todos los tiempos de alguien.
*** Esto es una adaptación todos los derechos reservados para su autora original ****
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*** Punto de vista de Valentina ***
-Pero, ¿qué es exactamente UIA? -preguntó mi madre, mientras colocaba la manta limpia y doblada encima de mi cama. -Si hubiera sabido que dormirías aquí en casa, habría enviado a Silvina a prepararte la habitación. -murmuró, antes de que respondiera.
-Union International de Arquitectos. -le expliqué las siglas a mi madre por cuarta vez. -Es un congreso internacional que reúne a arquitectos de todo el mundo y los arquitectos más importantes y distinguidos son llamados a hablar, dar conferencias, dar cursos. Iba a inscribirme, pero terminó en un santiamén y no pude hacerlo. -dije, mientras me quitaba los zapatos, sentándome en el borde de mi cama. -No te preocupes por la habitación, mamá.
-Hubiera tenido que cambiar la colcha, limpiar más...
-¡Madre! -dije moviendo mis zapatos debajo de la cama, volviéndome hacia ella, que estaba del otro lado. -De todo lo que dije, ¿solo prestaste atención a la parte en la que te hablé de la habitación? -pregunté, un poco indignada.
Mi madre solía escuchar solo lo que le convenía. Especialmente cuando el tema era sobre algo que no era de su agrado o interés. Que era exactamente lo que estaba pasando. El lado sobreprotector de mi madre solía ser casi enfermizo cuando se trataba de mí. Pero no era como si no confiara en mí. No confiaba en los demás, como solía decir.
-Está bien. -mi madre suspiró y dejó caer sus hombros, rindiéndose a mi insistencia en hablar del tema. -Explícame bien. -dijo pareciendo estar realmente atenta en ese momento.
- ¿En serio? -suspiré, negándome a creer que mi madre no hubiera escuchado nada de lo que yo había dicho, nuevamente.
-No, está bien, ya entendí que eso es un congreso de arquitectura. Tu profesora te invitó a ir porque va a dar conferencias en ese congreso...
- ¡Eso! -dije. -No puedo creer que me invitó. -dije, mostrando toda mi alegría dirigida a ese hecho.
Mi madre, por supuesto, entendió esa emoción como el resultado exclusivo del hecho de que fui invitada por mi increíble profesora, genia de la arquitectura y estratosféricamente reconocida en el mundo de la arquitectura y los negocios. Pero la verdad es que solo el diez por ciento de mí estaba feliz por esta razón. El noventa por ciento de mí estaba en una euforia incontrolable por haber sido invitada por la mujer que me helaba los poros, la que me hacía sentir y hacer cosas de las que nunca había hecho, que agitaba mis sentimientos, que me hacía temblar en su presencia... la mujer de la que estaba enamorada, para irme de viaje tres días a Nueva York.
-Debes estar realmente emocionada por ir. -observó mi madre, mientras cerraba las cortinas de las ventanas de mi dormitorio. -Esa sonrisa de felicidad no ha abandonado tu rostro desde la casa de los Christensen.
"Sé convincente." Me dije mentalmente.
- ¿Tienes idea de lo que es ser invitada por una arquitecta como la profesora Juliana Valdés personalmente para asistir a unos días de conferencia en la UIA? -le pregunté, agregando un tono de indignación a mi voz. -¡Es como ser invitada por Joe Biden a visitar la Casa Blanca!