Capítulo VII

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Llevábamos un rato peleando. Apenas había podido atacarlo un poco, era demasiado rápido.

―¿Ya estás cansado Taiyō? Si apenas estamos comenzando― Se burló y me lanzó otro de sus ataques de hielo.

Yo lo destruí con mis llamas sin problemas. 

Tenía que atacar de frente para extraerle un poco de sangre, pero no dejaba que me acercara a él ni un poco. Tendría que recurrir a una nueva técnica.

―Técnica demoníaca, ¡espada de llamas!

En cuestión de segundos los brazos de Douma se cortaron y cayeron al suelo mientras se regeneraban otros nuevos.

Era mi única oportunidad de recolectar un poco de su sangre. No perdí el tiempo y lancé ráfagas de fuego que lo rodearon para que no pudiera verme. Me agaché y puse una de las jeringas de Tamayo en uno de los brazos.

Extraje su sangre en cuestión de segundos y cuando termine disipe las llamas.

―No sé cual era tu intención con ese ataque―Exclamó con una sonrisa algo torcida, como si sospechara de mí―. Pero debo admitir que estuvo genial.

Antes que pudiera notarlo me tumbo en el suelo con su abanico en mi cuello.

―¿Te rindes? No creo que tengas tanto poder como para regenerar tu cabeza.

Odie la sonrisa de victoria que me dedicó. Tenía razón, era mejor rendirme. Después de todo ya conseguí lo que quiero.

―Felicidades, ganaste. Me rindo, ahora quítame tus manos de encima.

No tuve que esperar mucho, en segundos estaba frente mío y me ofrecía una mano de ayuda.

―La verdad no esperaba mucho de ti― Dijo cuando me ayudó a levantarme―. Pero me dejaste sorprendido ¡Tu técnica es genial! Si la mejoras, podrías llegar a convertirte en una de las doce lunas demoníacas. 

―Gracias por el cumplido, pero no creo llegar pronto. No pienso comer humanos para tener más poder.

Se acercó a mi con cautela y extendió su abanico.

―Mmm qué conmovedor, pero te darás cuenta que entre más tiempo seas demonio, más difícil será contenerte.

Lo miré atentamente y pude notar como su mirada reflejaba una curiosidad como si quisiera saber que escondo. Que tipo tan intenso.

―Bueno, creo que ya debería irme.

―¡La estábamos pasando tan bien! ¿No quieres quedarte un rato más?

―Gracias por la invitación, pero no quiero tener problemas con Muzan-sama.

Y antes de que me reclamara, unas puertas del castillo infinito aparecieron frente a nosotros.

―Esa es mi señal. Nos vemos luego Douma.

Crucé la puerta y me encontraba en un bosque desolado, antes de que la puerta se cerrara Douma me llamó.

―¡No veo la hora de que vuelvas! ¡Te estare esperando!

Asentí antes de desaparecer en la penumbra de la noche.

. . .

Cuando me aseguré que las puertas ya no estaban busqué en uno de mis bolsillos la medicina que me dio Tamayo, agarre un frasco y me lo tomé. Mi cuerpo intentó vomitarlo, pero me obligue a tragarlo. Sabia como si te dieran polvo de ladrillo con vomito. 

Dulces sueños - (Tanjiro Demonio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora