Capitulo once

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El lunes por la mañana, cuando Kara llegó a la oficina, Alex estaba esperándola.

«Tiene un aspecto terrible» —pensó Kara mientras se ponía una bata blanca limpia.
—Concédeme diez minutos de tu tiempo —le dijo Alex.


Tenía la cara tensa y parecía como si no hubiera dormido demasiado la noche anterior, pero su atuendo era impecable. Iba vestida para un juicio, con un traje de chaqueta azul oscuro, una blusa rosa pálido y zapatos de tacón a juego. Lo que le faltaba de personalidad lo compensaba en elegancia. Kara abrió la puerta de su pequeña consulta y señaló la silla que había delante del escritorio.


—¿Cuándo fuiste a buscar el coche?
—Ayer por la tarde —dijo Alex— Miranda me acercó.


Kara se dio cuenta de que Alex evitaba mirarla y supuso que probablemente estaba avergonzada por lo del sábado por la noche. Optó por no ponerle las cosas peor de lo que ya estaban. Alex se aclaró la garganta y giró el cuello, para hacerlo crujir en aquel ritual irritante al que recurría siempre que estaba nerviosa.


—Yo... Ah... —empezó y después tamborileo con los dedos en el brazo de la silla—. ¿Puedes decirle a Lena algo de mi parte? —le preguntó y, sin esperar respuesta, añadió— Dile que estoy yendo a terapia y que asisto a las reuniones de Alcohólicos Anónimos cada día. Dile que lo siento mucho todo: lo de Samantha y Cancún..., todo. Solo dile esto.
—¿Por qué fuiste a su casa el sábado? —le preguntó Kara.
—¿Por qué? —repitió Alex, sorprendida por la pregunta—. Creo que en realidad te buscaba a ti, para ver si estabas allí. No sé, no lo recuerdo demasiado. —Se estiró la falda y se sentó más recta en la silla— Mira, sé que ahora no quiere verme ni hablar conmigo, pero de algún modo esto transmite un claro mensaje. ¿A ti no te dice nada?
—Me dice que no quiere verte ni hablar contigo.
—¿Eso es todo? ¿Eso es lo único que se te ocurre? Esta rebotada, Kara. Está enfadada conmigo y sabe que teclas pulsar. Solo te está utilizando, pero no va a estar enfadada conmigo toda la vida. Esto se le pasara. ¿Acaso no lo ves?
—Pero, mientras tanto, es mi coche el que está aparcado en su casa y son mis zapatillas las que están en la entrada —se limitó a añadir Kara—. ¿De verdad crees que hemos de mantener esta conversación? —Alex le lanzó una mirada cargada de odio—Le daré tu mensaje —dijo Kara.
—Hazlo. —Alex se levantó, apoyó las manos en el borde del escritorio de Kara y se inclinó hacia delante— Me sigue queriendo y eso no cambiará nunca —Kara se encogió de hombros y, hundiendo las manos en los bolsillos de su bata blanca, también se puso en pie, igualando centímetro a centímetro la altura de Alex.
—Ya lo veremos.



Kara pagó la pizza y le dio propina al repartidor. Echó un vistazo al salón para comprobar que Cardigan y Noah se estaban llevando bien: siguiendo una sugerencia de Lena, Kara había llevado a Noah a su casa para hacer una prueba piloto de convivencia. Hasta el momento, los gatos se mantenían cada uno fuera del camino del otro, pero tanto Kara como Lena estaban atentas por si empezaban los zarpazos.


—Alex ha venido a verme hoy —dijo Kara mientras dejaba la pizza sobre la mesa. No quería sacar el tema, pero se lo había prometido a Alex. Abrió la caja y vio las anchoas de la pizza—. No puedo creer que te gusten las anchoas. ¡Es fantástico! ¿Y qué tal tu tolerancia a las coles de Bruselas? ¿Y al hígado? ¿Te gusta alguna de estas cosas?
—De hecho, me gustan las dos —dijo Lena.
—Humm. Muy interesante. —«Si —pensó
Kara—, ninguna de las dos queremos hablar de Alex.» —Se sentaron a comer y Kara saboreó un pedacito de pizza coronado con una anchoa antes de proseguir. Al fin y al cabo, había prometido transmitir el mensaje—. Alex ha venido a mi consulta esta mañana y quería que te dijera que ha empezado una terapia y que ha vuelto a Alcohólicos Anónimos. También dice que siente lo de México. Sólo quería que lo supieras.
—Y ahora ya lo sé, gracias. —Lena señaló con la cabeza a Noah y a Cardigan, que estaban entretenidos olisqueando una hoja de hiedra, sin duda después de haber percibido el olorcillo a anchoa en el ambiente— Parece que se llevan bien.
—Sí, eso parece —asintió Kara.
—Ahora que Noah está aquí, ya no tienes excusa para no traer más cosas tuyas —dijo Lena.
—¿He estado poniendo excusas? —Lena se rio y recortó a mordisquitos un trozo del borde de la pizza.
—No, la verdad es que no. Me gustaría que pensaras en venirte a vivir conmigo. De hecho, estas aquí todas las noches. Y también podríamos hacerlo oficial —Kara, con aire despreocupado, dejó su porción de pizza para que Lena no viera que le temblaban las manos.
—¿Seríamos compañeras de piso que duermen juntas? —le preguntó. Se acercó a la caja de la pizza para tomar otra porción, aunque ya tenía un trozo en el plato—. ¿O es tu manera de pedirme que me case contigo? —La suave sonrisa de Lena hizo que el pulso de Kara se desbocara. Kara pellizcó una anchoa y se la metió en la boca. Se encogió de hombros y dijo: —Supongo que es un poco absurdo hablar de casarnos cuando tú ni siquiera estas segura de quererme. —Tomó la copa de vino con una mano medio temblorosa y bebió un largo trago—. Así que me imagino que seremos compañeras de piso que duermen juntas. —Volvió a dejar la copa y pasó un dedo lentamente por el borde— Seguiremos durmiendo juntas si me mudo aquí, ¿verdad?
—¿De qué coño estás hablando? —le preguntó Lena exasperada. Los ojos de Kara se abrieron de golpe: nunca la había oído decir palabrotas— No necesito a ninguna compañera de piso —dijo Lena—. ¿Y por qué iba a hacer el amor contigo ahora y no cuando te vengas a vivir aquí? —Tomó otro trozo de pizza de la caja y lo dejó caer en su plato—. Y sí, respondiendo a tu pregunta anterior, es mi manera de pedirte si quieres casarte conmigo.
—¿Te casarías con alguien de quien no estuvieras enamorada? —La exasperación volvió a reflejarse en el rostro de Lena, mientras buscaba a Kara con la mirada, pero, de repente, su expresión se suavizó y se apoyó en el respaldo de su asiento.
—¿Lo dices en serio? —le preguntó.
—Olvida todo lo que he dicho —susurró Kara. No tenía ni idea de cómo había perdido la voz y, para su horror, sintió que se le agolpaban las lágrimas en los ojos «La estoy presionando para que me de respuestas que no tiene. ¿Qué me está pasando?» pensó—. Por favor, olvídalo.
—Kara —le dijo Lena—, cariño, creo que estoy enamorada de ti desde que me diste aquel beso de cien dólares. —Sonrió y se estiró para cogerle la mano por encima de la mesa. La voz de Lena era grave y estaba cargada de emoción cuando le dijo—: Aquel día, en la Fiesta Gay y Lésbica, me puse nerviosa cuando vi que te ponías en la cola de la caseta de los besos. Para entonces, ya sentía algo muy fuerte por ti. —Levantó la mirada y se rio suavemente de otro recuerdo—. Y allí estabas tú, delante de mí, revisando los enjuagues y charlando con Joey. Vi que tú también estabas nerviosa y aquello me hizo desearte incluso más aún. —Volvió a reírse—. Y entonces, empieza a sonar tu busca. ¿Te acuerdas? —Sus ojos se clavaron en los de Kara con una mirada perspicaz y penetrante, y el estómago de Kara empezó una nueva sucesión de vuelcos—. Pero con busca o sin busca, doctora Danvers, aquel día no te ibas a ninguna parte hasta que no me hubieras dado un beso. —Kara asintió y le acarició la mano.
—Ni siquiera recuerdo como conduje hasta el hospital después de aquello. —Lena se rio y apoyó los codos sobre la mesa—¿Y bien? —susurró Kara, agradecida por haber recuperado la voz—. ¿Nos vamos a casar o no? La pizza se está enfriando.


Esperandote (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora