Oeste

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Los sueños con muertes me persiguen.

Al principio sólo era Boromir: después de haber estado nadando entre aguas gélidas que apartaban la barca funeraria de mi vista con cada brazada, era consciente de que Denethor esperaba en la otra orilla, lleno de odio por no haber alcanzado la baraca funeraria. Y con esos sueños amargos me despertaba de golpe, cansado y con el nombre de mi hermano.

Después llegó la muerte de Denethor. Por extraño que parezca, ésta llegaba a sobrecogerme el corazón e incluso a paralizarme cuando despertaba los primeros día de Marzo. En un principio, en una habitación a oscuras, Denethor me miraba con el cuerno de mi hermano entre las manos mientras que trataba explicarle lo que había visto. Sin embargo, él miraba una figura confusa que temblaba de miedo. Al no creer mi versión de los hechos, la amenazaba y aquella silueta sin rostro hacía que el cuerpo de mi padre ardiese.

En esas pesadillas, que me han estado persiguiendo durante más de dos días, cada momento era más peliagudo, con sentimientos confusos y contradictorios que hacían que mi boca se secase y no pudiese gritar. El sudor frío ha comenzado esta noche (la noche entre el 6 y el 7 de Marzo), cuando he podido averiguar quién era la persona que mataba a mi padre: Séfora, y en esta ocasión, era ella la que también me dejaba como mi hermano... Lo extraño es que no termino de recordar qué era lo que sucedía (simplemente la sensación)


Tras haber despertado a la compañía, hemos recogido los últimos paquetes antes de nuestro traslado por los claros de Ithilien, terminando la misión de Denethor de cruzar el Anduin para hostigar a los orcos y a otros enemigos que merodean (o lo hacían) entre Ephel Dúath y el Río. Ha y casi diez leguas desde la costa oriental del Anduin hasta Ithilien y rara vez llegaremos tan lejos en nuestras expediciones como lo tenemos planteado para hoy. Nuestra misión para hoy es detener a los Hombres de Harad.

Se dice que antiguamente hubo tratos entre Gondor y los Reinos de Harad en el Lejano Sur; pero nunca una amistad. En aquellos días nuestras fronteras estaban al Sur, más allá de las bocas Anduin, y Umbar, el más cercano de los reinos de Harad, reconocía nuestro imperio. Pero eso ocurrió mucho tiempo atrás.

Muchas vidas de hombres se han sucedido desde que dejamos de visitarnos. Y ahora, recientemente, hemos sabido que el Enemigo ha estado entre ellos y que se han sometido o han vuelto a Él (siempre estuvieron prontos a obedecer), como lo hicieron tantos otros en el Este. No hay duda de que los días de Gondor están contados, y que los muros de Minas Tirith están condenados (tal es la fuerza y la malicia que hay en Él).

Esos Sureños vienen ahora por los caminos antiguos a engrosar los ejércitos de la Torre Oscura y hemos sabido que avanzan cada vez más despreocupados. Nos hemos enterado hace algunos días de que una hueste numerosa se encaminaba al Norte. Según nuestras estimaciones, uno de los regimientos aparecerá en los claros de Ithilien poco antes del mediodía, en el camino que pasa por la garganta.

Aún con los sudores fríos, repaso a la pequeña avanzadilla que hoy me acompaña a la emboscada. Todos marchamos con el uniforme especial de Gondor, vestidos de verde y castaño de varias tonalidades, para poder desplazarnos mejor sin ser notados en los claros de Ithilien. Guantes verdes que cubren las manos y capuchas que ocultan nuestros rostros. Cada uno porta sus especialidades armamentísticas, pero con una espada ceñida al cinturón plateado como principal arma.

El camino, a lomos de los caballos más rápidos, ha hecho que la Luna se pierda y el Sol comience a aparecer en la zona Este en menos tiempo del que esperábamos (con suerte, los astros del cielo no han sido los únicos en llegar con rapidez a su destino).

Con los caballos a cubierto montado un rápido campamento, salimos a investigar Damrod, Mablung, Séfora y yo el terreno (y comprobar que nuestras fuentes vuelven a ser fiables). Caminamos agazapados prestando atención a los ruidos extraños, sin embargo, es nuestra vista la que nos informa de algo inusual.

En la sombra de mi hermano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora