Eran las once de la noche.
Las malditas once de la noche, y aún no sabía dónde estaba Aegon.
Había asistido a la junta de consejo que se llevó acabo para hablar con Cregan, su hermano del alma, aquel al que en estos momentos no podía ver porque recordaba que había coqueteado con su irritante esposo, y le daban ganas de tomar su espada y enterrarla en los ojos de su amigo.
Soltó un suspiro exasperado.
Ni Aegon, ni Aemond estuvieron en la reunión del consejo.
Serian rey, y príncipe consorte, y aún así la reina Alicent dijo que ellos pasarían tiempo con ella.
Vio a su problemático esposo un momento en la cena, pero mágicamente luego de la misma, tanto Aegon, y Aemond desaparecieron de la Fortaleza Roja.
Incluso su tía Helaena no estaba.
Su abuelo Viserys dijo que solían salir cada cierto tiempo.
Y Daemon hizo el estúpido comentario de que tal vez los tres visitarán la calle de Seda, y necesito de todo su autocontrol para no atacar al esposo de su madre, e ir a buscar a Aegon el mismo.
Jacaerys se irguió sin pensarlo cuando escucho la puerta de su habitacion ser abierta.
–Oh, pensé que estabas durmiendo –Murmuró Aegon al verlo.
Jacaerys apretó los puños, sintiendo cómo la ira ardía en su interior al ver a Aegon entrar como si nada.
–"oh, pensé que estabas durmiendo" –Repitió con sarcasmo– ¿Dónde estabas? –inquirió Jacaerys con voz firme, sus ojos centelleando con un brillo de enojo y preocupación.
Aegon levantó una ceja con arrogancia, ante la actitud de Jacaerys.
–No es asunto tuyo, Jacaerys. No tengo porque informarte de lo que haga o deje de hacer –respondió Aegon con indiferencia.
Jacaerys apretó los dientes, luchando por mantener la compostura frente a la actitud de su esposo.
–Estamos casados, eres mi esposo, Aegon. Tengo todo el derecho de saber dónde has estado –declaró Jacaerys cada vez perdiendo más la paciencia.
Aegon soltó una risa burlona, ignorando la afirmación de Jacaerys.
–No es asunto tuyo, Jacaerys. Déjalo ya –respondió Aegon con impaciencia.
Dioses, tenía sueño y quería dormir.
No responder las preguntas del Velaryon.
Jacaerys apretó los puños con fuerza.
–Es mi asunto, porque eres mi esposo y tienes que responderme –declaró Jacaerys con voz rígida, su mirada fija en la de Aegon.
Aegon soltó un suspiro exasperado.
–Estuve con mis hermanos. ¿Estás satisfecho ahora? –respondió Aegon con resentimiento, su tono lleno de amargura.
Jacaerys frunció el ceño, sintiendo cómo aún ardía la ira en su interior.
–Eso ya lo sabía, pero no fue lo que pregunté –Respondió– Pregunté qué en donde estabas, no con quien –Dijo tajantemente.
Aegon apretó los labios con frustración, molesto por la insistencia de Jacaerys.
–No veo por qué debería darte más detalles. No tienes derecho a controlar cada uno de mis movimientos, Jacaerys –replicó Aegon con un deje de hostilidad en su tono.
Jacaerys frunció el ceño, sintiendo cómo la paciencia se le agotaba ante la actitud de su esposo.
–Tienes razón, no tengo derecho a controlarte, pero sí tengo derecho a saber dónde estás cuando desapareces sin dar explicaciones –declaró Jacaerys.

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"The dragon jewel" -Jacegon
Hayran Kurgu"Era más bello que la blanca luna, era más ardiente que el mismo fuego de dragón, Aegon Targaryen era una verdadera joya"