6. Hacer.

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-¿Entonces que vas hacer?.- Digo dejando caer la toalla al suelo y agarrándome al borde del lavabo con la mano derecha, necesito tener ya toma de tierra para mantener el equilibrio después de lo que se avecina. Otro beso como el primero, y me derrito en el suelo como si fuese chocolate en una fondue. Aunque ya estoy cubierta de helado de chocolate.

-Lo que deseo.- Sus labios casi se pegan a los míos, son gruesos, suaves y cálidos, sus enormes manos se colocan a cada lado de mi cara cubriéndola casi entera. El calor me corre por las venas como nunca, no quiero separarme, pero el lo hace por mi.- No haré nada que tú no desees.- Afirma apartándose un par de centímetros de mi boca sin soltar mi cara de entre sus manos. Lo miro a los ojos. Nuestros alientos chocan entre sí y se hacen uno, nuestras respiraciones cada vez son más rápidas.

No voy a conseguir nada negando lo obvio, por lo menos se lo parece a él. Lo deseo desde que anoche me fijé en el por completo. Voy a estar aquí cuatro días más, cuatro días que podemos disfrutar los dos, cuatro días y nada más. Va a ser una rendición temporal de mi ética vencida por el deseo, también unas vacaciones para el pequeño vibrador que hasta ahora me ha relajado las tensiones gracias a que Naila me lo regaló en navidad, aunque a Ander le pareció una aberración del mal dispuesta a quitarle su lugar.

-¿Me deseas tú a mí?.- Dice apartando sus manos de mis mejillas y llevando sus labios hasta mi lóbulo derecho. Lo acaricia con la lengua y un suspiro sale de mi boca sin poder impedirlo. Baja hasta el lateral de mi cuello y pasa la lengua por donde sé que queda chocolate, necesito tragar saliva para comprobar que sigo viva.

-Te deseo.- Digo casi bajando mis armas por completo. El sonríe contra mi cuello, coloca sus manos a cada lado de mi cintura.- Pero no sé si me merece la pena cometer esta locura.- El vuelve por completo a su altura separando sus manos de mí, está confuso por lo que ha escuchado de mi boca.

El calor que irradia deja de estar en mi piel y esta se queja por su falta. Mi pelea interna entre mente y corazón está confundiéndome hasta puntos que ni yo misma entiendo. Mi cabeza dice que es una locura, que nos puede traer problemas, que no es lo correcto, pero mi corazón quiere meterse de lleno en la locura y disfrutarla al máximo como nunca se lo he permitido hacer.

-Déjame empujarte a cometerla.- Dice posando su mano derecha en mitad de mi vientre. Me arde la piel al instante, mientras su olor a gasolina me recuerda lo que puedo llegar a quemarme con el. Todas mis terminaciones nerviosas están atentas a cada uno de sus movimientos.

-No lo...- Pero no me deja terminar.

Su cabeza se inclina y sus labios están pegados a los míos. Coge mis manos y las pone a cada lado de sus hombros con una decisión que me deja obnubilada.

-Agárrate.- Dice antes de volver a besarme. Quiero preguntar por qué, pero la respuesta llega de inmediato cuando posa su manos a cada lado de mi trasero y me levanta. Automáticamente mis piernas rodean su cadera y una erección que parece de acero golpea mi clitoris haciendo que gima automáticamente sin poder evitarlo. Menea sus caderas provocando que todo me de vueltas.

Coloca mi trasero en mitad del lavabo doble, está helado y estoy a punto de quedarme sin respiración al sentir el fresco contra mi piel, pero el juego en el que han entrado nuestras lenguas me gusta demasiado como para finalizarlo. Es demasiado apasionante para querer parar. Se aparta rápidamente y me mira por un instante desde su altura sin soltar mis manos que ha cazado al aire.

-Eres preciosa.- Parece estar confirmándose algo a sí mismo mientras me mira.- Y toda mía.- No me da tiempo a analizar el comentario que ha terminado haciendo. Se mete entre mis piernas de nuevo y vuelve a besarme haciendo que mi cabeza golpee suavemente contra el espejo amortiguando el golpe con su mano izquierda que está enredada en mi pelo.

Jodido vasco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora