La Gema de la Creación

CAPÍTULO III

Tras la confesión de Dante, apareció en la sala un ambiente un poco hostil que llegó a todos por igual. La tensión aumentó drásticamente. El problema era que esta incomodaba incluso el mismo Dante. Un aura asesina emanó desde el exterior de la posada y se filtraba dentro de esta a borbotones a través de cualquier espacio que encontrase disponible.

Todo se volvía un poco más difícil. Respirar, tragar saliva, pestañear, inclusive desviar la mirada de la puerta se había vuelto doloroso. Entró fulgurante a la posada un ente desconocido para todos, a excepción de la posadera. Estaba envuelto por un haz de luz de color azul oscuro. No sé distinguía su cara, y su cabello permanecía oculto bajo su capucha color negro. Una túnica larga, llegando a rozar el suelo, de color negro ocultaba su cuerpo.

Caminó despacio hasta donde estaba la posadera. Una voz, casi confundible con el silencio, se alzó dirigida a la chica.

-¿Tienes lo que encargué?

-Sí- contestó levemente atascada en la pronunciación.

-Dámelo.

La chica se agachó para buscar debajo del mostrador. Sacó un zafiro de un tono oscuro con una runa inscrita en su interior de un tono más claro. Entregó la gema al ente, y este se volteó dispuesto a marcharse. Caminó nuevamente hacia la puerta, paso a paso iba descendiendo la presión que ejercía. Al llegar a la puerta, giró su cabeza hacia Dante, lo miró fijamente y luego abandonó aquel lugar.

-¿Qué acaba de pasar?- preguntó con el corazón acelerado Dante.

-¿Quién era él?- indagó Frantz.

-No estoy segura- agregó Morgana -pero era muy fuerte.

-Denme un segundo, necesito recuperar el aire. Después les contaré- rogó agitada la posadera.

Tras un pequeño descanso, pedido por la posadera, comenzó la historia.

-Él es Rinsael, o así se hace llamar. Es un descendiente de los ángeles. Actualmente es un arcángel, puedo saberlo por el haz de luz a su alrededor. La última vez que vino era un ángel de alto nivel, pero no imaginé que pudiera convertirse en un arcángel algún día.

-¿Por qué lo dices?

-Para ser un arcángel debes tener, como mínimo, un 45% de genes angelicales, y actualmente eso es muy raro de encontrar. Se dice que los humanos descendemos de los ángeles y los demonios por igual, además de las otras especies humanoides.

-Entonces... Eso significa que es un espécimen muy raro el que acaba de entrar aquí- añadió Morgana.

-Exactamente. Eres perceptiva, niña.

-No soy nada en especial.

Después de la larga conversación que tuvieron con la posadera sobre historia, negociaron el precio del hospedaje. Tras una serie de regateos sobre la cantidad a pagar, terminaron de acuerdo en 6 monedas de cobre por noche, con la condición de pagar tres noches por adelantado.

Su habitación tenía dos camas personales, una mesa de noche y una lámpara sobre esta. Estaba llena de una tristeza emanada por el color de las paredes y la soledad de los muebles.

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La oscuridad de la noche inundó toda la ciudad. Escasas nubes y una luna llena, tan brillante como las joyas más finas, acompañaban a las infinitas estrellas que adornaban el firmamento. Entre todo el brillo que emitían, quedaban aún lugares de la ciudad en oscuridad parcial o total.

En uno de esos lugares, estaba una persona. Tenía unos pantalones negros y una camisa color azul, oscuro como la misma noche. El cabello como el hueso adornaba su cabeza y unas seis fundas de espada en su espalda se encontraban.

Cuatro de estas tenían aún sus armas dentro, las otras dos en ambas manos, ansiosas por tomar alguna vida. De su chaqueta sacó una especie de manto, el cual depositó sobre su espalda haciendo que su cuerpo se volviera tan opaco como el aire.

Entró en una casa bastante portentosa, pareciese que pertenecía a alguien con dinero e influencias. Sus pasos eran sigilosos. Tenía extremo cuidado de dónde ponía cada pie con tal de no activar ninguna trampa o alarma.

Uno de los guardias pasó por delante de él, sabía que no podía ser visto, pero, quizás por capricho del destino, el poder de su manto se volvió cero en ese preciso instante.