21. Las Cuatro

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Violeta se revolvía inquieta en la cama, su mente llena de pensamientos tumultuosos que la mantenían despierta. A su lado, Chiara dormía plácidamente, ajena al torbellino emocional que atormentaba a su nueva compañera de vida. La habitación estaba sumida en una penumbra suave, apenas iluminada por la luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas entreabiertas.

Después de horas de silenciosa contemplación, Violeta no pudo contenerse más. Giró con cautela hacia Chiara, observando su rostro sereno mientras el corazón le latía con fuerza en el pecho. Decidida a liberar el peso que la oprimía, tomó una bocanada de aire y, con voz temblorosa, comenzó a hablar.

"Chiara" susurró, apenas audible en la quietud de la habitación. "Hay algo que quiero decirte".

Chiara se removió ligeramente, despertando de su sueño profundo. Parpadeó lentamente, enfocando sus ojos en Violeta con una expresión de somnolencia. "¿Qué pasa, amor?" preguntó, su voz ronca por el sueño.

Violeta tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. Las palabras parecían atrapadas en su boca, pero sabía que no podía seguir ocultando sus sentimientos. "Tengo miedo" admitió finalmente, sus palabras apenas audibles "Miedo de no ser suficiente para ti, miedo de arruinar esto antes de que siquiera comience. Tengo tantas inseguridades, Chiara, y me aterra que te des cuenta de ello y decidas irte".

Chiara la miró con ternura, sus ojos claros destellando compresión y afecto. Extendió una mano para acariciar la mejilla de Violeta, como si quisiera borrar todas sus preocupaciones con un simple gesto. "Violeta, escúchame", comenzó con voz suave pero firme "Tus inseguridades no te definen. Eres increíblemente valiosa y especial, y estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino. No tienes que enfrentar tus miedos sola, ¿entiendes?"

Las palabras de Chiara penetraron en lo más profundo del corazón de Violeta, disipando parte de la oscuridad que la envolvía. Una lágrima solitaria resbaló por si mejilla mientras asentía con gratitud. Se sentía vulnerable al exponer sus miedos más profundos, pero también aliviada al saber que no estaba sola en su lucha.

Abrazadas en la penumbra de la habitación, Violeta y Chiara se sumergieron en un silencio reconfortante, dejando que el peso de las palabras compartidas se disolviera y se dejaron llevar por el sueño, juntas en un abrazo protector.

Cuando Violeta se despertó a la mañana siguiente, el espacio junto a ella estaba vacío. Un escalofrío de temor recorrió su espalda mientras su mente corría descontrolada, imaginando lo peor. ¿Había sido todo una ilusión? ¿Chiara había decidido abandonarla después de escuchar sus confesiones?

El pánico amenazaba con consumirla cuando escuchó el suave murmullo de voces provenientes de la cocina de su habitación del hotel. Con el corazón el la garganta, se levantó de la cama y se dirigió hacia el sonido, temiendo lo que podría encontrar.

Al entrar en la concina, se encontró con Chiara preparando el desayuno con una sonrisa en el rostro. El aroma tentador de café recién hecho y pan tostado llenaba el aire, disipando la niebla de ansiedad que había nublado su mente.

Chiara se volvió hacia Violeta, sus ojos brillando con afecto. "Buenos días, Vivi" saludó, extendiendo una mano para tomar la suya. "Espero que hayas dormido bien. Quería sorprenderte con el desayuno esta mañana".

Violeta se quedó sin palabras, abrumada por el alivio que la inundaba. Todo el miedo y la incertidumbre de la noche anterior se disiparon ante el cálido gesto de Chiara. Se aceró a ella con pasos vacilantes, envolviéndola en un abrazo apretado.

"Gracias" murmuró Violeta, sus palabras cargadas de emoción. "Gracias por quedarte, por entenderme, por estar aquí".

Chiara la sostuvo con ternura, devolviendo el abrazo con fuerza. "Siempre estaré aquí para ti, Violeta" prometió con convicción. "Juntas podemos superar cualquier desafío que se nos presente".

Y en ese momento, con el sol brillando a través de las cortinas y el aroma del desayuno llenando la habitación, Violeta supo que, aunque sus inseguridades pudieran resurgir de vez en cuando tenía a Chiara a su lado para ayudarla a enfrentarlas. juntas, eran más fuertes que cualquier temor que pudiera separarlas.

Después de un desayuno reconfortante y lleno de complicidad, Violeta y Chiara se prepararon para recibir a sus amigas Ruslana y Denna, quienes habían llamado a la puerta de su habitación de hotel. Con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de alegría, Violeta abrió la puerta para darles la bienvenida.

Ruslana, entró en la habitación con un saludó efusivo como siempre. "Hola, chicas" exclamó, extendiendo los brazos para abrazar a Violeta y Chiara. "Espero que estén listas para pasar un día increíble juntas".

Denna, con su estilo desenfadado y su sonrisa radiante, siguió de cerca a Ruslana, saludando a las demás con entusiasmo. "Buenos días" saludó, mirando a Violeta y Chiara con complicidad. "Estamos emocionadas de pasar tiempo con ustedes antes de unirnos al resto del grupo".

Violeta asintió con una sonrisa, sintiéndose agradecida por tener a estas increíbles mujeres a su lado. Juntas, formaban un grupo diverso y lleno de energía, cada una aportando su propia chispa única a la dinámica del grupo.

Después de unos minutos de risas y charlas animadas, decidieron salir a explorar la ciudad antes de reunirse con el resto del grupo. Se despidieron del confort de la habitación del hotel y se aventuraron a las calles, ansiosas por descubrir lo que el día tenía reservado para ellas.

Caminaron por las pintorescas calles adoquinadas, deteniéndose de vez n cuando para tomar fotos y disfrutar de la arquitectura impresionante que los rodeaba. Hablaban y reían como si no hubiera un mañana, compartiendo historias y secretos mientras se sumergían en la atmósfera vibrante de la ciudad.

Con el paso de las horas, el sol alcanzó su punto más alto en el cielo y el calor del día comenzó a hacerse sentir. Decidieron refugiarse en una acogedora cafetería para disfrutar de un merecido descanso y reponer fuerzas antes de continuar con su aventura.

Sentadas alrededor de una mesa, compartieron café y pasteles, disfrutando de la compañía mutua y la sensación de comunidad que las unía. Ruslana y Denna intercambiaban miradas cómplices de vez en cuando, recordando a Violeta y Chiara lo especial que era encontrar a alguien con quien compartir una conexión tan profunda.

Después de un rato de relajación y conversación, decidieron que era hora de reunirse con el resto del grupo y continuar con su día de exploración. Se despidieron de la cafetería con la promesa de hacer planes para encontrarse de nuevo pronto, sabiendo que los laos de amistad que compartían solo se fortalecerían con el tiempo.

Con una sensación de gratitud y alegría en sus corazones, Violeta, Chiara, Ruslana y Denna salieron a la calle, listas para enfrentar cualquier aventura que el destino les tuviera reservada o más bien trastada. Juntas, formaban un equipo imparable, dispuestas a hacer que cada momento juntas fuera inolvidable. 

Destinadas a conocernos - KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora