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— Te odio

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Te odio. —miraste a Sekido con los ojos entrecerrados y con una expresión seria.

El nombrado, quien estaba sentado en el otro sofá cerca tuyo y estaba en su celular, te miro y alzó la ceja.

Cabía recalcar que al final si te había dado una pastilla para no quedar embarazada

¿Y eso porque? —este preguntó, mirando nuevamente su teléfono.

Estas bien tranquilo en tu celular cuando yo estoy aquí sin poder caminar bien por tu culpa. —frunciste el ceño, ante tus palabras el ojirojo solo sonrió de lado al parecer aguantándose la risa. — ¡Esto no es para reír, eh!

Si lo es. —seguía aguantándose la carcajada, cada vez más difícil para el. — Lo es porque para empezar tu me seguiste la corriente y aceptaste tener sexo conmigo.

Pero Esque tú también! Yo acepté porque dijiste que ibas a ser gentil y nada que fuiste igual de brusco que un toro. —cruzaste los brazos y miraste a otro lado de forma indignada.

A Sekido le dio ternura tu comportamiento, y solo soltó una leve risa.

Pero a mi no me mientes, lo disfrutaste. —ante eso te quedaste callada. — ¿Ves? Ahora ya no me reproches si sabes muy bien que tocaste el cielo conmigo.

Mañana me tendrás que llevar cargando a mi salón. —le dijiste.

No tengo problema con eso, pesas menos de la mitad de lo que levantó en el gimnasio. —se encogió de hombros.

Eres un idiota...

Pues acabas de tener sexo con este idiota, y para rematarla lo disfrutaste y seguro quieres volver a repe-

Ay, ya cállate! —todo tu rostro se volvio un completo tomate. — Mejor ya me voy a dormir.

¿No quieres dormir conmigo? —Sekido preguntó en un tono burlón.

Negaste con tu cabeza antes de subir las escaleras, directo a la habitación que los gemelos te habían otorgado para que durmieras ahí.

Buenas noches. —te despediste del mayor.

Y, apenas pudiste subir las escaleras pero aún así tenías que apoyarte de la pared, el mayor solo vio esto con una sonrisa algo burlona, si, le gustaba verte así, ya quería verte mañana en la escuela.

[••••]

Si, Sekido está ocupado sin duda. —comentó Karaku poniendo sus manos en su cadera, soltó un suspiro después. — Pero, claro, si gustas yo te puedo llevar en mi espalda a tu salón.

Al día siguiente, buscabas a Sekido para que te llevara en su espalda a tu salón pues si que no aguantabas tus piernas, y pues...te encontraste con ya sabemos quien.

Pedido de pizza | Clones de Hantengu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora