Una disculpa mal dicha

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Pov's Nico...

-¿Como se encuentra?- Pregunte a la enfermera que tenía ante mi. Sin duda ya la había visto, pero no recordaba su nombre.

-El estará bien, ha tenido mucho estrés, debe descansar- Dijo dulcemente. Sin duda si no fuera útil, no sobreviviría más de un día aquí- Despertara dentro de unas horas. Ahora si me permite, su majestad, me retiro- Anuncio a lo cual yo asentí distraídamente. Este idiota había tenido un pico de estrés, sin duda no era su día y, yo se lo recordaría en cada oportunidad que tuviera.

 «¿Habrá sido mi culpa? Digo, después de todo yo fui quien causo todo este alboroto ¿No?» La posibilidad de que fuera mi culpa me azoto de repente. Tal vez era cierto, tal vez no, tal vez a medias. Pero aun así allí estaba.

-Sal de mi cuarto- Me sobresalte cuando lo oí. Estaba sentado dispuesto a pararse y no parecía de buen humor- ¿No me has oído?- Sin duda estaba de mal humor. 

 «Seguramente es tu culpa» El pensamiento resonó como un eco lejano

 «Cállate» No era momento para esto.

-No deberías pararte, debes descansar- Dije frunciendo el ceño.

 «Diablos parezco Will» Pensé. 

-Vete- Dijo cortante y se paro igualmente, fue al baño por unos minutos y, después volvió con un frasco en sus manos- Te he dicho que te vayas- Parecía estar a punto de tener otro pico de estrés, pero no me importaba, al menos no en ese momento.

-Has estado inconsciente por cuatro horas- Me acosté en uno de los sillones que había por ahí, apoyando mis piernas en uno de los apoyabrazos y mi espalda en el otro- ¿Has tenido dulces sueños?- El solo frunció el ceño- Me lo tomo como un no- Dije mientras comenzaba a observar la habitación.

 Nunca antes había entrado allí, ni el a la mía, pero como veo que no le importo entrar a la mía, me tome las mismas molestias que el. El jamás me lo permitió, más bien me lo prohibió, pero esta era una buena ocasión para desobedecerlo. Comencé a observar con detenimiento el lugar, las paredes estaban pintadas de un azul oscuro y había mapas y planos colgados en ellas. Había un ventanal con vista al mar. Era muy similar al mío, solo que más desordenado, más azulado y más un Percy furioso. 

-¡Di Angelo!- Me llamo y desperté de mi tour por su cuarto, para verlo a el. Tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados- ¿Me has escuchado?- Me pregunto alzando una ceja.

-¿Tenía que hacerlo?- Inquirí y, me arrepentí casi al instante, pero no dejaría que me hablara así. 

-¡VETE!- Se acercó a paso firme a mi y me levantó del sillón de un tirón y, me arrastro hacia la puerta

-¡Oye! ¿Qué te pasa?- Me gire hacia el y el solo me observo con furia, pero pude detectar lo cristalino en sus ojos, conocía bien aquella mirada- ¿Estas bien?- Apenas termine de formular la pregunta cuando el azote de la puerta decidió seguirla. 

-¡VETE, DI ANGELO!- Escuche su grito desde adentro y decidí olvidar todo lo que había visto. 

-¡VETE A LA MIERDA, JACKSON!- Le grite y salí a paso veloz de ahí. 

 No pensaba volver ahí, ni siquiera ir a otra estúpida reunión ni aunque le agarrara otro pico de estrés. Tenía cosas mucho más importante que hacer, más que sentarme en un trono y recitar los informe una y otra vez, sin mover un dedo más que solo para señalar algún lugar de un mapa. Quería estar en tierra firme. Quería salir del maldito océano. Quería ir a las misiones. Quería hacer algo más. Pero no. Jackson eso no lo permitiría, según el debíamos esperar el momento indicado. Y no es que no estuviera de acuerdo en eso, pero llevaba esperando casi toda mi vida y llevaba más de dos meses en este estúpido barco o lo que fuera.  

PERCY JACKSON: EL ÁNGEL CAÍDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora