Ese sol que brilla más...

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—¿Eso decís, m'hijito?— respondió ella viendo por el rabillo del ojo como él ordenaba las cosas del mate— ¿No me dijiste lo mismo de esa otra chica?¿Rocío? La del año pasado. La morenita que hablaba en guaraní.

De espaldas a su madre, consiente de que ella no podía verlo, Valentino apretó la mandíbula y tensó el cuello en señal de disgusto. La mención de Rocío, la cual jamás habían sido más que amigos, no le había hecho gracia alguna. Pues, a decir verdad, había par de cosas en las cuales difería completamente con Melina y la situación en la que se encontraba.

La primera y fundamental, con Rocío solo hubo una amistad. A esa  morenita de cabello n3gro y nariz achatada, desendiente directa de una comunidad QOM, la había conocido mucho antes de haber entrado en su primer año de la facultad de bellas artes.

La militancia política y la vida  que ambos llevaban solo les había dado la oportunidad de poder forjar entre ellos algo parecido a una amistad, con ese pequeño beneficio que solo daba la libertad juvenil de aquella época. Pero todo había sido efímero y, como muchas otras amistades que él había conocido, solo fue cuestión de poco tiempo para que Rocío dejara de estar en su vida.

De eso , habían pasado ya tres años y, si es que ya no se hablaban y ni siquiera tenía noticias de ella, era simplemente por un pequeño detalle. Rocío había desaparecido en la inmensidad de las sombras de un sistema atroz que se tragaba a jóvenes como ella.

Rocío ya no estaba, nadie sabía de ella ni mucho menos parecía recordarla. Simplemente, ella había desaparecido y nada más, como muchos otros amigos que él había conocido...

«Como también podría desaparecer yo mañana, mamma... Pero eso no creo que a usted le guste saber, por eso no se lo puedo decir...»

No pensaba contarle esa realidad. Pues, sabía que eso la angustiaría mucho. Pero, si tenía que ser sincero, las posibilidades estaban. No se mentía a sí mismo, todo era peligroso y no había forma de escapar.

Pues, Valentino sabía muy bien que, estando o no en ese mundo clandestino, en la primera oportunidad él podría dejar ser una persona, para formar parte de esa tétrica lista de compañeros y activistas que ya no se podían nombrar.  Solo un montón de letras que formarían un nombre, sin rostro, ni personalidad.

—¡Ah!¡Ya tenía, usted, que estar echando sal en la herida!¡Mamma, por favor! Que ya sabe que no me gusta hablar de ella...— reconoció con un suspiro de resignación, tratando de espantar con sus palabras a esos monstruos que lo acosaban — ¡Además!¿Qué tiene qué ver Aylen, que era hija de un jefe de una comunidad nativa, con Melina? Para empezar, la indiecita esa me tenía como pelota de loco con ese carácter de m13rda que tenía. Esta otra pibita, en cambio, es la clásica burguesita que no te rompe un plato. Ni siquiera es capaz de responder a los boludos que la j0den.

Y, esa, era la  segunda cuestión por la que Valentino no quería oír hablar de esa amiga suya: simplemente, no se podía comparar a Rocío Aylen Sierra, nacida para demostrar todo el carácter guerrero y estoico de los de su comunidad, con la fragilidad e inocencia de Melina, que, dicho sea, daba la impresión de haber sido criada para ser un simple complemento en la vida matrimonial. Como un bonito florero con el que engalanar un hogar, o, una simple y bonita rosa con la que adornar la solapa de un traje masculino

Pensando en esa breve semana que había tratado con ella, a Valentino no le bastó más que un segundo para darse cuenta de cuán mimada había sido esa mujercita con la que había hablado en ese día.

«Mimada y sobreprotegida... Puede ser muy útil para nosotros que ella se una a "la causa"... O al menos que lo sea como un escudo. Total... A ella no le va a pasar nada ¿Verdad?»

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