Había una vez un chico llamado Aelius. Su cabello verde brillaba bajo la luz de la luna, y sus ojos oscuros guardaban secretos que solo él conocía. Aelius estaba enamorado de una mujer llamada Selene. Ella era un misterio envuelto en una sonrisa, y su piel parecía tejida con hilos de luna.
Aelius y Selene se encontraron en un café oscuro y lleno de humo. Sus miradas se cruzaron, y en ese instante, el mundo se detuvo. Hablaron durante horas, compartiendo risas y confidencias. Selene le prometió para siempre, y Aelius creyó cada palabra.
Pero el destino es un alquimista cruel. Selene comenzó a desvanecerse. Sus llamadas se volvieron menos frecuentes, sus mensajes más cortantes. Aelius, confundido y herido, intentó aferrarse a ella. Cada vez que su teléfono sonaba, su corazón latía con la esperanza de que fuera ella. Pero era solo el eco de las promesas rotas.
Una noche, Aelius la siguió. La vio entrar en un bar decadente, abrazada a otro hombre. Su risa resonaba como campanas rotas. Aelius se quedó en la sombra, viendo cómo Selene se perdía en los brazos de otro. El dolor lo atravesó como una daga. ¿Cómo podía ser tan ciega? ¿Cómo podía amarla aún?
Selene juró que cambiaría, que volvería a amarlo. Pero las palabras eran como hojas secas en el viento. Aelius la perdonó una y otra vez, como un niño que sigue creyendo en los cuentos de hadas. Pero Selene era un tornado, y él era solo una casa de cartas.
Una noche, Aelius se paró en el borde de un puente. El agua negra lo llamaba, susurrándole que dejara ir su dolor. Pero algo dentro de él se rebeló. No podía permitir que Selene lo destruyera por completo. Se alejó del abismo, con lágrimas en los ojos y el corazón en pedazos.
Aelius escribió una carta. "Selene", decía, "ya no puedo seguir así. No puedo seguir rogándote que me ames. Me has hecho odiarme a mí mismo. Esta es la última vez que te busco. Si no eres capaz de dejarme, déjame tú".
Y así, Aelius se alejó. Caminó por calles desiertas, bajo un cielo lleno de estrellas. Encontró refugio en la música, en las palabras de poetas olvidados. Aprendió que el amor no siempre es suficiente, que a veces hay que soltar lo que duele para encontrar la paz.
Selene quedó atrás, como un fantasma en su memoria. Aelius ya no la buscaba, ya no la llamaba, ya no rogaba por su amor. Y aunque la melancolía lo visitaba en las noches solitarias, sabía que había hecho lo correcto.
El chico peloverde encontró su propia canción. Una melodía de libertad y autenticidad. Y mientras caminaba hacia el horizonte, dejó atrás las promesas rotas y las lágrimas derramadas. Porque al final, la verdadera felicidad estaba en su propio corazón, no en el de alguien más.
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Cortos de ideas para fics que no hare por flojo
FanfictionY aqui comienzan los cortos para dfics, si alguna idea te gusta tomala con gusto informamelo y es tuya si la quieres realizar.