chapter four

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❨ capítulo cuatro ❩⋆greek tragedy | luiscortezelaunes@gmail

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     Juliette Sargeant no es importante. No tiene rasgos significativos o una presencia llamativa. No despierta curiosidad, no tiene nada destacable -aparte de su nombre- que se le pueda asociar.
La muerte es un pensamiento recurrente en sus pensamientos. Cuando morimos, la idea de nosotros acaba muriendo con nosotros tarde o temprano. Cuanto mayor sea nuestro impacto más tarda en desvanecerse la idea que los demás tienen de nosotros. Jules añoraba la pesadez de espíritu que te mantiene en vida después de muerto, para ello empezó a dibujar y a cantar, se apuntó a voleibol, cualquier cosa por la vida eterna.
No tardó en darse cuenta que sus características eran más nulas que su presencia; siempre segunda en una batalla continua por ser la primera opción. La última hija, alumna mediocre, jugadora de reserva, el recurso final... una tragedia griega que la dictaba personaje secundario de su propia vida.

La espiral de desgracias pareció cesar cuando Luis y ella empezaron a tratarse. El chico tenía un papel previo como amigo de su hermano, pero el lazo entre ellos dos era casi nulo. Fue cuando Logan y el se presentaron a animarle en un partido que la línea que los distanciaba se separó. Logan admitió aquella noche que al idea de ir fue de Luis y que había sido el quien insistió en hacerle pancartas. Como si hubiera mirado a través de ella y hubiese identificado cada uno de sus puntos flacos; aquel pensamiento le inquietaba, el que alguien pudiera conocer la poca estima que se tenía a sí misma.
Luis trataba todas y cada una de las cosas que la rubia hacía como un acto divino. "Que bien pintas," solía decir cuando la veía en la mesa de la cocina con los lápices y algún garabato sobre el  papel "deberías dedicarte a ello". A eso le siguieron los elogios y antes de darse cuenta Luis pasaba a visitarla siempre que Logan le invitaba. Iba a su cuarto y se quedaba con ella, charlaban y luego Logan venía a reclamarles. Luego empezó a venir para verla exclusivamente a ella.

«Jules» Porque si, le había puesto un apodo. No uno burlón o uno homogéneo a alguno de sus rasgos porque no recuerda su nombre, no, un apodo en condiciones, con su deje cariñoso y considerado. «¿Puedo entrar?» Juliette sonrió con dulzura:

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