El rugby

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—Me gustas, tanto como el rugby, Samantha. Desde el primer momento en que te vi, antes de todo, ¿No lo recuerdas? Habló, el pequeño nudo en mi garganta se volvió enorme, acaricié su cabello como señuelo de que lo escuchaba y aquel se abrazó a mi cintura.

Claro que no lo recordaba, en el club, fue la primera vez que lo vi.

No podía decir nada, de mi boca no podían salir las palabras adecuadas para decirle que también me gustaba, que lo quería como el me quería, no sabía cómo mierda todo en mi mente había pasado tan rápido, como la aventura se convirtió en deseo, deseo absurdamente enorme, quería besarlo para decirle lo mucho que me gustaba, al ver que no decía nada, presionó su rostro contra mi abdomen.

—Se que no correspondes, tú y yo solo somos esto.

Me deslicé hacia abajo para alcanzar su rostro y lo enmarqué entre mis manos, besé sus labios, tratando de demostrarle lo que sentía.

Subí a su regazo y sus manos acariciaron mi cintura.

Entré a casa y dejé caer las llaves de la puerta en la mesa que usábamos como recibidor, me quité los zapatos y suspiré, caminé a la sala y me dejé caer en el sillón.

No pude decir nada, pero lo entendió.

Entendió que simplemente no me salían las palabras, fue a dejarme en la preparatoria, tomé un par de clases y él se quedó en casa, en el camino no intercambiamos más de dos palabras, «hasta mañana».

—Samantha. Habló mi padre, alcé la vista extrañada, ¿Por qué estaba ahí tan temprano?

—Hola pa. Murmuré y pasé un mechón de cabello por detrás de mi oreja—¿Cómo se llama?—preguntó evadiéndome.

—¿Quién? Indague

—No te hagas, dime cuál es su nombre o llamaré a Abril para que me diga.

—Félix. Dije, el asintió, se apoyó en el marco de la puerta y esperó a que siguiera hablando, no sabía que quería que le dijera al respecto.

—¿Son novios? Me dijeron que saliste de la prepa con el.

—¡No! Somos amigos.

—¿Qué hicieron en dos horas? Preguntó, se cruzó de brazos y su expresión estaba aún más seria.

—Fuimos por un café... Excuse falsamente, apretó los labios—¿Y por qué en tu habitación hay condones?—¿Tienen que ser míos? ¿No pueden ser de Verónica? —Gire los ojos, eso sí era verdad, el único que tenía condones era Félix, yo jamás los compré, ¿Para que demonios los usaría yo?

—Si son de ella ¿Qué hacen en tu habitación?—¡No lo sé! Jamás e traído a nadie aquí, no soy estúpida.—Mordí la parte interior de mi mejilla y lo vi de mala manera.

—Bien, pero si me entero de algo más ya no vas a estudiar.

—¿Qué te sucede? Pregunté irritada entre dientes.

—Nada más cumpliste años y cambiaste, ¿Qué pasó con mi niña, Samantha? No te conozco.

—Jamás me conociste, soy lo suficientemente madura para saber lo que hago y sé que yo ni tengo novio ni me e acostado con nadie—Mentira, mentira tras mentira.

—Deja de mentirme—¡No te miento! ¡De que me serviría si de todos modos no me vas a creer! Espeté, frunció el ceño, caminó hacia mi y me agarró el mentón obligándome a verlo, por un momento muy repentino me acordé de Félix.

—No-me-grites.

De un movimiento sutil de cabeza me solté de su agarre.

—De igual manera, si quieres puedo traer a cinco chicos a casa. Hable con ironía, el sonrió

Your Sweet Kisses| Riverduccion Donde viven las historias. Descúbrelo ahora