CAPÍTULO 7.

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No quería abusar de tener su número, así que decidí esperar hasta después de comer para enviarle un mensaje, pero ella se adelantó, me preparé un sándwich de jamón y queso, comí mientras escuchaba “Asleep” del grupo “The Smiths”, y me puse a leer, dando tiempo a relajarme, entonces el móvil sonó haciendo parar la música puesta en los altavoces, un mensaje suyo, “hoy no podré ir al bar, y tampoco estaré en la biblioteca, nos veremos mañana, hasta entonces.” Sus mensajes eran igual que ella en persona, hablaba pareciendo que se pensaba mucho lo dicho, y lo decía seria pero suavemente. Me quedé mirando el móvil, sin saber exactamente que responder, tecleé “si quieres puedo ir a visitarte, pero sino, hasta mañana.” Dos minutos después, su respuesta “A la tarde pásate por la cafetería a las seis, solo tendré diez minutos, hasta luego.” Me valía verla diez minutos, eran mejor que nada, y quería verla. Comí me duché y me preparé, mientras esperaba a que llegara la hora me puse a leer con música de fondo. Llegué puntual a la cafetería, cogí su café y el mío, y la esperé.

Llegó un par de minutos después, parecía haber venido corriendo, llevaba sus Martens, unos pantalones cortos y medias, a pesar de estar en otoño, una camiseta corta caída gris y una chaqueta ancha que le cubría los pantalones, llevaba el pelo suelto y despeinado, al verme, sonrió, más que las otras veces, y fue raro, por fin veía sus dientes perfectamente alineados aparte de cuando fumaba. Se sentó cuidadosamente, cogió su café y dio un sorbo largo.

Me miró y se quedó así durante un rato, esta vez no era para intentar descifrarme, simplemente  me miraba, parecía que quería decir algo, pero no decía nada, estuvimos así durante cinco minutos, hasta que ella empezó a ponerse nerviosa.

- Tengo que irme ya, lo siento, sé que te he dicho diez minutos, pero no tengo más tiempo, ¿Mañana nos vemos?- Era una pregunta que no hacía falta responder, pero de todas formas asentí mientras sonreía. Se alejó con las hojas de otoño, con el viento que le llevaba a mezclarse con los colores de las calles y con los pasos acelerados que le llevarían a alguna dirección sin nombre conocido.

Quería impresionarla, así que en cuanto ya no la veía ni ella a mí, me fui a esa tienda de antigüedades, y fui directa a la parte donde me había enseñado los libros, no había copias, repeticiones de esos libros, quedaban cuatro y costaban cada uno quince euros, así que cogí todos, y me los llevé, cogí papel de envoltorio, y después de cogerme otro café ardiendo, subí a casa.

Esparcí el papel de envoltorio en la mesa del salón, puse los libros encima, y los empecé a envolver uno por uno, cuidadosamente. Pasé el resto del día envolviendo y preparando cosas mientras escuchaba música. Me preparé para cenar y dormir, el día siguiente sería algo movido.

Ella. [parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora