龙 : 07

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( resiliencia, buganvilias y homosexualidad )

Jimin estuvo enojado toda la semana, de lunes a viernes: comió en cantidades excesivamente pequeñas, entrenó aproximadamente siete horas al día y se encerró en su habitación el tiempo restante.

Alguna vez, cuando se quedaba pensando a solas por horas y horas, huyendo de sus padres y responsabilidades, se imaginó a sí mismo como una enorme hoguera ardiente, a la que te quemabas con solo acercarte. Una que desprendía un calor que te ahogaba y no te permitía acercarte demasiado.

Sin embargo, comenzaba a sentirse como una insignificante vela: nadie toca la llama porque sabes que hace daño, no porque le temas. Esto no evita que la vela se consuma a sí misma, utilizando su fuego inútil para acabar consigo misma.

No le gustó seguir pensando en ello, así que no divagó más en aquella metáfora y tan solo prefirió sumergirse en cosas más irrelevantes. Mantenía su mente ocupada boxeando o masturbándose.

Le dolían los brazos.

Toda la semana había estado evitando a Yoongi: el martes, cuando volvió al gimnasio luego de un lunes de horrible resaca, apenas Min se le acercó, él giró al lado contrario y se fue; Yoongi no insistió más, así que fue fácil ignorarlo y evitarlo hasta el viernes.

Jimin no quería ver su rostro, no quería afrontarlo luego de lo patético que había actuado en aquella salida al dichoso bar gay: se habían besado frente a un montón de gente, se habían tomado la mano en las calles, le había hablado de cosas privadas y habían tenido... contacto íntimo.

Estaba avergonzado y arrepentido —o eso quería creer, porque realmente, si una gota de alcohol entrara en su sistema, haría exactamente lo mismo otra vez—.

Había decidido, en una de sus infinitas charlas con Dios, que no volvería a permitir que Yoongi lo besara.

Guardó el regalo que le dio en lo más profundo del clóset —la dedicatoria, porque la camisa claro que la usaría— y había dejado de ir a buscarlo al callejón. Tampoco es que él lo buscó de vuelta, así que asumió que el sentimiento era mutuo y solo se centró en sí mismo y su miseria.

Claro que, estar encerrado en su hogar no hizo las cosas mejores: había cumplido diecinueve y nuevamente su madre le insistía en qué hiciera algo con su vida, que estudiara o trabajara, que no la desperdiciara recibiendo golpes.

Ella tenía razón, pero él no quería escucharla.

Quizás era porque su forma de decirlo fue "no gasté mi vida para tener a un hijo inútil incapaz de tener su propia vida, de haberlo sabido, hubiese preferido que no hubieses nacido." Eso citando exactamente sus palabras.

Su padre estaba demasiado ocupado trabajando como para prestarle atención y Jihyun se había unido al equipo de baloncesto y pasaba más tiempo en la escuela.

Estaba solo, hundido en su desgarradora mente, con sus pensamientos que lo hacían querer pararse nuevamente sobre las vías del tren como aquel día...

Claro que se lo había planteado, pero no quería tener la mala suerte de encontrarse a Min nuevamente. Si quería quitarse la vida, necesitaba otra idea, y no tenía suficiente tiempo para pensar en ello, ya que no salía del gimnasio o de su cama.

Había tratado de centrarse en la competencia del viernes y esta al fin había llegado. Estaba decidido a ganar el premio gordo: la medalla dorada de la competencia de California y ochocientos dólares en efectivo.

Por ello, aquella mañana, luego de ducharse y hacer su bolso, pasó desde que el Dragon abrió hasta el mediodía practicando, calentando y golpeando sacos hasta que debía parar porque le quemaban los nudillos.

Dragon Empire | myg + pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora