Maestro

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Simplemente se dejaba llevar por el mar de estrellas a su alrededor...

Esta simple idea embargaba el pensamiento de aquel hombre que viajaba a través del hiperespacio a bordo de la nave Embajador, nave espacial de clase oficial perteneciente a la Guardia Pretoriana del Emperador, misma que era legendaria por ser el medio de transporte preferido, sino es que personal, del Pretor Dylan Zagal.

Bastante tiempo había transcurrido desde que partieron del otro extremo del Imperio, se dirigían con premura a su destino, un planeta ubicado en un recóndito rincón de la galaxia, en el cual se tenía la impresión de que la influencia del Imperio era poca, sin embargo, la realidad era otra.

El Pretor Zagal se encontraba absorto en la profundidad de sus pensamientos, no se podría establecer si se encontraba en un profundo trance o al borde del sueño profundo; no era para más, este tipo de viajes siempre la habían fastidiado, ya que nunca le entusiasmó la idea de presentarse en lugares inhóspitos u olvidados por el Imperio, con la misión de visitar a un montón de Pretores y Guardias Pretorianos mediocres y holgazanes, así como documentar sus cuestionables acciones.

Sin embargo, no tenía escapatoria, dos grandes motivos eran la razón de ello, primeramente, la posición y fama que había cosechado en la Guardia Pretoriana durante mucho tiempo, tenían aparejadas el tedioso deber del cual era preso en ese instante, situación que si era contrastada con los beneficios y privilegios obtenidos, no habría razón para negarse, pero, las cosas no eran tan simples para Zagal, él era un obstinado empedernido. Pero ante tal testarudez, existía el segundo motivo, Zagal era un hombre amenazado, el Emperador, a través del Consejo de la Guardia Pretoriana, había condicionado la permanencia del Pretor en la gloria, la única condición era su absoluta sumisión en asuntos oficiales de la Guardia Pretoriana, condicionante que a la más mínima negativa, tenía como sanción el olvido y un boleto de ida a un trabajo mediocre en un escritorio de algún archivo en alguna base inhóspita en la galaxia; para Zagal el solo pensamiento de una vida así era insoportable.

Sorprendentemente, incluso para él, el viaje que estaba realizando era una razón válida para abandonarse a tal forma de vida, dado que el ir a Taurus representaba, por lo menos para el Pretor, un gran fastidio; aunque la idea de regresar a casa en la capital del imperio y ver las estrellas acompañado de un buen licor, aminoraba los deseos casi suicidas de Zagal.

En ese momento de profunda reflexión, la música procedente de un equipo de última generación de audio, invadía el espacio de la oficina del Pretor, otrora un compartimiento común y corriente, cada compás de "Nunca podrás obtener siempre lo que quieres", autoría de los Asteroides Rodantes, eran un recordatorio bastante acorde a la situación en la que se encontraba Dylan Zagal, misma que de un momento a otro se tornaría cada vez más fastidiosa.

De manera intrusiva, el sistema de comunicación de la nave se activó, alejando Zagal de sus pensamientos y tribulaciones, al abrir sus párpados, dejó a la vista un par de ojos azules zafiro, bellos y profundos, mismos que tenían la fama por todo el Imperio de ser el arma principal de aquel Pretor, esto al ser extremadamente penetrantes, escaneaban el interior y la conciencia de las personas que se topaban con ellos.

—¿Qué sucede? —cuestionó somnoliento e irritado al activar el comunicador.

—Estamos por llegar Señor, prepárese para entrar a la atmósfera de Taurus —respondió ceremonialmente el capitán del Embajador.

—No tienes idea de lo mucho que me alegra escuchar eso —dijo Zagal con un gesto de fastidio.

Finalizó la comunicación y de nueva cuenta cerró los ojos para regresar a sus pensamientos, sin embargo, el Holoproyector se activó, Zagal alterado por la nueva interrupción se limitó a cerrar los ojos al percatarse de dónde provenía la comunicación; pero cuando el destino llama, irremediablemente éste te encuentra y Zagal no sería la excepción, de nueva cuenta el dispositivo de comunicación timbró, esta vez con mayor insistencia, el Pretor irritado por ello, no tuvo más remedio que atender el llamado.

PRETOR: TúnicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora