𝐏𝐫𝐞𝐝𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐞𝐝

27 5 1
                                    

—Izuku, siempre puedes... siempre puedes...— solo aquel murmullo resonaba en el silencio del lugar, como un mantra que intentaba calmar los nervios del albino. Izuku trataba de caminar de la manera mas lenta posible en un vago intento de no llegar.

Para Izuku, aquellos pensamientos le hacían sentir ridículo. ¿Miedo al león? Por favor, había enfrentado sujetos mucho más peligrosos y letales durante su carrera. Sin embargo, sus instintos le provocaban una sensación de vacío con tan solo pensar en ver a aquel hombre.

El final del pasillo se acercaba. Una gran puerta de madera se alzaba frente a él, Izuku tomo una gran respiración, intentando calmar los latidos desenfrenados de su corazón antes de llamar a la puerta.

—Señor Bakugou— dijo el albino, tocando la puerta para anunciar su presencia.

—¿Quién demonios eres?— gruñó el contrario desde el otro lado. La gruesa voz de Bakugou hizo que todo el cuerpo de Izuku temblara en reconocimiento.

—Soy uno de los nuevos, Daiki Yamashita. El señor Sero me pidió que le entregara unos documentos urgentes— respondió Izuku, luchando por mantener firme su voz.

Un silencio sepulcral siguió, lo que provocó que los pensamientos intrusivos del omega lo empezaran a atacar.

—¿𝘏𝘢𝘣𝘳𝘢́ 𝘰𝘭𝘪𝘥𝘰 𝘮𝘪 𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢? ¿𝘔𝘦 𝘩𝘢 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘶𝘣𝘪𝘦𝘳𝘵𝘰?— estas y más preguntas giraban en la mente de Izuku, mareándolo. Sin embargo, la voz del hombre dentro de la oficina lo interrumpió.

—Pasa de una vez y rápido— ordenó el hombre. En ese momento, Izuku tomó una última bocanada de aire y se dispuso a entrar.

Al empujar la gran puerta de roble, la imponente imagen de la oficina se desplegó ante sus ojos. A sus pies, una alfombra roja se extendía majestuosamente. Las cortinas de terciopelo rojo oscuro estaban corridas, permitiendo que la luz del día iluminara toda la habitación.

A la izquierda, un extenso estante ocupaba toda la pared, repleto de libros. A la derecha, una chimenea de mármol blanco.

Por instinto, Daiki inhaló profundamente, tratando de identificar los olores presentes: madera pulida, libros antiguos, licor. Sin embargo, un exquisito aroma dominaba casi toda la habitación: sándalo. El aroma de su mate. Su omega se regocijó ante la familiar fragancia.

Después de unos segundos en trance, Daiki inspeccionó la habitación con la mirada. Finalmente, su atención se centró en el frente, donde un gran escritorio de madera se alzaba; y detrás de él, el hombre culpable de sus pesadillas.

Frente a Izuku estaba Bakugou, quien mantenía la mirada fija en los papeles en sus manos mientras bebía lo que parecía Ron de un hermoso vaso de cristal. El gran león vestía un traje completamente oscuro que se adhería de forma impresionante a su imponente figura

Izuku, al ver hacia dónde iban sus pensamientos, se dio una cachetada mental para disiparlos; debía concentrarse en la razón por la cual se encontraba ahí y completar su misión. El albino avanzó con determinación, su mente luchando contra las distracciones.

—Buenas tardes, señor. Soy Daiki Yamashita, a sus órdenes— declaró Izuku con voz firme, inclinándose en una reverencia. El hombre levantó la mirada al escucharlo.

Escalofríos recorrieron su espalda al sentir la penetrante mirada del león que parecía atravesarlo, estaba seguro de que si sus orejas no estuvieran ocultas, estas habrían bajado por los nervios.

—¿Te conozco de algún lado?— preguntó Bakugou, manteniendo su mirada fija en el albino.

—No, señor. Soy originario de Corea y esta es mi primera vez en Japón— respondió Izuku con firmeza, sin dejar de mantener la reverencia.

𝕱𝖔𝖗𝖇𝖎𝖉𝖉𝖊𝖓 𝕱𝖆𝖙𝖊 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora