CAPÍTULO 13.

7.7K 358 8
                                    

La casa era preciosa, tenía partes de decoración antigua pero también bastante actual, entramos a una librería en la casa, era muy alta, casi parecía interminable, millones de libros apilados ordenadamente y alguno que otro desordenado, era precioso. En el segundo piso había una habitación de invitados y al otro lado otra habitación con una cama doble preciosa, con decorados y cosas. Dejó las maletas ahí y se acercó a mí agarrándome de la cintura:

- Si vas a estar incomodas puedo dormir en la habitación de invitados.- Sonreí por un momento y después le tiré a la cama entre risas, ambas sabíamos que no le iba a contestar que se fuera al otro cuarto, ni lo quería así, y fue genial esa pequeña conexión de saberlo.

Paseamos de la mano por un camino de piedras entre todos los árboles que había. Ella estaba pensativa, mirando cada rincón, parecía haberlo visto por primera vez, aunque estaba claro que no era ni la primera ni la segunda. Llegamos a una explanada preciosa, la hierba brillaba y había sonidos de la naturaleza en cada paso que dábamos a pesar de acercarse el invierno.

Al sentarnos allí le pregunté por esa casa, esos lugares que miraba con tanto cuidado y tan detenidamente, ella solo sonrió y me pidió que esperara hasta volver a la casa. Estuvimos tiradas en ese lugar tan precioso hasta que empezó a anochecer, volvimos a la casa y preparó un par de tazas con caldo humeante, tenía una pinta genial. Mientras esperábamos a que enfriara un poco, encendió una chimenea que había, y buscó entre baldas sacando un álbum.

- Esta es mi casa de antes, al menos en vacaciones, me pasaba veranos e inviernos jugando aquí, lo construyó mi padre, y me la regaló, a pesar de ser muy pequeña como para tener una casa, para él, yo era su reina.- Noté que tenía los ojos húmedos, con lágrimas a punto de salir, escondiéndose. Le abracé, cogí uno de los vasos y se lo pasé mientras veíamos como era de pequeña, su felicidad y sus peinados y ropas que venían desde esos comienzos.

Después de un tiempo tumbadas al calor de la chimenea y un par de mantas, subimos a dormir, notando sus brazos rodeándome mientras dormía, y caricias con sus manos en mi cuerpo para relajarme. Me dormí pensando en sus caricias cada mañana en mi cuerpo, fue bonito.

�=��62�

Ella. [parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora