La princesa de los sureños

80 4 5
                                    

Todo ha ocurrido tan rápido...

Ha sido tan fugaz...

Tan inesperado...

Me está costando recordar y confesarme; he tardado más de lo que debería. Ningún soldado sería tan débil como yo en esta situación, mucho menos Boromir...

Boromir.

¿Ha sido él el que ha empezado esto? ¿O es sólo culpa mía?  No debería de haber hecho caso a mis profecías...

Los hobbit me abrieron los ojos. Estaba ciego. No me dí cuenta de la amenaza que tenía al lado, que se hacía más y más fuerte, dándole mayor acceso al poder de Góndor al enemigo.

Séfora.

Ella ha sido una traidora.

Y yo he caído.

He sido un tonto enamoradizo; desesperado por vivir aventuras. No he pensado con la cabeza, ni he visto que todo era demasiada casualidad.

Tras intentar enviar el regalo del daño de Isuldur, el Anillo Único, como obsequio a Denethor, los hobbit me terminaron de ayudar a quitarme el barro de los ojos. Frodo, Sam... y, en especial, Gollum. Sí,  el hobbit trastornado y llevado a la locura por el anillo y la soledad me terminó de indicar con su recelo y temor a Séfora que debía empezar a andar con cuidado.

Y es que las profecías que conseguí ver, no eran las mismas que Séfora veía. Lo mío eran sueños profético que nos ayudarían a salvar la Tierra Media; Séfora nos encaminaba hacia la destrucción.

¿Pero cómo esa piel de porcelana conseguiría algo tan siniestro, tan oscuro, tan sin sentido?

Séfora,  la ahijada de Gandalf, no era más que una de las múltiples facetas de una sureña astuta y peligrosa, atraída por el Enemigo Único.

Estuvo presente en la tortura de Gollum... Por eso él recelaba de ella. No llegó a dormir (incluso el hobbit regordete se empezaba a preocupar) y siempre lanzaba miradas furtivas. Por eso mismo Séfora se interesó en el interrogatorio de los extranjeros y puso atención extrema en el señor Bolsón...

Y seguí sin darme cuenta hasta que mi gente sufrió mi escaramuza.

En una de las ciudades de Góndor aún protegidas por las tropas de Denethor, tuvimos que descansar antes de retornar a la capital. Pasamos una noche tranquila, apetecible y sin prácticamente ningún problema. Sin embargo, mi instinto me alertó sobre la mujer de mis ojos.

Una sombra cubrió el campamento. El señor Bolsón palideció al instante. Un chillidos agudo y molesto atravesaba el cielo y nos retorcía de dolor. Un dolor insufrible, insoportable, que te retorcía las entrañas; y que en ese momento no le hizo nada a Séfora.

Se levantó,  cogió una de nuestras espadas y agarró con fuerza de la capa de Frodo. Su amigo saltó detrás de la mujer, intentando hacerla soltar, pero el cuerpo del mediano no podía parar de retrocede, viniendo miebtras se agarraba con fuerza del hombro.

Y no se me ocurrió hacer nada más.  Nada mas que ponerme delante de ella y mirarla a los ojos. Que no eran suyos, eran oscuros, apagados, sin vida.

-- Deja al mediano. No tiene nada que te interese --dulcificó su mirada... pero tenía que mostrarme firme--. No quiero tener que hacer esto --yo la estaba apuntando con una flecha--. Séfora,  deja al señor Bolsón. Lo que nos interesa de él es sólo el relato de cómo murió Boromir, o de su cometido --aunque en realidad quería decir que me interesaba que te contase que mi profecía había sido buena, padre.

Miro con ojos llorosos a Denethor, sentado ahora en su trono, con la cabeza gacha.

-- Sigue.

Miro al suelo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 02, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

En la sombra de mi hermano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora