Miro con los ojos vidriosos a Séfora. Ella también ha podido ver, aunque no con tanta claridad, el cuerpo de mi hermano y su espada caída. Todo intacto salvo su cuerno...
Me giro y con el cuerpo temblando prácticamente olvido que ella me está acompañando. Marcho hacia el campamento con temor, con una sombra de grandes magnitudes cubriendo mi mente, mi juicio y mi ser.
— ¿Te piensas ir sin más? —no me había percatado de que Séfora retornaba detrás de mi hasta que, después de carraspear, me ha hablado.
— Ya no puedo continuar en este lujurioso recuerdo de amor que me ha apartado de nuestro verdadero cometido. Padre nos mandó a...
— Tu padre también te ordenó que me matases si esto resultaba ser cierto.
Me giro, imponente por no poder llegar a ser tan valiente o insensato como ella.
— Sí, y es por eso por lo que tenemos que marcharnos. Cuando él sepa que era cierto ordenará a otro soldado, que no haya tenido escrúpulos en ningún momento... y ten por seguro que tu cabeza rodará frente a su trono de piedra. Porque Denethor ya no es aquel Senescal que aceptó el cargo con conciencia. Él ha sucumbido al poder y no quiero imaginarme que nos hará ahora a nosotros.
Su cuerpo se pone en tensión y estudia el mío con precaución y revisando todos los detalles posibles.
— ¿Nosotros? ¿No era sólo mi cabeza la que rodaría? —veo su sonrisa picaresca que intenta distraerme de mi tarea por recoger el campamento que hemos montado.
Me acerco a ella y con semblante serio (algo que la hace tener un cierto escalofrío cargado de temor) agarro su cintura y le robo un beso.
— Ahora me odiará todavía más que aquellas veces que me encontraba con Gandalf —susurro con prepotencia. Ella comienza a colaborar y tras tranquilizarme vuelvo a mirar sus profundos ojos—. Séfora, sabes que te compensaré más adelante y que no puedo...
— No me vuelvas a venir con ñoñerías, sabes que no me gustan. Además, creo que ha sido suficiente con lo de ayer ¿o me estás intentando decir que no te sirvió?
Río y tras revisar que tenemos todo, me acerco, la abrazo y la ayudo a montar a su caballo.
El camino se torna silencioso. Cada uno repasa lo que ha sucedido e intenta vislumbrar el horizonte de un futuro turbio y lleno de complicaciones. En mi cabeza, sólo aparecen pensamientos sombríos que me recuerdan la partida desde Gondor en la que Denethor.
"Ella es una hechicera, una bruja nacida desde las profundidades del mal, del mismo mal del que intentamos salvar nuestro reino, del mismo que ha hecho que tu hermano parta a la última morada de los elfos. Podría tornar su poder en nuestra contra, no podemos arriesgarnos a que presagie más muertes."
Sin poder evitarlo, giro mi rostro y la repaso una última vez. Sin embargo, la culpa me reconcome. ¿Por qué si es una orden que no quiero cumplir siento que debería de hacerlo? Ella es una mujer sana, completamente humana y que simplemente ha vivido la tragedia de tener un mal augurio. ¿Acaso no vi yo lo mismo en un sueño?
Estoy demasiado cansado, perdido entre mis sentimientos y aquellas emociones que me incitan aquellos de los que me rodeo.
Denethor, quien debería de ser un personaje en mi vida lo suficientemente capaz de mostrarme que me quiere, sólo hace que sienta lagunas en mí día a día. Y, por el contrario Séfora, quien debería de ser un amor pasajero según todas las historias de romances, se muestra como un libro abierto pero misterioso que derrocha confianza y el amor que yo tanto anhelo.
Nunca podría haber llegado a pensar que lo más duro de mi vida no hubiese sido el hecho de perder contra ella, si no que eso era un pequeño espina que debería soportar para alcanzar por completo a la flor escondida en el rosal.
El camino se nos hace corto, o largo en comparación con la ida hacia nuestra cita aniversario, pero el paisaje invernal sigue siendo bastante alegre en comparación con otros años. Los pájaros trinan, algunos ojos tímidos persiguen el trote de nuestros animales o atisban con curiosidad el pelo ondeante de Séfora. Nuestras capas de colores vivos viven al compás que lo hacen los corceles con cada paso que dan, cada fuerte respiración indica que el próximo movimiento del trozo de tela será más vivo que el anterior.
El sol, que acompaña con alegría nuestro camino, reposa el cuerpo de sus rayos tumbado sobre las nubes y repasa el camino de la reluciente piel pálida de Séfora por los campos que comienzan su deshielo con paciencia. Mientras, las sombras juegan distorsionando la realidad e intentando hacer que nuestro camino sea más ameno.
"Quiero que llegado el momento puedas demostrar que tu palabra y tu fidelidad son tan fuertes como tu afirmas decir"
Las palabras bailaban, recordándome lo que no quería pensar llegar a hacer. Sin embargo, el trote del caballo desapareció, no hubo más viento ni tiempo melancólico que poder derrochar durante tiempo subjetivo puesto que durante unos minutos eternos sentimos el horror puro. Un grito que se apodera del campo.
El hielo que se fundía paulatinamente vuelve a solidificarse; un fuerte vendaval gélido empapa nuestros huesos y acompañado de un dolor profundo, un grito se apodera de lo rayos que nos acompañaban. Séfora grita, mientras que ambos levantamos los brazos cubriéndonos de un golpe que viniese de lo alto: un pánico ciego y un frío mortal caen sobre nosotros.
Temerosos alzamos los ojos. Tan solo podemos ver por unos instantes una figura halada que pasa por delante del Sol como una nube oscura. Casi enseguida desaparece con el rumbo fijo y sin ninguna duda.
Montados en los animales (yo mirando al cielo con los puños crispados, los brazos tiesos a lo largo del cuerpo), dudamos si seguir con la andanza o esperar a que algo suceda.
Después de unos minutos de agonía lenta, con una mirada segura, decidimos que es momento de continuar con nuestro viaje hasta la catara de Henneth Annûn. Somos recibidos como reyes que han pasado una eternidad alejados de sus dominios, más sólo hemos podido quedarnos fuera un día y medio, sin contar con los caminos: eterno y sediento el primero y desgraciado el de regreso.
No ha habido desmadres ni nada por el estilo, pero qué se puede decir... no somos tan malos como la gente dice de los soldados... Sin embargo, ellos aún parece que no han recibido la visita fugaz de aquel ser alado que birlaba la potencia al Sol o que simplemente te arrancaba el alma de cuajo: han sido afortunados.
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En la sombra de mi hermano.
De TodoSoy Faramir, hijo de Denethor II y de Finduilas, hermano menor de Boromir por cinco años. Nací en el año 2983 de la Tercera Edad. Mi familia es de importante cargo, siendo senescal de Gondor mi padre y mi fallecida madre hija del príncipe Adrahil de...