Le pregunté su nombre y muchas cosas más

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La cafetería estudiantil de la universidad era un caos. Los estudiantes iban y venían por los pasillos. Algunos en grupos, charlando animados de algún tema de su interés. Otros, en cambio, caminaban solos y apresurados. Llevando libros y útiles para sus clases. O, simplemente, caminando.

Celia, desde su lugar en la puerta de la cafetería, los observaba pasar. Se sentía completamente nerviosa. Escudriñaba a los chicos, esperando que uno de ellos fuera él. Pero, a lo visto, ninguno lo era.

«¿Me lo dijo solo para molestarme y hacerme quedar como boluda en frente de todos?¿Tanto va a tardar?»

Comenzaba a impacientarse y a dudar de lo que hacía. Quizás, lo había juzgado mal y, en realidad, él no tenía ningún tipo de interés en ella. Temía que así fuera. Que todo eso solo fuera algún tipo de burla, una broma pesada con el único fin de reírse de ella.

Miró su reloj pulsera, corroborando así que llevaba esperando por él unos buenos quince minutos. Suspiró resignada a su desilusión para luego levantar la cabeza en dirección a la cafetería. Ella tenía hambre y, quizás, él no vendría, así que ¿Qué sentido tenía seguir esperando?

Se dio la vuelta para entrar al negocio y comprar cualquier cosa con la que llenar su estómago. Pero, una mano repentina la detuvo, agarrándola por el brazo.

—¡Eh! Celia, esperá...— escuchó a su espalda una voz varonil y algo agitada —... Perdoná, che. Tenía que hacer un par de cosas y se me hizo tarde ¿Te hice esperar mucho?

«¿Un par de cosas?¿Qué otras cosas va a tener que hacer este, boludo? ¡Me quiere tomar el pelo y meter el cuento, nomás!»

Pensó ella sintiéndose un tanto enojada por ese retraso . Se giró en su dirección, con la determinación de hacerle saber todo lo que pensaba al respecto. Pero... No pudo.

Al verlo a los ojos y notar como él parecía estar verdaderamente cansado por lo que sea que hubiera estado haciendo, simplemente, el enojo se le transformó en lastima y, por eso no pudo decirle nada. Por el contrario, se forzó a sonreír y a negar con la cabeza.

—No pasa nada, che...— respondió ocultando sus reproches —¿Vos estás bien? Parece como si te estuvieras por desmayar acá nomás...

Valentino, al escucharla, intentó esbozar una sonrisa. Pero, la mueca se le fue en una expresión de profundo cansancio. Lo cierto era que, no, no se encontraba para nada bien. Al contrario, él, estaba cansado y harto de todos los inconvenientes que había tenido que solucionar a lo largo de aquella mañana asquerosa. Pero, eso no tenía porqué contarle a ella. En su opinión, entre menos supiera de su vida, mejor para ambos.

—Nah, che. Estoy bien, no te preocupes. Pasa que tuve que correr para todos lados, nada más. Quedate tranquila que, desmayar, no me desmayo... — repuso fingiendo reponerse en partes de su agitación para luego agregar en lo que se daba cuenta de lo llena que se encontraba la cafetería —... A menos que sea de hambre y por esperar que nos atiendan... Che... ¿No querés ir a otro lado mejor? Acá es como en mi casa: si no llegas a horario no comes.

Ella rio entre dientes, entendiendo que aquello último era una simple broma. Volteó a ver lo que él señalaba, dándose cuenta que, tenía razón. Era una tontería, pero, por lo nerviosa que se sentía, aquel detalle que no había tenido en cuenta, lo sintió como un grave error de su parte.

—¡Ay! Qué tonta y yo acá esperándote a fuera cuando tenía que hacerte lugar en la cola.— admitió lamentándose con gran sinceridad.— Perdón, no me di cuenta...

«Y yo boludo que no te dije... ¿Tanto drama por eso, nena?»

Podría haber respondido él, haciendo alarde de su cinismo habitual. Pero prefirió guardar silencio y limitarse a sonreír ., ya la veía demasiado tensa como para arriesgarse a que un comentario tan insignificante como aquel llegara a estropear sus planes de acercamiento. La idea, era caerle bien, no que se creara más prejuicios de los que ya tenía.

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