El viento sobre tu cara y margaritas a flor de piel

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Hacía ya dos días que Aurora estaba en el campamento y a pesar de lo bien que la estaba pasando con todas las actividades se sentía realmente agotada. El dormir en un catre los últimos días había causado fuertes dolores a su espalda y había ocasionado que se sintiera más cansada de lo normal pero un así ella estaba muy feliz de poder participar.

Durante los días que estuvo allí tenía que levantarse muy temprano y así poder encontrar una buena regadera para ducharse, después cambiarse alistarse y poder ir a desayunar. La comida y el desayuno lo tomaba por lo regular a las 6 de la mañana, era realmente tedioso tener que hacerlo pues era como ir a la escuela pero por alguna extraña razón a ella le agradaba y aunque lo hacia con pereza sabía que era clave para poder sacarle provecho a todo el día. Durante la hora de comida siempre servían cosas básicas, unas más ricas que otras por supuesto porque para el desayuno pudo haber sido plátanos cocidos, duros y sin sabor y en la tarde pollo en barbacoa con puré de papas. ¿Irónico cierto? Pero a todos les encantaba.

Esa mañana Aurora había despertado con energía y con ganas de correr, para su suerte era justo la actividad que en campamento tenían planeado. Por mucho tiempo se había organizado un día de deportes en los cuales se pudiera hablar de la importancia de la salud de nuestro cuerpo al realizar ejercicio y la buena alimentación que debíamos de tener al implementar una dieta balanceada. El campamento tenía varias áreas para desarrollar las actividades físicas, entre ellas había, voleibol, básquetbol, fútbol, ajedrez, futbolito y la carrera. 

A Aurora le encantaba el voleibol pero por un momento antes de inscribirse pensó que tal vez no era muy buena y que haría perder a sus compañeros por lo que decidió no anotarse en el equipo. Tiempo más tarde no sabía que hacer y terminó siguiendo su deseo mañanero, ir a correr. La mañana anterior al ir a desayunar se le mojaron sus tenis al salir de la carpa pues durante la noche había caído sereno y el pasto estaba sumamente mojado. En casos de emergencia su madre le había dado sus tenis para que los utilizara ''solo por si acaso'' ese instinto de madre protectora siempre ayuda a todos los que lo siguen. Entonces utilizó los tenis de su madre para correr la carrera. Cuando se encontraba en la línea de meta puedo ver que algunos de sus amigos y conocidos se encontraban en la meta listos, calentando para no tener lesiones y disfrutar el aire fresco de la mañana. Aurora se hizo una cola alta, arregló su ropa deportiva y tomó su botella de agua para también prepararse; según ella sería algo fácil pero cuando le dijeron el trayecto solo veía estrellas en el cielo en lugar del azul celeste que reflejaba la mañana. 

El trayecto de la carrera era cruzar las montañas a ritmo constante, pasar el lago y luego el bosque que estaba adentro del campamento. Aurora al escuchar eso pensó que lo único que la salvaría sería no participar pero realmente no podía dejar que su mente la desmotivara. Recordó que su cuerpo era capaz de hacer cualquier cosa lo único que tenia que hacer era convencer a su cabeza de que podía. Todo el camino estaría señalizado y no habría manera de perderse pues los guías estarían ahí para ayudarlos, en el bosque todo lo que correrían sería camino señalado por lo que tampoco habría manera de desviarse. En el camino estaría sola pero sabía que mediante fuera perseverante lograría su meta. Al llegar al final de la carrera no habría ganador en distintas posiciones pues al todos lograr cruzar el trayecto se hacen merecedores de la medalla como reconocimiento de que pueden lograr lo que se propongan. 

Los llamaron a la línea de salida.

-Todos en sus marcas

Todos se alistaron

-Listos...

Todos estaban nerviosos

-¡Fuera!

Todos los participantes salieron disparados hacia el trayecto. Durante los primeros minutos fue agotador como era de suponerse, sin embargo al ir subiendo la primera colina para ir a la montaña su pudo apreciar el aire frío de la mañana. La niebla que aún se hacía presente por lo temprano que era y al subir a la primera cuesta ya podía respirar un aire fresco, frío y saludable que rondaba por las montañas. El aire entraba y salía de sus pulmones con clama y con intensión de mantenerla estable. Los rayos del sol le dieron la bienvenida a las alturas con un cálido abrazo, un sol que no quemaba ni tampoco molestaba si no que era uno que daba luz y era agradable para el ambiente. Los paisajes eran impresionantes todo era verde y se podía ver la copa de los pinos que habían en el camino. Habían pajaritos que cantaban y diferentes animales que apenas si se podían apreciar por lo lejos que se encontraban. En lo alto de las cuestas habían aves volando y desde la altura en que se encontraban se podía distinguir la diversidad de especies que había y lo hermoso que era su vuelo.

Ya iba a medio camino cuando notó que el lago estaba cerca y que la bajada de la montaña no parecía tan fácil como se la había imaginado, habían rocas, mucha tierra y césped mojado por lo que sería algo complicado pero no imposible. Al pasar todo eso con mucha cautela miraba las pequeñas flores silvestres que habían crecido por el camino. Habían rojas, azules, moradas, amarillas, rosas y blancas. Se sentó un momento a ver el lugar. Era sumamente hermoso. Todo era verde con grandes árboles rodeándola por doquier, con aire puro, expuesta a la naturaleza, con animales silvestres y pequeñas mariquitas; las mariposas tenían las alas más hermosas que había visto y aunque anteriormente había sido testigo de la belleza de las mismas estas le parecían extraordinarias. Respiró, cerró sus ojos y solo disfrutó. El viento sobre su cara, los sonidos relajantes en todo lugar, el sentimiento de tranquilidad que le transmitía el lugar y la paz interior que sentía al estar ahí. Todos habían pasado ya y habían dejado rastro del camino pero Aurora se preguntó porque nadie admiraba semejante belleza como esta y si sería prudente quedarse más tiempo. Pasaron los minutos y disfrutó un poco más, la belleza del lugar y la energía que en este emanaba llamaba a Aurora a querer quedarse allí por siempre o por lo menos vivir en un lugar así algún día, alejado de la cuidad con quien compartir y tener siempre un sentimiento neutro de calma y tranquilidad. Pronto siguió su camino al lago y fue lo más precioso que pudo ver, el agua era cristalina con algas y renacuajos por dentro y muchas flores que crecían en el agua gracias a las maravillas que el mundo tiene. Aurora suspiró al ver algo que impactó en ella y siguió...
Al llegar al bosque pudo apreciar a los animales que estaban ahí, los grandes árboles que crecían y los enormes robles que parecían 10 veces más viejos que ella. Recordó el mito de su prima de que si alguna vez abrazabas a un árbol este intercambiaba energías contigo, te daba fuerzas y fortaleza. Aurora sonrió ante el recuerdo y corrió. Después de tantos esfuerzos sintió que ya no podía más y calló rendida al suelo. 

Se sentó y meditó

Pasó el tiempo y decidió volver al campamento, estaba cansada y agotada pero lo había disfrutado, el tiempo sola la ayudó y la hizo sentir protegida. 

Ese día pudo sentirse libre, ella misma, disfrutando de sus lugares favoritos en el mundo y así poder ser feliz con las maravillas ocultas que trae el mundo dentro de si.

Cuando cayó la noche fue al comedor a ver a sus compañeros. Juntos platicaron sobre sus experiencias en el día y disfrutaron de pasar un tiempo juntos. 

Entre risas y chistes la hora se pasó volando y mientas ellos deseaban pasar más tiempo conviviendo llegó la hora de ir a dormir.

Cuando iban camino a las carpas ya en pijamas Aurora habló con Sara.

-Oye Sara, vi que te divertiste ¿no es así?

-Sí, y vaya que lo hice, ¿tú que tal?

-Todo perfecto... fue maravilloso...

-Me alegro que así haya sido.

Cuando llegaron a la carpa estaban congeladas por el frío.

-Entra entra que me muero del frío.

-Ya, ya, cierra, cierra.

Ya adentro ambas de abrazaron y sonrieron.

-Que aventura la de hoy ¿no crees?

-Vaya que sí.

Cuando ambas estaban ya acurrucadas cada una en su bolsa de dormir sonrieron y con la luz de la lampara se desearon buenas noches.

-Buenas noches, nena.

-Buenas noches, Sara.



Ni un verso másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora