XII

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Un suspiro ahogado rompió el silencio de la noche, señal de que Álvaro había escapado de las garras de su pesadilla. En la penumbra, se encontraba confundido, mientras que su brazo era sacudido por mauricio, intentando por todos los medios despertarlo.

-¿Está bien amorcito? Creí que te estabas ahogando -la voz de Mauricio, teñida de preocupación, resonó en la habitación mientras abrazaba a su pareja.

Álvaro, aún con el susto pintado en su rostro, soltó un chasquido con los labios y palpó sus dedos, como para asegurarse de su propia realidad.

-Estoy bien... Fue solo una pesadilla,
Mauri, no te preocupes -su voz intentaba ser tranquilizadora, aunque el eco de su miedo aún vibraba en el aire.

Mauricio, aunque dudaba internamente de las palabras de Álvaro, decidió ignorar sus propios pensamientos y se sumergió en el pecho de su compañero, cerrando los ojos, exhausto. Había encontrado un refugio en ese abrazo, un lugar seguro que lo acogía sin preguntas.

"Es tan cálido y lindo..." reflexionaba Mauricio. Su amor por Álvaro era tan profundo que el caos del mundo exterior se desvanecía en su presencia; solo a su lado encontraba un atisbo de felicidad en medio de la tormenta. Admiraba cada detalle de Álvaro: su cabello, su piel de tono canela, su rostro, que podía contemplar eternamente con ojos de enamorado. La personalidad de Álvaro, siempre sonriente, era contagiosa, no era romántica y a veces hasta fastidiosa. Pero Mauricio estaba irremediablemente enamorado de él.

Álvaro, por su parte, quería a Mauricio, pero su corazón parecía distante.

-A Gonzalo lo acaban de dar de alta en el hospital, ¿quieres ir a verlo? -Mauricio interrumpió el silencio con la noticia, abriendo los ojos de golpe.

-No es necesario. ¿Y Francisco dónde está?-Álvaro desvió la conversación rápidamente. Aunque se alegraba por su hermano, su mente estaba en otro lugar, buscando a Francisco.

Con la mirada baja y perdida, giró su cabeza hacia el techo -Él está preparando las maletas para que nos vayamos los tres solos.

-¡Ok! Más tarde iré a ayudarlo. Tú estás muy cansado por lo de ayer, así que quédate descansando, ¿te parece bien?-alvaro intentó sonar preocupado, aunque su voz delataba una preocupación fingida.

-Si te parece bien, me quedaré... -respondió con una voz apagada y monótona, alejándose del abrazo.

Mauricio se preguntaba en silencio: "¿Por qué nunca quiere pasar tiempo conmigo? Siempre me deja solo para estar con Francisco... ¿Por qué Francisco y no yo?" Estos pensamientos lo asaltaban mientras volvía a mirar el techo, sintiéndose como un tercero indeseado en su propia relación.

Álvaro, por su parte, se levantó de la cama con un brinco de emoción y salió por la puerta en busca del menor de los Duran. Aunque llevaba puesta la ropa del día anterior, eso era lo de menos; su único deseo era pasar el resto del día con Francisco. A su lado, se sentía completo, algo que no lograba sentir con Mauricio. Con Francisco, un simple abrazo podía hacerlo temblar, mientras que con Mauricio, las famosas mariposas en el estómago brillaban por su ausencia.

El sol se reflejaba en el mar, y Álvaro lo observaba a través de sus lentes oscuros. Al girarse, vio a Francisco luchando por cargar todas las maletas él solo. se acercó para ayudar y entablar conversación.

-Hola Álvaro-saludó Francisco con un tono seco, concentrado en su tarea.

-Hola Francis... Solo vine a ayudarte -Álvaro tragó saliva, nervioso, mientras chasqueaba sus dedos.

Imitando a Francisco, Álvaro intentó ser útil, aunque no estaba seguro de lograrlo. Los lentes empañados de Francisco le resultaban irresistibles, y después de su sueño, no podía encontrarle defecto alguno. Aunque solo estaban cargando maletas para regresar a su ciudad natal, Álvaro veía en esos gestos un acto romántico y tierno. Tras cargar una maleta, Álvaro se detuvo y comenzó una conversación.

-¿Qué pasó después de que me fui ayer? -preguntó Álvaro, cerrando el maletero.

-Me quedé pensando, nada importante -respondió Francisco, apoyándose en el auto.

-Umh, ok... ¿Y sabes qué pasó con Gonzalo? -Álvaro ya conocía la respuesta, pero quería mostrar preocupación.

-Ya le dieron de alta, en camino al hospital usaron un desfibrilador para revivirlo. ¿Mauricio no te contó? -
-Francisco observaba con duda, moviendo las manos en un intento de explicar la gravedad de la situación.

-Él no me contó, por algo vine aquí -Álvaro expresó con un sarcasmos.

-Capaz se le olvidó -Francisco desvió la mirada, evitando el contacto visual, y se dispuso a irse del lugar sin voltear.

Álvaro, al ver que Francisco se alejaba sin previo aviso, se quedó solo en el auto, recargado y sin hacer nada. La sombra de Francisco alejándose era un reflejo de la distancia que crecía entre ellos, una señal de que quería alejarse sin dar explicaciones. El corazón de Álvaro se encogía cada vez más, sintiendo cómo su amor platónico se desvanecía en la distancia.

Álvaro se quedó allí, viendo cómo Francisco se alejaba sin mirar atrás. El aire se volvió más denso, como si la distancia entre ellos también pesara sobre su corazón. ¿Por qué Francisco siempre parecía escapar de él? ¿Por qué no podía ser el centro de su mundo, como Francis lo era para él?

Álvaro cerró los ojos, tratando de ordenar sus pensamientos. Mauricio, Francisco, Gonzalo... Todos formaban parte de su vida, pero de maneras tan diferentes. Mauricio, su pareja oficial, pero con quien no sentía esa pasión arrebatadora. Francisco, su amor...el que hacía que su corazón se acelerara con solo mirarlo. Y Gonzalo, su hermano, el que casi se había muerto por estúpido y alcohólico.

¿Cómo había llegado a este punto? Álvaro recordó los momentos compartidos con cada uno de ellos. Las risas con Francisco, las conversaciones profundas con Mauricio, las preocupaciones y idioteces por Gonzalo.

El sol seguía brillando, indiferente a las luchas internas de Álvaro. El reflejo en el mar parpadea como una promesa incierta. ¿Qué quería realmente? ¿A quién quería realmente de los dos hermanos?

Francisco, a lo lejos, se detuvo y miró hacia atrás. Sus ojos encontraron los de Álvaro, y en ese instante, todo se volvió claro. No había elección. No había que decidir entre Mauricio y Francisco. Había que elegir la verdad, o el caminó más seguro.

Álvaro se apartó del auto y corrió hacia Francisco. No importaba si era un amor imposible o si no tenía sentido. No importaba si Mauricio se sentía abandonado. Lo único que importaba era el presente, el ahora. Y en ese ahora, Álvaro quería estar junto a Francisco, aunque fuera solo por un instante.

-Francis, espera -gritó, alcanzandolo

-¿que quieres ahora Álvaro?- volteo los ojos con aburrimiento y algo confundido

-¿cual es tu canción favorita?

Su orgullo lo empujó más kilómetros hacia atrás de lo que estaba a la confeccion, tapándole la boca con violencia sin poder decir nada solo ese simple "cuál es tu canción favorita" era un idiota en todo el sentido de la palabra, un nudo en su garganta se formaba al darse cuenta de su acción.

-¿Qué? Que pregunta es esa-aguanto una risa burlona y leve- casi todas las de blur y the beatles. no tengo una favorita fija aún.

-bien...-son las únicas palabras que pudo pronunciar

¿Tal vez debería sacar en guitarra una de esas canciones y tocarla para el?

"Que cursi... Aunque es buena idea"
Pensó cerrando los ojos dejando de observar como se iba Francisco, viendo cómo su único intento de confesar su amor se iba a la basura

El paseo de tus mismas lágrimas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora