Capítulo 8: Solo un dragón puede

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Lamentablemente para la nueva mano del rey, el cargo que pensó ocupar para poder estar cerca de su majestad, cuidar de él y mantenerlo protegido con constancia, además de eso, traía consigo más tareas, deberes, y mucho más tiempo sin dormir del qu...

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Lamentablemente para la nueva mano del rey, el cargo que pensó ocupar para poder estar cerca de su majestad, cuidar de él y mantenerlo protegido con constancia, además de eso, traía consigo más tareas, deberes, y mucho más tiempo sin dormir del que pensó poder soportar. Ni siquiera tenía oportunidad de sentarse a desayunar junto a su esposa, y las veces que ella le visitaba a sus aposentos, su interés era tan escaso debido al cansancio que no hacían más que dormir juntos. Su señora esposa estaba deseosa de quedar encinta a pesar de aquella conversación que ambos habían tenido un año atrás cuando habían perdido su segundo bebé, sintiéndose algo envidiosa por la descendencia que su cuñada, la reina, le había otorgado al rey Aenys. Ceryse también quería darle hijos fuertes y hermosos a Maegor, pero ¿cómo podría cuando apenas tenían intimidad, y las pocas veces que lo lograban, ya no era como al comienzo?

La fogosidad de su noche de bodas y de sus primeros años de matrimonio ya no se repetía en cada una de las escasas ocasiones donde con éxito seducía a su señor esposo. Y a pesar de que se había vuelto más dedicado con ella, seguía centrándose en atender una zona diferente y más estrecha de su cuerpo. ¡Así no había forma de que quedara encinta! Era cierto que aún eran jóvenes y tenían tiempo, pero el hecho de que su esposo siguiera gimiendo el nombre del monarca cuando culminaba su labor, era extremadamente preocupante. Siempre había sabido que los Targaryen tenían esta extraña y errónea tradición de casarse entre ellos, pero los rumores hablaban de que lo hacían para conservar la pureza de su sangre y no perder su poder sobre esas criaturas monstruosas con enormes alas y aliento de fuego. Sin embargo, este último año en la corte y con la cercanía de su esposo con el rey Aenys, Ceryse acababa de percatarse de la extraña atracción u obsesión que Maegor sentía por su propio hermano, llevándola a creer que no era solo el deber lo que los ataba. Los Targaryen se atraían peligrosamente los unos a los otros, ignorando parentesco, e incluso género. Eran como un campo magnético en el que solo ellos podían adentrarse. Por más que alguien de Poniente o de las Ciudades Libres intentara dominar a un Targaryen, al final solo un dragón podría complacer y apropiarse de otro. Pero Ceryse Hightower no se rendiría ni se permitiría ser reemplazada fácilmente al no poder cumplir su tarea como esposa, buscaría una manera de seducir a Maegor, drogarlo si era preciso y extraer su semilla directamente para alcanzar su tan anhelado vástago.

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