— ¡Gandalf! Espérame... —el istari gris detiene el galope de su caballo. Espera a que termine mi carrera y pueda estar al fin a su lado—. Espero que hayas podido encontrar lo que buscabas en la biblioteca de Minas Tirith.
— Mi querido amigo, agradezco tu cortesía pero no puedo revelarte cual es mi cometido, como te dije nada más entrar en la ciudad.
Miro avergonzado el suelo, ¿tan evidente es mi curiosidad?
Los ojos ensombrecidos por las pobladas cejas de Gandalf buscan algo más que quiera contarle antes de partir. Aunque no sepa con claridad cuales son los cometidos del mago, sé perfectamente que tiene prisa.
— Gracias por el consejo. Dentro de poco, si consigo convencer a padre, me verás en la casa del señor Elrond.
Un tierna sonrisa aparece en la anciana cara del istari.
— Eso espero, no sabes lo que me alegra estar cerca de tu inagotable sed de conocimiento —cuando se dirige para continuar su camino, recuerda algo importante-. Si el senescal de Góndor os vuelve a castigar por seguir mis consejos, dentro de poco sufrirá una grande amenaza... avisarle, pues quien advierte no es traidor —da un fuerte golpe en los lomos de su blanco corcel y sale por las enormes puertas de la ciudad.
Regreso pensativo hacia la casa de los senescales, situada encima de la gran ladera de la montaña donde Minas Tirith está situada.
— ¡Buenos días señor Faramir! —uno de los soldados que cuidan del hogar me saca de mis pensamientos y reacciono demasiado tarde.
— Buenas, espero que esta jornada salga sin ningún imprevisto —pongo la mano con nervios sobre la espada ceñida en mi cinturón.
— ¿Hay algún tipo de problema? —miro los brillantes ojos de aquel hombre.
Puedo ver cómo él es una persona de gran corazón pero con demasiado orgullo. Seguramente esté ansioso de una buena batalla para conseguir un buen cargo. Pero con lástima ha llegado demasiado tarde, porque hace unos días tuvimos que luchar por Osgiliath.
Boromir y yo comandamos la defensa y estuvimos entre los pocos que lograron sobrevivir cuando la mitad oriental de Osgiliath fue tomada y los puentes, situados a lo largo del Río Anduin, fueron destruidos.
— ¿Por qué lo pregunta? —intento hacer que no se note mi deducción en la voz.
— Ese gesto, el de poner la mano sobre el mango del arma, sólo lo hace cuando tiene que hablar con su padre.
— Y así es. Debo comunicarle un mensaje bastante extraño, pero que puede ser rechazado por su autoridad.
— Comprendo mi señor, suerte pues -asiento con la cabeza y con una gran toma de aire me dirijo a entrar en el edificio de los senescales.
— ¡Faramir! Mi querido hermano pequeño, te he estado buscando por todos los lados —cuando me giro para comprobar si se trata de Boromir recibo un golpe en la cara y caigo de bruces.
Escucho la escandalosa risa de mi hermano y veo cómo los guardias se acercan para ayudarme a levantar.
— Las puertas se han cerrado por una fuerte corriente de aire, mi señor —acepto la ayuda de uno de los sirvientes, me levanto y pongo la mano sobre la nariz—. ¿Estáis bien?
— Sí. Sólo es un simple golpe.
— Puedo esconder tu torpeza ante padre y decirle que ha sido un recuerdo de alguna batalla, o si quieres algún recuerdo de una linda señorita que parece ser más débil de lo que dice su apariencia.
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En la sombra de mi hermano.
RandomSoy Faramir, hijo de Denethor II y de Finduilas, hermano menor de Boromir por cinco años. Nací en el año 2983 de la Tercera Edad. Mi familia es de importante cargo, siendo senescal de Gondor mi padre y mi fallecida madre hija del príncipe Adrahil de...