-¿Con o sin? -preguntó Carlos.
-Sin.
-¡¿Qué?! -alzó la voz, inclinandose hacia mi en el sofá que habíamos encontrado en una de las habitaciones de ese mismo pasillo-. ¿Qué clase de criminal eres para preferir sin?
Me miró como si acabara de confesar el peor de los crímenes. Su expresión era una mezcla de incredulidad y horror, y de repente parecía haber olvidado completamente el momento íntimo que acabábamos de compartir en aquel pasillo oscuro.
-¿Sin cebolla? -repitió, su voz casi en un susurro de espanto. Se apartó un poco, como si necesitara espacio para procesarlo, y me miró fijamente, estudiándome, como si no estuviera seguro de quién era yo realmente-. No puede ser, Alessandra. Esto... esto es peor de lo que imaginé.
No pude evitar reírme al ver su expresión, pero eso pareció empeorar las cosas. Se llevó las manos a la cabeza y luego las dejó caer sobre sus rodillas, lanzándome una mirada acusadora.
-¿Te estás riendo? -dijo, visiblemente escandalizado-. ¿Sabes lo que acabas de decir? ¡Es como decir que prefieres la paella con... con guisantes congelados!
-Es solo una tortilla -contesté entre risas, intentando calmarlo, pero su cara de horror solo se intensificó.
-¡Solo una tortilla! -exclamó, alzando las manos al cielo como si estuviera invocando a los dioses de la cocina española para que me dieran una lección-. Esto no es "solo una tortilla," Alessandra. Esto es un arte. Una obra maestra de la simplicidad. La tortilla de patatas, ¡la auténtica!, es con cebolla. Sin cebolla es como... -se quedó pensativo, buscando una comparación adecuada-, es como un libro sin palabras, como una canción sin música. ¡Es un crimen gastronómico!
Intenté mantener la compostura, pero verlo tan apasionado por algo tan trivial era hilarante. Carlos estaba completamente metido en su papel, y al parecer, había decidido que convencerme de las virtudes de la tortilla con cebolla era una misión sagrada.
-¿Y desde cuándo eres tan dramático? -me burlé, cruzándome de brazos en el sofá mientras él se inclinaba hacia mí, listo para argumentar.
-Dramático, dice -bufó, y me lanzó una mirada intensa-. Alessandra, esto es cultura, tradición, identidad. En España, la tortilla con cebolla es un tema de orgullo nacional. Pregunta a cualquiera de mis amigos, a mis padres, a mis abuelos... ¡hasta mi perro estaría de acuerdo en esto!
Me reí tanto que casi se me saltan las lágrimas, pero seguía hablando, completamente serio.
-Es que... a ver, piénsalo -dijo, mirándome con una expresión de genuina frustración-. La cebolla le da jugosidad, un toque dulce, ese... ese algo especial que hace que la tortilla no sea solo una cosa seca y aburrida. ¡Es el equilibrio perfecto! La patata es la base, claro, pero la cebolla... la cebolla es el alma de la tortilla. Sin cebolla es una traición, un insulto a la gastronomía española.
Intenté interrumpirlo, pero estaba tan metido en su defensa de la cebolla que apenas me dio oportunidad.
-A ver, lo peor de todo es que esta lucha es ancestral, ¿vale? -continuó, mientras yo intentaba aguantarme la risa-. Generaciones de españoles se han peleado por esto, familias enteras han discutido. ¡Que si con cebolla, que si sin cebolla! Y claro, hay quienes la prefieren sin cebolla, pero bueno... en fin. ¿Qué se puede esperar de esa gente?
-Oye, ¿esa gente soy yo, eh? -le recordé, golpeándolo suavemente en el brazo, pero él ignoró mi comentario con un gesto teatral de la mano, como si no fuera más que una simple molestia en su discurso.
-Si tú quieres comerla sin cebolla, allá tú -dijo, fingiendo resignación-. Pero luego no te quejes de que la tortilla no tiene sabor, de que le falta "algo" especial. Porque ese algo es la cebolla, Alessandra, y una vez la pruebes así, nunca volverás atrás.
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THE ROYAL HURRICANE - CARLOS SAINZ
FanficEn la calma de mi vida, llegó un huracán. No fue uno de esos que anuncian con alertas meteorológicas o que se forman en el horizonte lejano. No. Este huracán se gestó en la quietud de mi rutina, irrumpiendo con la fuerza de un vendaval en mi corazón...