EKAITZ POV.
Ella. Única y exclusivamente, Alaia.
Desde el primer momento que me fijé en ella después de que me clavara un dedo en la espalda. La primera vez que me fijé en ella, algo en mi pecho explotó. No como en los libros, ni como en las películas, sino como en la vida cuando vas corriendo en primavera y un olor a flores te invade, cuando vas conduciendo y un enorme mosquito impacta contra la luna, cuando en el gimnasio no puedes con la barra haciendo press banca y te oprime unos segundos el pecho hasta que lo levantas. Igual. Un impacto inesperado.Ahora estoy como un idiota observando como juega con un hielo dentro de su boca que acaba de coger de su vaso con ron cola. Pienso en las maneras que podría utilizar ese hielo, en cómo la haría disfrutar de su frío de otra manera, automáticamente mi polla se pone dura de imaginármelo. Ella tiene algo que me hace insaciable, la presión que hace sobre mí, como abraza todo mi cuerpo, como encaja como una pieza perfecta entre mis brazos, lo suave de su piel, el color chocolate de su pelo, las pestañas largas, sus manos finas y delicadas. Ella, solamente ella. Sin antes, ni creo que después, me está volviendo loco en menos de dos días. Con solo dos veces entre sus piernas sé que quiero estar un millón más. Un millón más viendo como se corre sobre mí, sobre mis dedos, o en mi boca. Dios, aún no lo he hecho así y quiero hacerlo.
Noto un golpe en mi brazo y casi se me cae el vaso con kas de limón. Luken me observa.
-¿En que piensas?.- Dice mirando en la dirección que yo miro. Alaia y Amaia se encuentran justo casi debajo del escenario, en primera fila, así que la visión la disimuló mirando un poco más hacia arriba.- Rectifico. ¿En quien?. ¿La rubia o la morena?.- Miro ambas bailarinas alternativamente. Entran dentro de los cánones de belleza del sesenta noventa sesenta, y con los tacones que llevan tienen unas piernas kilométricas.
-En la morena.- Digo decidido. Aunque no en la morena que él cree. La observa y al final hace un mohín mientras asiente.
Me agacho para rellenar mi vaso de hielos y kas de limón. No suelo consumir bebidas alcohólicas, por salud principalmente. Cuando vuelvo a levantarme entre Amaia y Alaia hay un hombre.
-¿Quien es ese?.- Digo acercándome a Luken. Veo como le toca el hombro cariñosamente a Alaia y como la dice algo al oído que la hace reír. El ceño se me frunce automáticamente, aunque dejo de hacerlo en cuanto me doy cuenta.
-No tengo ni idea, pero ahora lo descubro.- Con menos disimulo que un calamar llenando todo de tinta, mi mejor amigo cruza entre el montón de botellas y va hasta el otro lado para agarrar a su chica. Yo no puedo hacer lo mismo.
Veo como charlan los cuatro y Luken vuelve unos minutos después, no sin antes haber tenido que bailar con Amaia alguna canción. Estoy empezando a pensar que las horas en la floristería también las invierte escuchando música, se sabe casi todas, en cualquier idioma.
-El resultado de la expedición...-Dice Luken dándole un trago a su bebida recién rellenada.- Se llama Raúl, es de aquí, amigo de Amaia de los veranos que pasaban aquí cuando eran más pequeñas, y por lo que he podido entender entre líneas, tuvo algo con Alaia hace unos años.- Asiento mientras lo observo. Alto, no más que yo, moreno, con ojos oscuros y en buena forma, ahora mismo vestido con el atuendo de una peña, leo las letras parcialmente entre las luces, va vestido con una camiseta roja con letras negras y un pantalón negro con letras rojas en las que distingo su nombre. Los minutos van pasando y el hombre parece no moverse de su lugar, las chicas parecen contentas de tenerlo cerca. Pero mi necesidad de tocar Alaia o de que por lo menos me preste atención, va en aumento con cada segundo que pasa. En un momento dado cerca de la hora en la que la orquesta hace un descanso de media hora, comienzan a tocar canciones de bailar pegados. Cuando comienza a sonar un vals nuevo, después de haber estado torturándome a mi mismo viendo como bailaba con Raúl, decido que yo también quiero bailar uno con ella. He bailado uno con Mirella y otro con Naila, no tiene porque parecer sospechoso. Doy un paso al frente y la tiendo la mano, ella la coge y poco a poco se va a acercando a mí.
-Me estás volviendo loco.- La digo al oído cuando la tengo suficientemente cerca.
-¿Ah si?.- Dice con fingida sorpresa.- ¿Por qué?.- Dice sujetándose más fuerte a mi brazo.
-Te voy a contar un secreto.- La digo suavemente aún más pegado a ella y a su oreja. Noto como su piel se eriza casi al instante.- Ni en el cole me gustaba compartir el almuerzo, ni de mayor me gusta compartir la chica.- Echa su cabeza un poco hacia atrás y se carcajea.
-Es un amigo, Ekaitz.- Dice poniéndose un poco seria.
-Los amigos no tienen tanta confianza entre sí como vosotros.- Digo a la defensiva. Me noto tenso.
-No te voy a negar que en algún momento tuvimos fuego.- Dice mirando en la dirección en la que ahora Raúl baila con Nekane.- Pero no sé si aún quedan las cenizas.- La agarro de la cintura y la hago despegar los pies del suelo dando una vuelta sobre nosotros. Ella grita y ríe.
-Pues yo quiero ser tú maldito incendio.- Ella vuelve a reír entre mis brazos.
La canción termina y comienza otra que consigo reconocer, tiene varios años, es una bachata, Romeo Santos, propuesta indecente. Ella no me suelta.
-¿Sabes bailar bachata?.- Asiento. No soy un gran bailarín, pero hubo una temporada en la que a Luken le dio por el baile y le acompañaba a sus clases. Veo como el se acerca a Mirella y comienza a bailar.
Alaia no suelta mis manos, y cada vez noto más la fricción que hay entre ellas, como una corriente eléctrica que nos va haciendo acumular energía en los dos. En un momento dado se da la media vuelta, se pega a mi de espaldas y me agarra del cuello con una mano. Dios. Su culo y su cintura están volviéndome loco contra la cremallera de mi pantalón, solo agradezco que las luces no son demasiado luminosas en esta parte como para ver lo que se está fraguando a pasos agigantados dentro de mis pantalones. Necesito darle la vuelta antes de que echármela al hombro y llevarla a mi cama me parezca la única opción correcta.
-Una aventura es más divertida si huele a peligro...- Oigo como dice casi pegada a mi oreja cuando la doy la vuelta rápidamente. Su boca queda casi a la altura de la mía. Bailamos unos segundos más y nos separamos. Veo como Alaia se agacha acalorada a por vaso. Luken se acerca a mí.
-Ahora es cuando me agradeces haberte arrastrado a clases de baile.- Suelto una carcajada mientras bebo de mi vaso.
Raúl se vuelve acercar a ellas, pero poco después desaparece en alguna parte, y espero que el mensaje enviado haya calado hondo, no soy un hombres de conflictos, pero algo me dice que podría entrar en conflicto fácilmente si de Alaia se trata. Nada de lo que estoy sintiendo hasta ahora lo he sentido antes, ni cuando era un joven aniñado que se enamoraba de la más guapa de la clase. El bulto de mis pantalones no disminuye, y cada vez que la miro se hace casi hasta doloroso. El top de transparencias me deja ver un maravilloso sujetador de encaje negro por debajo, y no veo el momento de quitárselo.
ESTÁS LEYENDO
Jodido vasco.
RomanceControlador. Dominante. Posesivo. Arrollador. Gentil. Seductor. Neurótico. Loco. Esas pueden ser las palabras que mejor lo pueden definir. -¿Y yo qué?.- Se me queda mirando mientras tamborilea con los dedos en la mesa. -Tú, eres toda mía.- E...