Capitulo nueve

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Kara siguió el aroma a café recién hecho hasta llegar a la cocina, donde encontró a Lena en bata y con unas zapatillas peludas, a juego. Kara había sido capaz de localizar toda la ropa que llevaba la noche anterior, aunque la idea de volver a ponérsela no le resultaba demasiado estimulante. Tomó la taza de café que Lena le tendía y la dejó junto a la de esta, que ya estaba sobre el mármol. Empezaron a besarse casi inmediatamente, con dulces besos de buenos días que hicieron que Kara sintiera una oleada de calor en su interior.



—¿Tienes tiempo de desayunar? —le preguntó Lena.
—La verdad es que no. —Kara tiró del cinturón de la bata de Lena y deslizó las manos sobre su cuerpo desnudo—. No puedo creer que no se me ocurriera traerme una muda de ropa.

Ahora tenía que irse corriendo a casa, darse una ducha y volver a meterse de lleno en el tráfico matutino.

—Pero esta noche sí que te la traerás, ¿verdad?
—¡Oh sí! Claro que sí. —Kara la besó en el cuello y en el suave hueco entre la nuca y los hombros—. Este fin de semana tengo que ir a Saint Louis, a una conferencia. Salgo mañana por la tarde. ¿Quieres venir conmigo?
—El sábado tengo una reunión con el administrador municipal —dijo Lena con la decepción reflejada en la voz—. Estamos discutiendo sobre la financiación de la biblioteca y no puedo librarme.


Kara tenía que presentar una comunicación en la conferencia, lo que hacía que ella tampoco pudiera librarse. Lena le pasó los brazos alrededor del cuello y se acercó hasta que sus frentes se tocaron.


—¿Cuándo vuelves?
—El domingo por la tarde, sobre las cinco. —Besó a Kara en la punta de la nariz y, en broma, frotó su nariz contra la de ella.
—Será mejor que duermas todo lo que puedas en el avión de vuelta, cariño, porque la noche del domingo no vas a dormir nada. Te lo juro.
«¡Cariño! ¡Te ha llamado cariño, Danvers!» —pensó
—Esta noche podríamos disfrutar de una cena tranquila, aquí en casa —dijo Lena—. No me he comportado como una buena anfitriona desde que te he llevado a la cama.
—La comida es algo que puedo conseguir en cualquier parte —susurró Kara y volvió a besarla.

Después de una mañana ocupada tratando un caso de acné y un caso agudo de sarpullido en la zona genital, extirpando algunas verrugas de consideración, Kara disfrutaba de la segunda taza de café del día. Normalmente, no tenía demasiado tiempo entre pacientes, pero alguien había cancelado la visita justo antes de la comida, lo que le daba la oportunidad de releer su comunicación. Hablar en público no era uno de sus puntos fuertes. Era algo que tenía que trabajar, pero estaba segura de que algunas prácticas de camino a Saint Louis la ayudarían a no ponerse nerviosa cuando llegara el momento. Comprobó el reloj y se dio cuenta de que tenía veinte minutos para conseguir algo de comida, si es que quería comer aquel día. Abrió la puerta de la consulta y se encontró con Alex plantada ahí delante.

—¡Joder! —gritó Alex—. Me has asustado.
—¿Que estás haciendo aquí?

Por un momento, Kara se quedó desconcertada. Se le apareció mentalmente la imagen de aquellos pasatiempos de «Encuentre el error en el dibujo». Hacía tres meses que no veía a Alex y, por lo que podía recordar, hasta entonces Alex no había visitado nunca su consulta, ni siquiera para la inauguración, dos años atrás. Kara abrió la puerta del todo e hizo un gesto hacia la silla que había delante de su escritorio. 

«Ya puedes despedirte de la comida, Danvers.» —pensó

—Tengo que estar en los juzgados dentro de tres cuartos de hora —dijo Alex, mientras se sentaba y se ponía cómoda.


Llevaba un traje de ejecutiva gris. El corte de la chaqueta era impecable y el largo de la falda, perfecto. Alex sabía cómo vestirse para tener éxito, llevaba ropa cara y ofrecía todo el aspecto de una abogada. Mientras Kara contemplaba a su hermana, intentó imaginarse por que las mujeres la encontraban atractiva. El cabello de Alex era rojo lo llevaba corto, con un corte moderno, y en cambio Kara era rubio y largo. Su seguridad en sí misma era insoportable y su sentido del humor lindaba con lo excéntrico. Sin embargo, Alex tenía algo más, algo que Kara nunca había podido determinar, algo que hacía que, siendo las dos lesbianas, habiendo tenido los mismos padres y habiendo estado en una ocasión enamoradas de la misma mujer, ellas dos no tuvieran absolutamente nada en común.


Esperandote (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora