CAP 26 - Familia.

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"Ya no necesito que me quieras, pero daría lo que fuera por desearlo."

***

José Luis:

Es usual que tenga visiones muy cerradas de la vida.

Bueno, no tanto, pero sí me gusta quitarles profundidad, ¿para qué ponerme a hacer reflexiones filosóficas?

En lo único que hago una excepción es en dos cosas. Primero, la vida misma. Segundo, el amor.

A la vida la imagino como una rama, a veces caen pajaritos sobre ella, tantos como para que con el tiempo, se empieze a quebrar por tanto peso. Pero, siempre hay una excepción, ese o esos pajaritos que vuelan cerca de ti y te susurran "tú puedes". Es raro, la rama empieza a quebrarse, pero tus pajaritos te ayudan a sostenerla y que no se caiga... a veces los pájaros que te agreden empeizan a volar lejos y se van junto al peso, no sabes si volverán, pero me gusta pensar en que unos simples pájaros no tienen tanta fuerza como yo, y no serían capaces de quebrar mi rama por completo.

Yo y esos que me susurran logramos sostenerla, no necesito a nadie más.

Me siento estúpido por mi escenario mental con ramas y pajaritos, no sé si eso me hace menos hombre... ¿lo hace? ¿Está bien que me gusten las aves y los animales pequeños? Dios.

En cuanto al amor, ¿cómo saber qué putas es el amor? Es decir, las personas piensan que hay que saber diferenciar el deseo del amor, el amor del cariño, el cariño de la costumbre y todas esas estupideces. Estoy acostumbrado a ignorar todo eso y brindarle toda la atención al deseo

Lo difícil viene cuando el deseo, el cariño y un tercero... la costumbre. Se empiezan a juntar en tu cabeza y se forma una especie de ensalada, y allí estás tú tratando de agarrar solamente esos ingredientes que te agradan.

Ignorando a esa comida a la que estás acostumbrado, porque estás cansado de ella, la comiste tantas veces que cuando se fué, te aliviaste. Ahora que volvió, ya no tienes esa emoción de antes...

Aún así, la sigues comiendo, porque aunque a nadie le guste, tampoco es como que hagan algo para que no la comas, la comida y las personas te dejan sentado en esa mesa y tú tienes que encarcarte de lo que vas a comer y lo que no.

Bueno, casi todas las personas.

-¿Entonces, aceptan?

-No lo sé, mamá, la verdad es que yo no...

-¡No te preocupes! -Saltó, interrumpiendo a mi hijo mayor -Te juro que esta vez, todo va a ser diferente.

-A todo esto, ¿de dónde ese cambio tan repentino? -Me metí a la conversación, ya impaciente por saber en qué estaba pensando al venderme esa propuesta tan, supuestamente, tentadora.

-¿Qué tiene de malo que quiera una salida con mis hijos? Solamente vamos a ir a comprar, pasear. Ya sabes, todas esas cosas que los niños adoran.

-Lo malo es que no me metiste a ese plan, de ninguna manera voy a permitir que estés sola con ellos.

-Está bien que no confíes en mí, pero sabes que nunca les haría daño, José Luis, son mis hijos.

-Pues, nosotros tampoco confiamos en ti. -Dijo Lucho, ya estresado por la discusión.

Ella, para mi sorpresa, no reaccionó de mala manera. Solo se agachó a la altura de mis niños, mirándolos con esa expresión tan neutral que solo usaba cuando estaba a punto de hacer alguna estupidez. -Ustedes, niños, ¿me tienen miedo?

Alma de Acero || NavagraciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora