Broken Soul | Toko

IV

LÁGRIMAS A MEDIA NOCHE

La noche había caído trayendo consigo una fría brisa nocturna que invitaba a refugiarse en sus habitaciones, protegiéndose bajo el cálido manto del sueño. Todo en aquellos momentos gritaba que lo mejor era no apartarse de su cama. Pero eso no era importante para él. Un maestro fuego no debería preocuparse por el frío, solo pensar en ello era ridículo... según Zuko. En ocasiones, el mismo señor del fuego olvidaba que sólo eran humanos. Y los humanos sintieron el frío.

Daba igual para Zuko, de todos los modos. No tenía los ánimos para dormir, mucho menos para meterse en la cama. Normalmente, eso no le suponía un problema, pero existía en su mente un asunto que no dejaba de revolver todos sus pensamientos.

¿Por qué había permitido que Aang cuidara de Toph esa noche?

Por supuesto, el avatar tenía las mejores intenciones al solicitar vigilar a la bandida ciega para que ésta no infringiera el reposo impuesto por Zuko, más esto no obviaba el hecho de que Aang era, sinceramente, el menos indicado para vigilar a alguien con quien se Se enfrentaba en duros entrenamientos cada que él o Katara le daban la espalda. Lo más probable era que, incluso en medio de una noche tan fría, el par estaría ya planeando cómo escapar de la vigilancia del palacio y practicar un poco de tierra-control.

-¿Qué te quita el sueño de esta manera? -Se detuvo en el proceso de colocarse la capa más gruesa que encontró, viendo por sobre su hombro a la mujer de pie en el umbral de la puerta abierta, su figura iluminada a media por las llamas de las velas.

-Mai, me sorprendiste.

-Aunque odie lo admitió, ya que detesto las sorpresas, ésa era la idea. ¿Vas a alguna parte?

-No. Bueno, mejor dicho, sí. Solo quería vigilar que esos dos no estén causando problemas. -Ella enarcó una ceja, acercándose a él para sujetar la capa a la altura de los hombros, retirándola con elegancia -Sólo una miradita...

-Es más de media noche. Obviamente, tanto el avatar como la maestra tierra han de estar durmiendo. Nosotros podríamos hacer lo mismo.

-¿Dormirás aquí?

-Es una noche fría. Y un poco de compañía no viene mal. Desprecio extremadamente el frío.

Las horas transcurrían como un lento gorgoteo, y las corrientes de aire no hacían más que traerle susurros del palacio entero. El ruido sordo de pisadas llegaba de alguna parte, probablemente producto de la vigía nocturna de algún guardia. Y él sólo quería ser capaz de captar la esencia de una persona, culpándose a sí mismo por no poder enfocar su atención y cariño sólo en aquella que, a su lado, dormía ajena del mundo entero.

Adoraba a Mai, por supuesto, siempre lo había hecho. Entonces, ¿Por qué no podía quitar de su mente la imagen de cierta maestra tierra? ¿Por qué lo único en lo que podía pensar era en ella llevando de la mano a una pequeña maestra fuego que, sonriendo, la llamaría madre? ¡Ay! Esto de los sentimientos era una cosa tan confusa.

Quizás el tío Iroh sabría cómo aconsejarlo. Bueno, eso si Zuko logró, alguna vez, comprender lo que el anciano estaba tratando de decir. Algo como " el arte del amor debe comprenderse desde lo hondo del corazón", haría al más joven gritar de frustración.

-¿Zuko? –Se detuvo ante la voz somnolienta de Mai, apenas respirando para que ésta no fuera a lanzarle uno de sus cuchillos -¿Dónde vas?