Broken Soul | Toko

IX

POLVO Y CENIZA

Yu Dao parecía estar llena de vida en esos momentos, el pueblo expectante de realizar el primer festival de celebración por la unión oficial de los maestros que, allí, vivían en armonía. Era una molestia en realidad, si le preguntaban a Toph, pero no podía negarle a sus alumnos el derecho de tomarse el día y asistir a la estúpida celebración ésa. Era su pueblo natal después de todo y, por alguna razón, las personas solían sentir cariño hacia el lugar donde habían nacido.

Puras patrañas. Ella lo que más extrañaba de Gaoling era el cuadrilátero del "Estruendo tierra", ya los muchos traseros que ahí había pateado. Pero no le tenía un especial cariño a la ciudad ni nada, no es como si alguna vez hubiera tenido la oportunidad de conocerla, sus padres nunca le habían permitido salir de casa. "No es momento de sentir rencor hacia tus padres tonta" se recriminó al notar el sentido que sus pensamientos estaban tomando, sacudiendo la cabeza para alejarlos lo antes posible. Ahora, estaba bien con ellos, y era eso lo único que debía importarle.

Sintió a los cobardes detenerse junto a la puerta, como ansiosos y esperando por algo, todos cargando pequeñas valijas para aquellas breves "vacaciones" que se les había otorgado. Esos tres eran los últimos de sus muchos alumnos en irse y, para Toph, eran también los más importantes, aunque nunca iban a escucharla decirlo en voz alta. Ho Tun, Penga y El Oscuro eran, además de unas gallinas cobardes, los tres mejores maestros metal después de ella, y eso no era poca cosa.

-¿Qué esperan cobardes? ¿Una fiesta de despedida? –Se apartó de la ventana desde la que escuchaba el bullicio de la ciudad, rodeando a sus alumnos

-Sifu Toph, ¿Realmente no vendrá al festival? –Ho Tun, como siempre, sacó la voz por los tres, sujetando con firmeza su otra mano –Quiero decir, será divertido.

-¡Nunca hemos ido a un festival con sifu Toph! –Exclamó ésta vez Penga, tan alegre como la niña que era –Y seguro habrá muchos zapatos bonitos

-No uso zapatos –La cortó su maestra, cruzada de brazos y con expresión hastiada –Y tampoco iría a un festival con ustedes, suficiente tengo ya con la academia. –Haciendo un exagerado gesto de cansancio, se sentó en el piso, mano en alto –Ahora lárguense de aquí, antes de que me arrepienta y me pase los próximos tres días entrenando con ustedes.

-¡Nos vamos ya, sifu Toph! –No tardaron en decir los tres, y Toph los escuchó alejarse entre pisadas polvorosas y cansinas poesías acerca de la oscuridad del alma.

Sonrió ante tal reacción, preguntándose a la vez cuánto tiempo más le temerían esos idiotas. Debía ya ser obvio para ellos que no iba a matarlos –al menos no intencionalmente- por lo que temblar ante su presencia era algo completamente innecesario. La hacía sentir bien, sí, pero seguía siendo algo innecesario. Aunque si buscaban hacerla sentir halagada, entonces bueno, eso sí lo estaban logrando. Toph Beifong, la única maestra tierra capaz de sembrar terror en el corazón de los humanos. ¡Qué buen título!

Rió, pero de inmediato se hartó, regresando a su lugar junto a la ventana. No era divertido bromear cuando nadie más que ella misma podía escucharse. Era como hablarle a un espejo, aunque claro, ella no los usaba de todos modos. ¡Vaya! Las bromas no se detenían, y nuevamente nadie la había escuchado. ¿Quizás debería ir al estúpido festival?

Las voces del pueblo se escuchaban cada vez más fuertes, antesala de lo que sería una gran celebración. El sol debía estar próximo a ocultarse, si el descenso de la temperatura le decía algo, lo que significaba que el festival entraría pronto en su máximo apogeo aquel día. Por ser una ocasión especial, la fiesta duraría hasta el día siguiente, lo que se traducía en más molestia para Toph. Prefería el Yu Dao tranquilo de siempre.