Capitulo doce (+18)

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Lena metió en el lavavajillas el último plato sucio y escuchó cómo Kara intentaba aleccionar a los gatos para que no anduvieran por encima del contestador. Minutos más tarde Kara se acercó y apretó su cuerpo contra la espalda de Lena.


—¿Estas segura de que tienes sitio para mí aquí? —preguntó Kara— Tengo montones de cosas.
—Ya haremos sitio —Sonó el teléfono y Lena contestó. Eliza estaba al otro lado de la línea y preguntaba si ella y Miranda podían pasarse por allí.
—Acabo de hacer un bizcocho —dijo— Todavía está caliente —Lena sonrió.
—El café estará a punto cuando lleguen —colgó y pasó las manos por la nuca de Kara— Era tu madre, que viene hacia aquí. Me gustaría saber que sucede. ¿Les has comentado algo de nosotras?
—No, no he tenido ocasión.

Kara estaba algo nerviosa mientras, un poco más tarde, ponía los platos de postre y las tazas en la mesa. Miranda y su madre acababan de llegar: podía oírlas en la sala de estar mientras hablaban con Lena sobre la mejor manera de distribuir algunos muebles.

—Pero si está aquí mi hija la doctora —dijo Eliza, sorprendida, cuando vio a Kara en el comedor— No he visto tu coche aparcado enfrente.
—Estabas demasiado ocupada derritiéndote por el bizcocho —dijo Miranda con un guiño— ¡Hola, doctora! ¿Qué tal el negocio de la piel?
—Con el habitual sarpullido de pacientes —respondió Kara— ¿Y bien? ¿Qué las trae por aquí?
—Tu hermana —dijo Eliza— Mi hija la abogada se ha ido a confesar hoy —Con una floritura dejo el bizcocho en el centro de la mesa y apartó una silla— También ha empezado a ir a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Creo que esta vez sí va a conseguirlo. Está hablando muy seriamente de enmendarse —Eliza miró hacia Lena, esperando que dijera algo.
—Voy a buscar un cuchillo —dijo Miranda.
—Tráeme uno a mí —añadió secamente Lena. Miranda se rio:
—Me refería para el pastel —Lena se frotó la nariz como si intentara aliviar un dolor de cabeza.
—¿Y bien? —dijo Eliza— Lo está intentando en serio. Alex no se había confesado en los últimos quince años.
—Pensaba que los abogados tenían que hacerlo una vez al día —replicó Kara— Creo que es una norma o algo así —Miranda regresó con el cuchillo y empezó a cortar el pastel.
—¿Por qué haces esto, Eliza? —le preguntó Lena— ¿Quién dice que Alex y yo tenemos que ser amigas? ¿Dónde está escrito que tenga que perdonarla por todo lo que me ha hecho? No me importa que se pase el día en la iglesia o que no vuelva a probar el alcohol en su vida. No quiero saber nada de ella, no quiero hablar de ella, no quiero pensar en ella. ¿No puedes entenderlo? —Lentamente, Eliza fue mirando de una en una a Miranda, a Kara y después a Lena. Finalmente le dirigió la siguiente frase a su hija la doctora:
—Ayúdame a hacer entrar en razón a esta mujer. Tu hermana está intentando reorganizar su vida.
—¿Por qué debería ayudarte? —dijo Kara— Lena tiene razón, Alex tuvo su oportunidad, varias oportunidades, de hecho, y las ha desperdiciado todas.
—Estoy de acuerdo —intervino Miranda— Alex se ha portado como una desgraciada y no puedes pretender que Lena se limite a olvidarlo. Cariño, no puedes obligarlas a que sean amigas. Eso puede tardar años. Incluso puede que nunca llegue a suceder —Kara estudió a su madre durante unos instantes y vio la decepción reflejada en su rostro.

«No, no, no —pensó Kara mientras las cuatro estaban allí sentadas, simulando comer pastel y tomar café— No puede ser. Mi madre no.» —Kara dejó el tenedor e inspiró profundamente—Mamá —dijo— ¿estas intentando que Alex y Lena vuelvan a estar juntas?
—Eso solo está en sus manos —repuso Eliza— Lo que me parece importante es que Lena sepa con cuanto ahínco lo está intentando Alex.
—Pero te gustaría volver a verlas juntas.
—Kara —dijo Lena, y la tomó de la mano.

Kara sintió un peso en el pecho al pensar que su madre estaba defendiendo a Alex y poniéndose de su parte de aquella manera. Por un momento notó un mareo, pero Lena la agarró con fuerza y la hizo sentir segura.

—Mamá —dijo Kara— ¿por qué siempre es a Alex a quien quieres ver feliz? ¿Acaso yo no me lo merezco?
—Claro que sí —respondió Eliza, sinceramente confusa— Quiero lo mejor para mis dos hijas. ¿Qué clase de pregunta es esa? Sabes perfectamente que Alex siempre ha necesitado que la guiaran un poco, que le dieran un empujoncito en la dirección adecuada. Si nos quedamos esperando a que sea ella quien lo entienda, estropeará las cosas de verdad
—Me parece muy bien —dijo Kara— pero esta vez tendrás que guiarla en otra dirección, en cualquier dirección que no sea Lena. Ahora es tu hija la doctora la que está enamorada de Lena y pienso seguir así. —Los ojos de Eliza se abrieron de par en par por la sorpresa, mientras se la quedaba mirando
—¿Tu y Lena? —Kara asintió y se llevó la mano de Lena a los labios para besarla. Eliza lanzó una mirada a Miranda, que estaba al otro lado de la mesa.
—¿Sabías algo de esto? —le espetó.
—Más o menos, pero no del todo —dijo Miranda.
—¿Qué clase de respuesta es esa? —Eliza se apoyó en el respaldo de su asiento. De repente, parecía agotada— Lo siento, cariño, no lo sabía. Pero, ahora que lo pienso, las dos últimas veces que he venido estabas aquí. —Las miró y frunció el entrecejo— ¿Por qué no dijeron nada? —dirigiéndose a Lena, le preguntó— ¿Por qué no nos lo dijiste?
—Quizá porque no es asunto nuestro —sugirió Miranda con diplomacia.
—¡Oh! —exclamó Eliza— Bueno, supongo que tienes razón. No es asunto nuestro, ¿verdad? —Lena empezó a reírse y apretó con fuerza la mano de Kara.
—También para nosotras esto es aún algo nuevo —dijo— Estoy segura de que finalmente hubiera salido el tema, pero todavía no hemos llegado a la fase de hacerlo público.
—¡Ah! —dijo Eliza— Y aquí nos tienes a nosotras presentándonos cada dos por tres en esta casa. —Miró el trozo de tarta que permanecía intacto en su plato— No hacemos más que arruinarles la luna de miel. Quizá tengamos que agarrar el pastel e irnos, Miranda, cariño.
—¡Ni se les ocurra! —exclamó Lena— Puede que esta luna de miel sea para siempre. —Se encontró con los ojos de Kara— Sinceramente, espero que sea así.
—¿Alex sabe algo de esto? —preguntó Eliza, tras un momento.
—Si —le dijo Kara.
—Esa imbécil —murmuró Eliza.

Aunque Kara quería contratar a una empresa de mudanzas, Miranda la convenció de que, con las pocas pertenencias que tenía, sería más complicado contratar a alguien que hacerlo ellas mismas.

—Será divertido —seguía asegurándole Miranda.

El día de la mudanza, Lena daba instrucciones a la cuadrilla compuesta por Eliza, Miranda, Diana y Imra sobre las cajas que estaban listas para ser cargadas en la furgoneta de Miranda. En medio del salón de Kara había el montón de «No tocar», el montón de «Cosas para tirar» y el montón de «¿De quién es esto?». Kara había tenido que irse al hospital para una urgencia.

—¿Dónde hay una mujer de parto cuando la necesito? —preguntó Diana mientras avanzaba hacia la puerta, cargando con su extremo de la mesita de café.
—Esperan a cuando estamos disfrutando del mejor sexo para enviarte un mensaje al busca, cariño —le recordó Imra.

Lena y Eliza habían empaquetado todo lo que había en la cocina y estaban a punto de empezar con la habitación de Kara. Miranda entró y le dio a Eliza un beso en la mejilla.

—La furgoneta está cargada —dijo— Me llevo a Diana y a Imra para que me ayuden a descargar —Y dirigiéndose a Lena— ¿Estas segura de que no quieres venir para decirnos dónde poner las cosas?
—Todo tiene etiquetas —dijo Lena— y, si algo no está claro, ya lo arreglaremos después. Espera, te daré la llave de casa.

Después de que las tres se hubieran ido, el celular sonó y hubo un momento de tensión cuando ni Eliza ni Lena conseguían encontrarlo. Por fin, Lena localizó el sonido y sacó el teléfono de debajo de un montón de toallas limpias que había al lado de la chimenea.

—Hola —dijo, sin aliento.
—Hola —le dijo Kara— Soy yo —bajo la voz y preguntó— ¿Que llevas puesto? —Lena se rio.
—Sudor, mucho sudor. ¿Dónde estás?
—De camino. ¿Necesitáis algo, ahora que estoy en la calle? Refrescos, hielo, vino, pizza...
—No, estamos bien —dijo Lena— Permíteme sugerirte que no te entretengas, cariño. Diana cree que te has enviado el mensaje al busca tú misma para poder librarte de la mudanza.
—Tenía un paciente de verdad con una urgencia justificada —dijo Kara— Esa es mi versión y pienso atenerme a ella.
—Claro que sí.
—Además —prosiguió Kara— el único motivo por el que Diana piensa así es porque ella sí que lo haría si se tratara de su mudanza. Bueno, será mejor que me ponga en marcha y las deje trabajar. Estaré ahí dentro de unos minutos —Lena colgó y dejó el teléfono a la vista. Eliza estaba en el umbral, apoyada en una escoba y mirándola.
—Esa tenía que ser mi hija la doctora —dijo.
—Era ella. Esta de camino —Eliza asintió y apoyó la escoba contra la pared.
—Te hace feliz y no estoy segura de haberte visto realmente feliz anteriormente.
—Puede que tengas razón —admitió Lena— Kara y yo nos parecemos mucho —Se rio y dijo— Diana cree que somos las dos personas más aburridas que ha conocido en toda su vida.
—No hay nada malo en ser aburrida —dijo Eliza— Miranda y yo llevamos veinticinco años siendo aburridas y sigue gustándonos —Agarró una pila de toallas y las metió dentro de una caja vacía— Alex y Lucy se están viendo mucho últimamente. Mi peor pesadilla con ellas es que las dos se vayan a vivir con Samantha y que arruinen sus vidas de verdad.
—No me sorprendería —dijo Lena.

Siguió a Eliza hasta la habitación de Kara y empezaron a quitar las sábanas de la cama. Sonó el celular y Lena se estiró para responder.

—Hola —dijo Kara— Soy yo otra vez. —Lena sonrió con solo oír su voz.
—Hola. ¿Dónde estás?
—En la entrada del garaje.
—¿Dónde? —Lena fue hacia la ventana y abrió las cortinas para poder mirar fuera Kara la saludó con la mano desde el asiento del conductor y susurró en el teléfono móvil —¿Que llevas puesto?


Esperandote (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora