ALAIA POV.
En el descanso de la orquesta decido que necesito una botella de agua bien fría y a poder ser, un par de hielos más para la bebida, bajamos hasta el bar del que es dueño el padre del único exnovio de Amaia.
El bar está a rebosar, y el pobre hombre, junto al exnovio de Amaia, y un par de chicos más, no dan a basto.
-Hija, dame un par de minutos.- Dice el pobre secándose el sudor de la frente con un trapo que lleva colgando de un delantal mal puesto.
Para pagar parte de mi carrera, la cual mi padre me ayudó a pagar, trabajé un par de días y noches en bares, algunos de dudosa reputación. Por ello se me da bien el mundo de servir, y mucho más cuando la mitad de las personas no saben ni lo que piden ni ven lo que les pones para beber, algunos si les pusieras agua de la fregona les sabría a gloria igual, porque llevan el gusto dormido desde el quinto vaso.
-Te ayudo.- Digo subiéndome a un taburete y saltando la barra como si fuera una profesional de hacer parkour. En el proceso me mojo el pantalón con algún tipo de bebida, pero lo miraré después, cuando tenga menos prisas.
Me abro una botella de agua pequeña que cojo de una cámara y empiezo a ayudarles, he pasado veranos enteros aquí, casi siempre fuera de la barra, pero algunas veces cuando Miguel estaba solo, nosotras mismas nos servíamos la bebida.
-Gracias hija.- Dice mientras pasamos rozando unos con otros para coger las bebidas de las cámaras y los diferentes vasos de plástico que tienen amontonados en la barra de detrás.
-¿¡Qué coño haces ahí metida?!.- Pregunta Amaia mientras sonríe a su exsuegro, el cual la mira sorprendido por su aparición gritando.
-Ayudar.- Digo mientras preparó tres vasos de ginebra con limón.
Ella me mira desesperada. Ella no terminó precisamente bien su relación con su ex, teniendo en cuenta que se ponían los cuernos casi todos los fines de semana el uno al otro. Ella en Bilbao, el aquí. Soy fiel defensora de lo que dicen de "Amor a distancia, cuernos en abundancia" y en su caso el tiempo y ellos mismos me dieron la razón.
Corro como una loca por la barra, hasta que veo entrar a Ekaitz por la puerta, Caín ya está aquí. He decidido guardarlo así en mi lista de contactos, es más corto y lo voy a reconocer igual.
-Señorita. ¿Me podría atender?.- Pregunta aún mientras mira la pantalla de su teléfono seleccionando un contacto. Mi iPhone vibra al lado de mi botella de agua al otro lado de la barra y en la pantalla se lee de sobra «Caín».
Como ve que lo ignoro por completo intentando correr hasta la otra punta de la barra para que no me reconozca, mi plan fracasa estrepitosamente y me reconoce aún más rápido, haciendo que se mueva entre la gente hasta donde estoy yo sirviendo dos ron cola.
-¿Qué desea señor?.- Digo con mi mejor sonrisa, intentado descubrir hasta que punto puede estar cabreado porque yo esté aquí dentro. Si he aprendido algo en estas menos de cuarenta y ocho horas a su lado relativamente, es que no le gusta que otro pueda mirarme, tocarme, ni disfrutarme, como ha pasado con Raúl y como el mismo me ha confirmado. Todavía noto calor en el culo de como me agarraba de la cintura y de como hemos bailado bachata. Solo de pensarlo me arde el alma.
Se acerca lentamente a la barra hasta quedar a un par de centímetros de mi cara, su altura se lo permite perfectamente.
-Te deseo a ti, ahora, duramente.- Por suerte todo el mundo está a su bola, teniendo en cuenta que la música también está muy alta y más de la mitad de los clientes ebrios o en proceso de ello.
-¿Kas de limón?.- Digo sonriendo. Amaia nos observa desde el fondo de la barra con cara de guasa. Si se olía algo tras el baile de bachata, se lo acabamos de confirmar ahora mismo.
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Jodido vasco.
RomansaControlador. Dominante. Posesivo. Arrollador. Gentil. Seductor. Neurótico. Loco. Esas pueden ser las palabras que mejor lo pueden definir. -¿Y yo qué?.- Se me queda mirando mientras tamborilea con los dedos en la mesa. -Tú, eres toda mía.- E...