Capítulo 52: Los yeageristas

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Eren Yeager

Mientras las manecillas del reloj continuaban su marcha implacable, inflexibles ante el paso del tiempo, tres horas pasaron desapercibidas. Sin embargo, los ecos de las palabras de Reiner resonaron en lo más profundo de su conciencia. Consumido por una tumultuosa tormenta de emociones, Eren encontró consuelo en el fuerte agarre de sus manos sobre sus rodillas, sus dedos clavándose en su piel con una intensidad desesperada. El apretar de sus dientes sirvió como una manifestación física de la furia hirviente que corría por sus venas mientras su respiración rápida y superficial reflejaba los rápidos pensamientos que corrían por su mente.

El calor irradiaba de su rostro sonrojado como si su propio ser estuviera incendiado por el infierno de ira que lo consumía. Las palabras pronunciadas por Reiner, como un estribillo interminable, se reproducían en un bucle eterno en los rincones de su mente, grabándose más profundamente con cada repetición. En lo más profundo de su ser, surgió un impulso primario, un deseo inquebrantable de canalizar su furia en una manifestación física, de golpear a Reiner una vez más con una fuerza implacable.

Mientras Eren estaba sentado allí, no pudo evitar repetir esas inquietantes palabras en su mente: "'Fue mi culpa que un titán se comiera a tu madre'". En lo más profundo de sus pensamientos, se encontró transportado de regreso a ese fatídico día en que el aire estaba cargado con una mezcla de terror y desesperación. Los vívidos recuerdos inundaron sus sentidos: el olor cobrizo de la sangre, la escalofriante visión de las gotas flotando en el aire como bailarinas retorcidas. El pecho de Eren se apretó y su corazón se aceleró, pero sabía que tenía que recuperar el control. Respirando lenta y deliberadamente, se obligó a encontrar consuelo en la tormenta que se desataba en su interior, recordándose la necesidad de mantener una conducta tranquila y serena.

Eren recordó los días que pasó con Reiner, con qué frecuencia Reiner se reía e instruía a sus compañeros cadetes sobre cómo hacer las cosas bien, cómo todos lo admiraban, pero todo eso había sido una mentira. Todas sus sonrisas y bromas no habían sido más que una mentira enfermiza. Un hombre que no tenía problemas para mentirle a la gente, actuar como sus amigos y luego matarlos.

Cuando Eren se encontró atrapado en un torbellino de emociones, instintivamente cerró los ojos, buscando consuelo mientras estaba sentado en el borde de su cama. Con cada segundo que pasaba, sus dedos se entrelazaban entre su cabello oscuro y despeinado, una representación visual de la frustración que hervía dentro de él. En medio de esta agitación interna, una sensación inesperada recorrió el aire, haciendo que la cama debajo de él temblara imperceptiblemente. Sin necesidad de darse la vuelta ni desvelar sus ojos, Eren reconoció la presencia familiar que ahora lo envolvía por detrás. Fue Mikasa quien lo abrazó en un momento tierno y vulnerable. Su piel desnuda presionó suavemente contra su espalda, ofreciéndole una sensación de comodidad y comprensión que trascendía las palabras.

Después de la charla con Reiner, Eren le había preguntado si podía hablar con Bertholdt, pero Levi le dijo que la celda de Bertholdt estaba mucho más lejos y que tardarían en llegar, tiempo que no tenían; Después de regresar a su habitación, Mikasa siguió a Eren y le preguntó si estaba bien.

En una erupción de frustración reprimida y ira profundamente arraigada, Eren desató un torrente de emociones, permitiendo que su cruda pasión lo consumiera por completo. Era como si cada gramo de lo que sentía, y aún más, surgiera de su interior. Sintiendo su confusión, Mikasa lo envolvió en un tierno abrazo, sus palabras tranquilizadoras acariciaron su alma maltrecha, un suave recordatorio de que no necesitaba soportar la carga solo. En ese fugaz momento de vulnerabilidad, Eren encontró consuelo en la calidez de los labios de Mikasa contra los suyos.

El Imperio de los TitanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora