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Juanjo 

Los rayos de sol se colaban por la ventana de la habitación del hotel chocando contra mis ojos y despertándome. Maldije en mi mente al Juanjo del pasado que no se había dado cuenta de bajar las persianas el día anterior. Y aun así, mi mal humor recurrente no apareció. 

La imagen que tenía ante mis ojos le hacía justicia a la presentación de un mismísimo Dios griego envuelto en las sábanas de mi cama. 

Su brazo contrario a mí estaba puesto por encima de la almohada y el otro se doblaba bajo su cuerpo. La sabana cubría hasta el puente de venus, pero el frío no era un problema porque la habitación era cálida. La luz que antes me había despertado también se reflejaba sobre las finas líneas de su espalda. La imagen era idílica. 

Por fin. Por fin lo tenía aquí únicamente para mí solo después de meses escondiéndonos de las cámaras. Por fin podía recrearme todo lo que quisiese para darle los buenos días. Por fin podía abrazarle sin el miedo a que alguien nos descubriese. 

Me permití observar sus largas pestañas, sus pómulos delgados y sus labios entreabiertos por más tiempo del que se consideraba lícito, y aun así todo me sabía a poco. Quería todo de él, y cuanto más me daba, más quería. 

"Todo iba a salir bien".

Esas palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez. Me las había dicho infinidad de veces en las duchas de la academia. En esos momentos no me gustaba pensar en lo que pasaría fuera, pero en ese momento, la idea inundó mis pensamientos. 

Sorprendentemente, pensar en cogerle de la mano e ir por la Gran Vía no me provocaba ninguna ansiedad. La imagen de nosotros tomando unos churros en San Ginés se me hacía un plan perfecto para una noche de diciembre. Un cuadro que le retratase disfrutón bailando bajo las luces de Shoko era una obra de arte en mi mente. 

Ahora sí estaba convencido: todo iba a salir bien. 

Me daba igual si la gente hablaba mal de nosotros, si no nos acepaban o si no nos querían juntos. Nadie iba a dictar quién iba a ser el amor de mi vida, ese era yo.

En ese momento deseé con todas mis fuerzas despertarme cada día y verlo tumbado entre mis sábanas con la tranquilidad que ahora emanaba. 

No pude resistirme a acariciar su mejilla delicadamente con mis dedos. Quería comprobar que el ángel que estaba a mi lado fuese real y no fuese producto de mi imaginación y, una vez más, era de carne y hueso. Maldije en mis adentros cuando gruñó al despertarse. La noche anterior había sido intensiva y estaba seguro de que tenía mucha resaca. 

Todos mis males se fueron cuando con los ojos cerrados me sonrió. 

—Buenos días, Juanji. 

Nunca me cansaría de escuchar su voz por las mañanas. Eran un ronroneo, una caricia, una forma de recordarme cuanto lo quería. 

—Buenos días, mi pequeño. 

No resistí mis impulsos de echarme sobre él y darle besos hasta desgastarle. 

Me sentía tan libre... Tan bien... Tan contento de poder vivir este momento... 

Cuando nos miramos a los ojos y nuestros iris hicieron contacto el mundo se detuvo. El momento era eterno y efímero a la vez. Porque eso éramos, eternamente efímeros. 

—Te quiero, Martin. 

𐐪✥𐑂

Esos recuerdos que en numerosas ocasiones me venían a la mente, esta vez no podían ser más acertados. 

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⏰ Última actualización: May 24 ⏰

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God only knows... - Juantin ot2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora