Ella es menor, él es normal

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«... Ella es menor, él es normal...
Y lo que están haciendo es un pecado mortal...»

Retumbaba la voz de Charly García, en su mente desorientada, a la vez que los golpes de la porra del policía colicionaba contra su rostro. Golpes que Juan Valentino Venturi no podía esquivar.

«... Ella se quedó sin boda ni arroz... Y al novio lo agarraron entre mucho más que dos... »

Se encontraba acorralado. Inmovilizado por las piernas y los brazos entre esos policías que lo golpeaban en silencio. No tenía escapatoria, solo le quedaba su mente que utilizaba en ese momento para huir de la realidad. Solo le quedaba sus canciones y su vieja costumbre de apretar los dientes para resistir los impactos del amansa locos que se estrellaba deliberadamente contra su cuerpo.

«Miren, lo están golpeando todo el tiempo... Lo vuelven, vuelven a golpear... Nos siguen pegando abajo...»

Aguantaba en silencio mientras uno de los policías, uno que estaba detrás de él, le propinaba un rodillazo en la zona de la entrepierna. El golpe había sido duro y realmente dolía. Pero, a Juan Valentino Venturi no le importaba en absoluto.

Toda aquella escena era completamente ajena a él. A fin de cuentas, esta no era la primera vez que los milicos lo agarraban de esa manera. Otro golpe en su rostro, uno que le rompió el labio. Escupió la sangre y siguió aguantando en silencio, distrayendo su mente con una canción de su gusto.

«Yo estaba en un club, no había casi luz... La puerta de salida tenía un farolito azul...»

A veces la vida podía ser muy irónica. Justamente era eso lo que había ocurrido para llegar a esa instancia. Él no estaba haciendo nada malo, solo se encontraba "laburando" como siempre lo hacía, en el bar de su familia. Ese viejo bar que en la entrada tenía un farolito azul de neon, el mismo que él había comprado para hacer más vistoso el lugar.

«...Él se desmayó delante de mí
No fueron las pastillas, fueron los hombres de gris...»

Podría jurar ante quien quisiera escucharlo y ante quienes no, también, que él no estaba "en pedo" ni "empastillado" cuando esos gorilas entraron y lo agarraron a golpes delante de todo el mundo. Podía jurar y lo haría, que él se encontraba trabajando, como toda persona de bien. No estaba haciendo nada malo, solo trataba de ganarse un par de pesos extras para hacerle un regalo a su novia.

«Miren, lo están golpeando todo el tiempo... Lo vuelven, vuelven a golpear... »

Él juraba que, en ese último tiempo, no estuvo haciendo nada malo. Él había dejado la política, por protegerla a ella. Él había dejado de frecuentar ciertos lugares y personas, para encajar un poco más en la vida de ella. En ese tiempo, Juan Valentino Venturi, solo trabajaba y ayudaba a su mamá con el bar. Solo trabajaba y estudiaba una carrera para tener un par de pesos en el bolsillo y casarse con la mujer que tanto quería.

«Nos siguen pegando abajo...»

Pero, a lo visto, eso le importaba una m13rda a esos gorilas que lo golpeaban. Policías de m13rda que lo golpeaban una y otra vez con la porra en la cara o en los brazos, en el estómago o en las costillas ¡Daba igual dónde caía ese arma! A fin de cuentas, siempre caía en su cuerpo. Repetidas veces en su cuerpo, dejando hematomas en la piel y fisuras en los huesos.

«Ma-ma-ma, estoy yéndome... Soy como una luz apagándose...»

Se acordó de su vieja, su madrecita querida, esa mujercita achaparrada y frágil que en el momento que lo agarraron se encontraba con él, recordandole sus obligaciones para ese día. Se la imaginó llorando, preocupada por él.

En realidad no le era muy difícil creer que en ese momento ella estaría en esa situación, pues, así había sido siempre. Sintió pena por ella, por el hijo que era y por los dolores que le causó. Si ese era su final, a Juan Valentino Venturi, le hubiera gustado, al menos, haber podido despedirse de ella y pedirle perdón por eso.

«... Desde el piso los pude ver, locos de placer, alejándose...»

Ojalá hubiera sido así, solo unos cuantos golpes más, quedarse tirado en el suelo, haciendo como si estuviera muerto ¿Qué importancia tenía si después lo llamaban c4gon por no responder a eso? Con tal de que solo lo hubieran dejado allí, tirado en el suelo de loza recién trapeada, por él.

Pero no, esos gorilas no se contentaban con facilidad. Esos gorilas deseaban más para satisfacer su sed de sangre y violencia. Deseaban más, para darle a entender a él quien mandaba en esa m13rda de sistema.

Pues, tal lo visto, Juan Valentino Venturi, todavía no se había enterado que no debía meterse en donde no le incumbía. Era eso, o el tipo era tan estúpido como para que todas esas obviedades le importaran un p3do y se c4gara en ello. Por eso mismo, esos gorilas tenían que asegurarse de que aprendiera la lección como era debido.

«Miren lo están golpeando todo el tiempo... Lo vuelven, vuelven a golpear...»

Un golpe cayó entre sus costillas, produciendo un leve crujido, provocando que él, al fin abriera la boca, para proferir un alarido de dolor junto con insultos que demostraban su hartazgo ¿Por qué? ¿Por qué lo golpeaban tan salvajemente? ¡Si él no había hecho nada! ¡Él no la había obligado a nada!

«...Nos siguen pegando abajo...»

Cayó un golpe en la entrepierna. Un último golpe que lo dejó sin aire, de rodillas, frente a su agresor. Un tipo duro de ojos verdes y cabello castaño claro peinado con gomina y raya al medio. Un tipo que se creía superior a él, por vestir un uniforme y no ir en contra de ninguna ley. Un tipo que no lo quería y menos aun, quería que su hija lo siguiera.

Juan Valentino Venturi, escupió un coágulo de sangre. Se sentía furioso. De solo pensarlo, la ira le atenazaba en la garganta como un grito de guerra que buscaba escapar de su interior.

Por varios meses se estuvo esforzando para que las cosas salieran bien. Por varios meses se estuvo conteniendo de meterse en problemas, solo por ella y el amor que se tenían. Pero no importaba cuanto se había esforzado, a esos milicos hijos de pvta, les importaba un c4rajo eso. Menos aun parecía importarle a ese tipo que lo miraba desde arriba con ojos burlones y sonrisa taimada.

«¡Me siguen pegando abajo!»

Gritó en su mente, furioso, frustrado y cansado por ver todo el j0dido esfuerzo que había puesto en su relación reducido a polvo. Ya no le importaba nada. Mandaría al c4r4jo todos esos cuidados que había tenido desde que la había conocido.

Mandaría al c4r4jo todas esas cuestiones y, si ese era su final, al menos se daría el gusto de decirle a ese idiota, que creía estar burlándose de él, un par de cosas a la cara. Escupió otro coágulo de sangre e hizo el esfuerzo de erguirse lo más que podía, para poder mirarlo bien de frente y a los ojos. Le sonrió taimado.

—¡Ja!¿Y vos, pichoncito de Videla, te pensás que me asustas con esto?¡Ja, ja! Me das risa, che...— reconoció con sorna, descargando todo su odio en cada palabra que salía de su boca — ¡Escuchame bien, desclazado de m13rda! ¡A vos, no te gusto ya lo sé y me chupa un huevo eso... Pero ¿Sabés qué? ¡A tu hija sí! Y eso es lo que te sigue doliendo, c4gon...

El golpe fue tan repentino que no lo vio venir. Ni siquiera lo dejó terminar de hablar. Un golpe seco que le dio de lleno en la sien y lo dejó inconsciente, tirado en el suelo del calabozo en el que se encontraba.

—¿Qué hacemos con el sujeto, señor?— dijo uno de los gorilas, mirando a Valentino.

—Ah... Déjenlo ahí, que se duerma la mona un rato, a ver si se le refrescan las ideas...— respondió el oficial encogiéndose de hombros con completo desinterés.

Nos siguen pegando abajo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora