CAP 10 - Viejas compañías.

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***

Caí por la escalera a causa del balazo, pude observar a 4 hombres, dos venían arrastrando a Matamoros por las escaleras y los otros dos me sostuvieron a mí.

–Nuestro jefe se va a poner muy contento –mofó el hombre a mi izquierda –Es una lástima, está bien bonita la condenada.

–Al menos el sí que va a tener el gusto de darle un buen uso. –Dijo el derecho y todos rieron.

Hablan como si yo no estuviera aquí.

–¡Matamoros! ¿Estás bien? –Grité al ver el chorro de sangre en su cabeza, estaba inconsciente.

–Calma, chulita. Tu perro faldero está bien...por ahora.

–¿Quién los mandó? ¡Hablen, si hablan en español es alguien de México!

–¡Uuuy! Además de guapa es inteligente, ¡y muerde! –Exclamó uno de los que sostenían a Matamoros, hizo señas al otro y se lo llevaron fuera.

Mientras, los otros me amordazaron la boca e hicieron un gran torniquete en mi herida para detener el sangrado, me estaban sacando a rastras de la casa, un poco lejos nos esperaban dos camionetas negras donde ya estaban dejando a Matamoros dentro, al parecer se aseguraron de ser lo más discretos posible pues sus armas tenían silenciador y no había nadie cerca, conocía esos métodos de operar.

Sabía que con patalear y gritar no lograría nada, debía ser más inteligente que eso. Cuando abrieron la cajuela para dejarme dentro, uno de ellos habló.

–¿Por qué carajos no le metiste un buen cachazo a la perra esa? Se mueve como lombriz, ya duermela un ratito.

–El patrón dijo que no se nos pasara la mano con ella, imagínate que del golpe se muere, es mujer. Ustedes vayan adelantándose que nosotros vamos a acomodar a esta.

Idiotas. Aproveché que discutían para tomar una piedra del suelo y meterla en la cajuela, la escondí rápido gracias a la poca llegada de luz hasta ahí.

Los otros espabilaron a irse, en el momento en el que me pusieron de espaldas para amarrarme las manos, tomé la piedra y con toda la fuerza contenida que me quedaba le di en la cabeza a uno de ellos, tanto que cayó inconsciente. El otro soltó un espasmo por la sorpresa, aproveché eso para tirarme sobre él tratando de quitarle la pistola.

Rápido, me bajé la mordaza de la boca para hablar.

–¡Desgraciado! ¡Dime quién fué el cabrón que los mandó!

–¡Cállate perra! –jaló mi cabello hacia atrás alejándome un poco de él, se fué con su mano a mi cuello esta vez dejándome a mí abajo –¡Mierda, quédate quieta!

Me brindó una bofetada y forcejeamos, metí mis uñas en sus ojos provocando que soltase un grito, aproveché para jalonear su brazo y arrebatarle la pistola. A duras penas pude levantarme en un pie.

–Maldito, ¡dime quién los mandó!

Me miró con saña, como pensando en si hablar. Solté un disparo en su hombro para provocarlo más.

–O hablas, o el próximo se va a tus testículos, cabrón.

–Braulo Padilla.

Braulio.

Padilla.

Braulio Padilla. Esas dos simples palabras hicieron eco en mi cabeza.

–No...no, eso no es cierto porque....porque el está muerto...–musité.

Alma de Acero || NavagraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora