Capítulo 4: La boda del príncipe

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Como si de una vaca siendo llevada al matadero se tratase, el joven Maegor atravesó los aposentos de su señor padre, intentando ni respirar demasiado fuerte para no incomodarle

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Como si de una vaca siendo llevada al matadero se tratase, el joven Maegor atravesó los aposentos de su señor padre, intentando ni respirar demasiado fuerte para no incomodarle. No le temía a su progenitor, de hecho era su madre la que podía ponerlo más nervioso, pero después de haber interrumpido sus asuntos de alcoba con Orys Baratheon, se sentía extremadamente avergonzado.

Para Aegon el momento fue algo embarazoso porque ni siquiera podía decirle que tomara asiento en el mismo sofá donde le habían sorprendido teniendo intimidad con su amante. Rebuscando en su cabeza cómo comenzar esta plática, se cruzó de brazos y observó a su hijo con gran seriedad.

-No creo tener que pedirte discreción luego de lo que viste, pero aún así...

-Me gusta Aenys.

Maegor no dejó a su padre terminar su frase, lanzándole de una toda la sinceridad de su corazón, contándole por sus propios labios lo mucho que adoraba a su hermano mayor.

-Maegor.

-Padre, su Majestad, papá...cásalo conmigo, por favor. Déjame estar a su lado día y noche para cuidar de él, para hacerlo feliz. Nunca te he pedido absolutamente nada, yo solo quiero a mi hermano.

A pesar de que las palabras del joven se escuchaban algo infantiles y exigían algo totalmente inadmisible, la decisión en su voz era digna de admiración. Ambos sabían que este pedido no sería posible de conceder, pero aún así Aegon le cedió el tiempo y espacio de desahogarse. Incluso cuando lo vio romper en llanto mientras seguía implorándole que no le apartaran a Aenys de su lado, el conquistador se acercó a su pequeño y lo estrechó entre sus brazos. Le permitió a Maegor llorar mientras era abrazado y palmeó su espalda con suavidad para calmar el hipo que se le escapaba debido a todos sus sollozos. Por unos instantes se recordó a sí mismo. Su situación con Orys había sido justamente como esta, solo que ellos habían contado con la suerte de tener a Visenya y su sabiduría. Sin embargo Aenys y Maegor no tenían hermanas que les ayudaran a cubrir su relación, y esto, en parte lo hacía sentir culpable.

-Hijo, mi adorado caballero. Sabes que tu padre haría lo que fuese por ti y por tu hermano, pero por desgracia ni siquiera yo que soy el Rey he podido ir en contra de las leyes y desposar al hombre que amo, ni siquiera tu madre, con ese carácter de los mil demonios que tenía de joven logró dar el paso completo y desposar a nuestra Rhaenys públicamente.

Aegon le hablaba con toda la suavidad que existía en su ser, intentando hacer entrar en razón a Maegor, y así buscar juntos una solución para sus problemas. El chico fue calmándose de a poco, notándose algo sorprendido ante la mención del lazo que unía a Visenya y a Rhaenys, más no se expresó, limitándose a escuchar a su padre.

-La leyenda cuenta que nosotros los Targaryen estamos más cerca de los dioses que de los hombres, pero lo cierto es que lo único que nos diferencia son los dragones. Desde el momento en que tu madre, tu tía y yo decidimos conquistar los Siete Reinos, sabíamos que no sería algo fácil de lograr y aún así lo hicimos. Pero, Maegor, a pesar de que nos veneren, algunos nos adoren y otros nos tengan terror, la verdad detrás de eso es que hay muchos que esperan el momento justo para desestabilizarnos y expulsarnos de sus tierras porque aún nos consideran forasteros. Hay ciertas situaciones que no pueden ser resueltas con el fuego dragón ni con violencia. Ya la Fé y el Septo de Antigua nos tienen en la mira por el matrimonio incestuoso, si hacemos público los homosexuales nos condenarían por completo. Aenys debe casarse con la joven Velaryon, como mismo deberás hacerlo tú en un futuro con alguna doncella digna, pero eso no significa que tengan que separarse. Orys y yo hemos vivido de esta forma desde que teníamos tu edad, ¿no puedes ser paciente y sensato por tal de conservar tu amor? ¿O prefieres poner el derecho al trono de Aenys en peligro y por ende también vuestras vidas?

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