Transferida a una Escuela de Brujas Tomo 3

Alianzas Equivocadas

Autor.

¡Hello!

¿Dos capítulos a la semana?

¿Otra vez?

Pues sí, este es traído a ustedes por maker-00. Se convertirá en el dios del nuevo mundo.

Alabadle, o a notará vuestro nombre en su libreta.

Que noche tan linda.

Mamá y yo hablamos durante horas y horas... bueno, yo hablé y pregunté cosas y ella respondió.

Tenía mucha curiosidad y mucho que contar de la semana y en algún punto, me quedé dormida.

Esperaba que al despertar, ella estuviera a mi lado... pero no estaba...

Miré a mi derecha al abrir los ojos intentando darle los buenos días, sintiendo una ligera decepción cuando no la vi, así que giré buscándola por la habitación del hotel y...

Me sorprendí al ver los cabellos dorados de la bruja durmiendo a mi izquierda.

—¿Beri? —pregunté extrañada.

Perezosa, ella emitió algunos gemidos bajos, los típicos de alguien que trata de no despertarse.

—¿Eri? —cuestionó tallandose los ojos y levantando el torso, dejando que las sábanas se escurrieran por su cuerpo desnudo.

Sus picos rosas estaban ligeramente duros y sus costillas se marcaban ligeramente por la pose.

Finalmente abrió los ojos, dejando lucir el azul brillante y sonrió al verme.

—Eri —me abrazó, tirándome de nuevo sobre la cama... sentía algo raro en mi pierna.

—Hola, Beri –acaricié su cabeza—. ¿Qué haces aquí?

—Morgana entró a la habitación con mi maestra y ella me envió a dormir contigo.

—Entiendo —suspiré internamente, supongo que no toda la atención era para mí—. ¿A qué hora fue eso?

—No sé... creo que faltaban dos horas para que el sol saliera —hablaba sobre mí como si realmente no hubiera nada extraño en eso—. ¿Quieres jugar?

Adorable...

—Mejor vamos a vestirnos primero —expresé empujandola suavemente a mi lado—. Mamá dijo que iríamos a desayunar.

—Sí, también mi maestra dijo que iríamos juntas antes de que Morgana llegara —así que ya se habían levantado.

La rubia se puso de pie sobre la cama, estirandose a mi lado, lo cuál sería adorable, de no ser por...

—Beri... eso es... —señalé su pene pequeño y rosita, el cual estaba ligeramente duro... entonces eso era lo que sentía en mi pierna.

—Sí, me gusta mucho —incluso comenzó a mover la cadera de lado a lado, haciéndolo sacudirse para enfatizar—. Convencí a mi maestra de dejarme más de esas pociones si sacaba buenas calificaciones —rió como una niña traviesa.

—Ya... veo —no podía dejar de verlo—. ¿Por qué... está... duro?

—Sé pone así en las mañanas... ¿quieres tocar?

—No, gracias.

Sacudí mi cabeza y me levanté de la cama antes de dejar a un lado mi bata, quedando sólo con unas pequeñas bragas con dibujos de gatitos, estaba feliz de lograr que mamá usara unas también.