El Imperio de los Titanes

Capítulo 56: Guerreros entre demonios

Trost

"Quédate callada y no llames la atención", murmuró Zeke en voz baja mientras él y Pieck maniobraban sigilosamente a través del laberinto de un bullicioso mercado. El aire estaba cargado de la cacofonía de innumerables voces, mezclándose en una sinfonía de vibrantes charlas y risas. Pieck reconoció las palabras de Zeke con un movimiento de cabeza silencioso, sus ojos penetrantes escanearon la bulliciosa multitud que los envolvía.

El mercado era un centro de actividad palpitante, repleto de una población exuberante que se deleitaba con las festividades del día. La alegría parecía irradiar desde cada rincón, infundiendo al ambiente una euforia contagiosa. Los comerciantes aprovecharon hábilmente esta oportunidad para atraer a los compradores y maximizar sus ganancias, con sus puestos repletos de una atractiva variedad de productos.

No sabía qué tipo de dinero usaban dentro de los muros, pero a menudo notaba que la gente pagaba con lo que parecían monedas de oro; rápidamente los ignoró mientras volvía su atención a la multitud que los rodeaba.

La mirada de Pieck recorrió la bulliciosa escena ante ella, cautivada por el diverso tapiz de interacciones humanas. Los rostros vibrantes que la rodeaban parecían bailar con vida. Observó con asombro la risa despreocupada de los niños que jugaban alegremente. Un tierno momento llamó su atención cuando una pareja amorosa abrazó su precioso paquete de alegría y sus afectuosos besos en las mejillas sonrosadas del bebé.

La atención de Pieck se centró en una visión conmovedora: un extraño extendiendo una mano amiga a una anciana cargada con sus pertenencias. Sin embargo, en medio de este mar de actividades ordinarias, Pieck no pudo evitar sentirse extraña al observarlas; Todos parecían muy normales y nadie hacía nada fuera de lo común ni intentaba atacar a otra persona a plena luz del día.

"Parecen... ¡normales!" Sus ojos escanearon a la multitud, observando la fachada ordinaria que cubría a la gente a su alrededor. Era un espectáculo extraño, ya que la gente del pueblo estaba absorta en sus actividades diarias con total normalidad. Los colores vibrantes de los puestos del mercado repletos de una gran variedad de productos frescos y especias aromáticas. Sus sentidos fueron atormentados por el tentador aroma de la carne chisporroteante entremezclado con el tentador aroma de otras delicias deliciosas, flotando en el aire como una tentadora invitación al placer culinario.

En medio del bullicio, una sinfonía de voces llenó la atmósfera, acompañadas de dulces melodías de risas y charlas animadas. Los oídos de Pieck se animaron cuando llegó hasta ella el encantador sonido de las inocentes súplicas de los niños. Los jóvenes, con los ojos muy abiertos por la anticipación, probaron suerte convenciendo a sus padres para que les compraran algo delicioso; Pieck se sintió como si estuviera de regreso en casa.

'¿Los demonios de Paradis, eh?' pensó Pieck, sintiéndose un poco perpleja; Si bien nunca creyó realmente lo que Marley les contó sobre la isla de los demonios, Pieck siempre se preguntó si había algo de verdad en ello; tal vez los de la isla eran gente muy violenta, o tal vez eran personas con poco o ningún respeto entre sí, pero por lo que Pieck pudo ver, todos parecían normales, todos parecían personas normales y nada fuera de lo común, Pieck había escuchado a varios soldados de Marley decir que los de la isla de los demonios eran personas deformes, algunos decían que tenían tres pares de extremidades, otros decían que los demonios peleaban entre sí todo el tiempo y se comían a sus enemigos, incluidos los bebés.

Los ojos de Pieck recorrieron con impaciencia el resto de la pequeña ciudad, recorriendo las pintorescas casas adornadas con tablones de madera desgastados, escaleras intrincadas y trabajadores diligentes trabajando con determinación decidida. Las casas estaban en proceso de ser resucitadas de su estado ruinoso. Huecos en los tejados, balcanes esparcidos al azar y fragmentos de paredes que parecían haber sucumbido a la implacable atracción de la gravedad. Sin embargo, en medio de los restos de la destrucción, algunas casas lograron resistir el embate del caos y se mantuvieron erguidas.