Entré haciendo que también entrara conmigo el viento del otoño por la puerta, miré cuidadosamente las mesas para ver si ella estaba ocupando alguna de ellas, nada, no estaba. Pedí mi cappuccino y un croissant, y me senté en la misma mesa de siempre, y en la misma en la que le vi a ella leer, fumar y escribir, de su forma tan delicada.
Mientras terminaba de escribir uno de mis tantos esquemas y demás pensamientos, con mi canción favorita de fondo, apareció ella, con su café y un donuts en la misma mesa que el día anterior, cogió un cuaderno, un estuche negro, los cascos, y se encendió un cigarro, echó el humo de forma lenta y pensativa, como si quisiese ver algo en él. Estuvimos un par de semanas yendo todos los días posibles, como algo nuestro.
Un día de esos empecé a recoger las cosas, y ella rápidamente también lo hizo, íbamos lo suficientemente cerca como para escuchar sus cadenas chocando entre ellas es su pantalón al tener la música bajada, llegué a la puerta, la abrí y me aparté, para que pasara ella, me miró durante cinco segundos, hizo una mueca de sonrisa, y pasó siguiendo hacia la derecha en la calle abarrotada de fuera de la cafetería. Seguí mi camino hacia el otro lado, y cuatro pasos después, ella me rozó la mano, me dejó una nota en ella, sonrió un poco más que hacía un momento, y se fue, con pasos acelerados.
No quise ver la nota hasta llegar a casa, dejé las cosas, puse la nota sobre la mesa de la sala y después de coger un red bull, y me senté con una manta en el sofá, bebí un trago largo, y cogí la nota, intentando volver a notar el roce de su suave piel con la mía, aunque solo hubiese sido un segundo, había sido genial. Leí: “Mañana no podré ir, pero quiero verte, pásate por la tienda de libros de la calle de al lado de la cafetería, hasta mañana.” Cené unos espaguetis a la boloñesa, vi una película y me fui a dormir. No paraba de pensar en ese pequeño atisbo de sonrisa, y ese roce de su mano a la mía, incluso soñé con ello.
Me levanté al día siguiente, y me metí a la ducha, necesitaba despejarme, me puse a pensar, y ella no me había dicho a qué hora pasarme por allí, así que decidí ir hacia la hora a la que solía ir a la cafetería. Comí y me sequé el pelo, quería que pareciera que no me había arreglado a pesar de haberlo hecho. Me puse unos pantalones pitillos decorados con un par de agujeros en las rodillas, una camiseta básica, una camisa a cuadros, y salí hacia allí yendo a paso lento, con la música a tope y pensando en que iba a verle un día más.
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Ella. [parte 1]
RomansaElla, la conoció en una cafetería, y no se dio cuenta, pero iba a cambiar su vida poco a poco, e iba a convertir todo en algo raro, diferente.