CAPITULO VII

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La presencia de un nuevo ente en la habitación los hizo propensos a desconfiar de sus instintos. Un roedor de enorme tamaño entró en la habitación. Sus colmillos sobresalían de sus fauces, de las cuales brotaba una sustancia blanca parecida a saliva, pero de gran espesor. Sus iracundos ojos se tornaban rojos y sus pupilas se achicaban.

En posición de cuadrúpedo esperaba la oportunidad de atacar a su oponente. Sus grisáceos cabellos erizados cual espinas de pez globo y su columna elevada cual felino salvaje. Garras preparadas, haciendo pequeñas marcas en el basalto del suelo.

Un audaz salto hacia adelante marcaba el inicio de la pelea. Optando por su ataque rápido, la confianza en su velocidad hizo que disminuyera su percepción del peligro. Ya no pensaba en su alrededor, estaba centrada en su ataque y en el próximo que usaría.

Un leve destello la hizo salir de su subconsciente. El brillante filo de la espada de Dante estaba justo delante de su cabeza. Sus músculos se tensaron y, en el último segundo, logró evadir un corte que hubiere sido mortal.

Pero no todo es lo que parece ser...

Antes de poder tan siquiera notarlo, su cabeza estaba dividida por el centro.

-Menos mal. Se veía algo peligrosa- suspiró Morgana.

-Esto es extraño ¿Por qué se volvería así?- indagó Dante.

-Tal vez sea una mutación- propuso con algo de miedo.

-Sabes que debes atacar también a los enemigos ¿Verdad?- hizo una pausa -serías muy útil con tus habilidades para la magia.

-¿Insinúas que soy una inútil?

-Cuando no atacas a los enemigos, te vuelves así.

-Eres muy cruel conmigo- dijo con sadismo Morgana.

Continuaron se exploración de la enorme mazmorra. Los pasillos eran fríos y húmedos. De las paredes brotaban riachuelos de aguas residuales. Filtrándose entre las mismas y deteriorando, con el paso del tiempo, la cuarcita de estas.

Una puerta se interpuso en su camino para atravesar el pasillo, el cual parecía parte de un laberinto. Intentaron abrirla, pero solamente gastaron fuerzas en vano, la puerta no se movió.

Inspeccionaron a fondo la cerradura y notaron el problema. La cerradura aún funcionaba, aunque el óxido ya había creado una capa sobre ella, dándole un color rojo cobrizo. Intentaron un par de veces, pero no podían forzarla.

-Necesitamos una llave que encaje- comentó Morgana -O las habilidades de un ladrón- añadió con una ceja levantada.

-Mejor decantémonos por la opción de la llave, a no ser que traigas un ladrón en el bolsillo- agregó sarcásticamente Dante mientras la miraba a los ojos.

Ella desvío la mirada.

Dante se volteó y caminó hacia ella, alejándose de la puerta. Los nervios recorrían su cuerpo. Algo la mantenía en esa tensión. De un momento a otro, Dante se acercaba más a ella, y no entendía por qué. Miró hacia abajo mientras se acomodaba el pelo, pero pudo notar de reojo que Dante desenfundaba su espada.

Un rápido movimiento fue todo lo necesario para que muriera. Su cadáver, dividido exactamente por la mitad con la precisión de un cirujano, fue víctima de la gravedad. Las dos partes del cuerpo de una rata albina, que acechaba la espalda de Morgana, cayó al suelo junto con la putrefacción del agua que allí estaba. Su pútrida sangre se mezcló con el agua residual, creando una mezcla homogénea aún más putrefacta.

Limpió la salpicadura de su cara mientras regañaba a Morgana por mantenerse quieta ante el peligro que la amenazaba. No esperaba una justificación, solo lo hacía por el bien de ella. Mientras tanto, Morgana pensaba en por qué había imaginado tal cosa cuando Dante se acercó a ella. No entendía la situación, pero no quería entenderla tampoco. Era mejor dejarlo todo así.

Una pregunta la sacó de su análisis.

-¿Te quedó claro Mory?

-¿Eh?... Sí, sí, me ha quedado claro Dan.

-Menos mal. No quiero perderte, eres lo más preciado que tengo.

Esa declaración hizo que su rostro se asemejara a un tomate. Ya lo sabía, ya había salido de la boca de Dante ese tipo de afirmación antes. Pero esta vez se sentía diferente con respecto a eso.

Caminaron por el pasillo desde donde vino la rata albina. Ese pasillo en especial no lo habían revisado antes. Tras unos diez pasos, Morgana interrumpió el caminar de Dante.

-Oye Dan. Tal vez te interese ver esto.

-¿Es algo importante?

-Tal vez.

-¿Que quieres decir con tal vez?- dijo mientras retrocedía el pequeño tramo que le tenía de ventaja.

-Mira. Esta muesca en la pared es un poco rara. No debería estar ahí.

-Yo la veo normal.

-No, no es normal. Fíjate bien. El patrón de la pared es totalmente distinto al que había un par de metros atrás- dijo mientras tocaba la pared, intentando buscar algo que revelara más información.

-No tenemos tiempo para...- interrumpe sus palabras al ver que Morgana había encendido una especie de mecanismo secreto, revelando una puerta oculta.

-Eres buena en esto- dijo Dante dando un par de palmadas en la espalda de la chica.

Entraron en la habitación. Su interior era diferente, estaba recubierta por granito negro y patrones de cuarzo. En el centro había un cofre, rodeado por cuatro llamas que no tenían lugar de donde salir. Además de el cofre, también había una llave plateada y una varita un tanto extraña.

Saquearon todo lo que había, incluso el cofre. Su mecanismo de cierre estaba obsoleto, por tanto, fue muy fácil de sabotear. Dentro, este contenía una espada normal y unas 34 monedas de cobre.

Volvieron atrás, a la puerta que antes no podían abrir. Tras intentar con la llave plateada, la cerradura giró y la puerta permitió el paso.

Intentaron sacar la llave, pero estaba trabada en la antigua cerradura. En un forcejeo, la pobre herramienta término partiéndose en dos trozos, uno quedó dentro de la cerradura y el otro en la mano de Dante.

La luz inundó la habitación. Una vez esta rebotó en su interior, volvió a impactar la retina de los invasores. Su cerebro demoró un poco, pero terminó analizado la imagen que se le presentó repentinamente.

La Gema de la CreaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora