Capítulo 14 (Final)

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Bueno, ¿qué más podía decir? Había regresado a su trabajo después de dos largas semanas de recuperación. Por supuesto que seguía terminando su carrera y trabajando largas horas, y participando en más equipos de los que debía, el caos de la vida continuaba, sin embargo, todo era mejor si contaba a su querido doctor.

Levi era un ángel, le permitió seguir durmiendo a su lado y aún la abrazaba cada noche. Se tomaba el tiempo de preparar comida para los dos e incluso ayudarla a estudiar cuando hacía falta. No estaba claro aún cuál era el nombre de su relación, pero si Levi le pedía casarse, no dudaría en correr al registro civil de inmediato.

En definitiva, era un ángel, y por desgracia uno muy sexi para su autocontrol.

Por supuesto que era todo en desafío reusarse a mirar ese precioso cuerpo de más, cada que salía de la ducha o las gotas de sudor resbalaban de su cuerpo al entrenar podía sentir las babas literalmente escapar de su boca. Tal vez era muy sucia su mente.

Incluso cuando compartían besos en cualquier parte, cada vez le costaba más encontrar una excusa decente para escapar. Lo deseaba con fuerza, eso es seguro, pero no deseaba precipitar las cosas de nuevo, el pelinegro le era muy precioso para arruinar las cosas nuevamente, no quería observar otra vez esa expresión en su rostro porque sentía que le lastimaba el corazón.

Pero entonces se cuestionaba en qué fase hormonal se encontraba su cuerpo como para reaccionar al más mínimo contacto cada noche, su pesada respiración, el olor de su ropa, sus cálidas manos en su piel, cualquier cosa podía ser un detonante para que el calor se extendiera en todo su ser, estaba loca

Justo como ahora, sentada sobre las piernas del mayor, recibiendo sus besos, sintiendo como la piel se le erizaba por los dedos que subían y bajaban en su espalda, no hallaba nada coherente que decir para detener esto, sus pezones empezaban estar erectos por el contacto y sí no se separaba iba a terminar sacudiendo sus caderas sobre la entrepierna ajena.

— Detente — apartó sus labios más no logró separar las manos ajenas de su espalda 

— ¿Por qué? — su voz sonaba tan grave que sus piernas pretendían fallarle 

— Debo volver al trabajo

— No tienes enfermos a estas horas, revisé tu horario, estás libre los siguientes 40 minutos, tampoco tienes clases aún ni ningún partido pendiente, ¿por qué no me dejas tocarte? 

Bueno, finalmente, había sido acorralada.

— No hace falta seguir, está bien si solo es esto 

— Pero yo quiero más — el cuerpo del mayor se empujó hacia ella y su erección se hizo evidente, no pudo evitar gemir

— Pensé que querías manejar esto despacio. Pensé que no estabas bien con tanto contacto y no quería que estuvieras triste de nuevo.

— ¿No lo sientes? — siguió empujándose contra la chica que no frenó sus movimientos tampoco — te deseo mucho, así que déjame seguir 

Simplemente asintió, y los besos del mayor acallaron su voz, era placentera cada acción, mientras su piel se cubría de las caricias ajenas y su entrepierna no dejaba de sentirse caliente, podría correrse seguro.

Sin embargo, no todo habría de salir bien, realmente nada si se ponían a pensar en el momento y lugar; hora laboral en la oficina del doctor Levi Ackerman. 

Todo movimiento se frenó de repente cuando unos golpes llamaron a la puerta. No podía recibir a nadie como estaban, con su cabello desordenado, la bata en el suelo, su camisa a medio poner y la erección del mayor debajo de ella.

Mi señor [Levi y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora