[Si el Deseo no fuera tan necio]

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La llamada de su hermano mayor, el hijo primogénito de la familia, fue una sorpresa inesperada, aunque ya estaba familiarizado con ellas. Siempre se mostraba listo para resolver cualquier problema, ya fuera a través del portal de sus sellos o presentándose en persona ante la convocatoria.

Nadie anticiparía la visita de su hermano Destino en su dominio, con la apariencia de un monje lejos de su santuario, portando su enorme libro con cadenas y con una mirada carente de visión que reflejaba un auténtico sentimiento de desaprobación y decepción.

—Hermano, ¿qué haces aquí? —la representación antropomórfica de los Deseos le cuestionó.

— ¿Por qué lo preguntas, Deseo? —replica el mayor de los siete hermanos con otra pregunta. — ¿No soy acaso bienvenido? ¿No puedo visitar a mi hermano menor en su reino? —pregunta con una sonrisa que denota jugueteo en su voz.

— ¡Quiero decir, claro que eres bienvenido! —responde apresuradamente. —Solo me preguntaba la razón de tu visita a mi reino. No es común que dejes el tuyo.

La risa tenue del hermano mayor tomó por sorpresa a Deseo. El Eterno, ataviado con ropas de monje, simplemente se aproximó a su hermano menor, arrastrando consigo su voluminoso y pesado libro, al cual estaba atado por una cadena a su muñeca derecha. Acomodó el libro bajo su brazo derecho, liberando así su brazo izquierdo para descansar. Luego, extendió su mano y acarició suavemente con su pulgar izquierdo la mejilla del hermano menor, sumiéndolo en una dulce confusión.

—Mi adorado hermanito... —con un movimiento ágil y totalmente inesperado para su hermano, Destino se apodera de la oreja izquierda y la estira con tal ímpetu que pareciera que con un poco más de esfuerzo la despegaría. — ¡Siempre te olvidas de escuchar mis consejos!

— ¡¡AUCH!! —se lamentó por el tirón que le dio su hermano. Era la tercera vez que uno de sus hermanos le tiraba de la oreja; la diferencia esta vez era que le habían jalado la oreja contraria. —Primero fue Desespero, después Muerte y ahora tú. ¿Qué problema tienen conmigo? —exclamó mientras se frotaba la oreja dolorida.

— ¿Nosotros con un problema contigo? La pregunta sería, ¿cuál es tu problema con Sueño, Deseo? —replicó con molestia, haciendo que su hermano menor retrocediera por el tono empleado. No disfrutaba alzar la voz a sus hermanos, pero en ocasiones su paciencia se agotaba y, como el mayor, debía ejercer la autoridad que sus padres habían omitido.

Deseo comprendió de inmediato y se percató de que era a causa de la broma que había hecho a Sueño, sobre la cual Muerte ya le había informado acerca de la consecuencia: el embarazo. Lo miró con los ojos en blanco, irritando aún más a su hermano. — ¿En serio vas a tomar su partido? ¡Fue solo una broma sencilla!

— ¿Cómo puedes tener la audacia de decir que no fue gran cosa? —dijo Destino con decepción, mirándolo con incredulidad. Sin desviar la vista de su hermano, abrió su libro y buscó la página donde había descrito el tipo de broma que le había jugado a Sueño. — ¿Acaso sabes qué fue lo que pusiste en los chocolates?

— ¡Sé perfectamente lo que añadí! Fue una poción de mi propia creación —insistió con la paciencia al límite. —Conoces bien mi habilidad para preparar pociones; sabes que no cometería el error de hacer una que causara daño.

Al mismo tiempo, desvió la mirada del rostro de su hermano y observó la página donde había dejado de leer. Tras leer el contenido, volvió a fijar su vista en su arrogante hermano, esta vez con una expresión que dejaba claro su descontento. —Supongo que si conoces los ingredientes de la poción, podrás repetírmelos sin problema.

Ella suspiró con desgano. —Pétalos de rosa, chocolate, canela, néctar de lavanda, polen de flores silvestres; ingredientes bastante comunes.

—Te falta mencionar un ingrediente. No preguntes cómo lo sé, está anotado aquí. —Señaló en la página de su voluminoso libro. —¿Cuál es, Deseo?

Gruñó malhumorado, sin comprender nada de lo que intentaba decir. —El ginseng, una raíz naturalmente afrodisíaca. Fue complicado localizar la colina precisa donde la cultivan; no preguntes cómo lo hice.

—Sabiendo cómo eres, seguro que no tuviste problemas para obtenerla. Pero parece que no eres consciente del peligro que ese alimento podría representar —dijo, acercándose al Eterno menor mientras sujetaba su gran libro contra su pecho. Deseo simplemente lo observó con sus ojos ciegos. —La humanidad utiliza la pulpa de esa raíz para combatir todo tipo de problemas de salud, y hay muchas investigaciones que sugieren que podría curar enfermedades graves.

Esto dejó a Deseo con una expresión de incredulidad simulada. Sin embargo, Destino prosiguió con su explicación.

—Los expertos recomiendan no ingerir más de 2 gramos de polvo de raíz de ginseng al día y limitar el tratamiento a no más de tres meses. Una dosis excesiva de esta planta puede causar irritabilidad, visión borrosa, edema, diarrea, hemorragias, excitación, mareos, sequedad bucal, disminución del ritmo cardíaco, vómitos, náuseas, delirios e incluso convulsiones. —Después de esto, Destino volvió a mirar a su hermano, quien había dejado de simular sorpresa para mostrar un asombro genuino, uno que presagiaba algo no muy bueno. —¿Cuánto ginseng le agregaste a la poción, Deseo?

Esto dejó al joven Eterno en trance. Aunque era un experto en hierbas y pociones, su único fallo al crearlas era que no medía con precisión la cantidad de ingredientes que usaba. Sin embargo, recordaba exactamente la cantidad de ginseng que utilizaba.

—Fue exactamente la cantidad del tamaño de mi puño, no fue mucho. Al hacerlo, separé las raíces una por una, distinguiendo las limpias de las sucias —explicó Deseo, mientras observaba a Destino ojear su libro y asentir con cada palabra; le confirmaba que decía la verdad. —De las raíces limpias, dos eran largas y cuatro cortas.

—Entonces, sí lo recuerdas —comentó el hermano mayor, con el libro aún abierto. —Una última pregunta y te dejo tranquilo. ¿Qué raíces usaste, las largas o las cortas?

Deseo suspiró, sabiendo que su respuesta podría traerle problemas. —Utilicé las raíces cortas, las cuatro.

El más anciano de los Eternos revisa su libro una vez más, diciendo la verdad de nuevo. No obstante, algo en la respuesta de su hermano le resulta desagradable. El hermano menor lo observa con incertidumbre, intentando prever su próximo paso. Destino alza la cabeza y, a través de su mirada ciega, percibe una expresión inquietante.

—Deseo, parece que has cometido un error grave con esa broma tuya —le dice con un tono serio y sombrío.

—¿A qué te refieres?

Destino cierra el libro, se aproxima a su hermano y le posa la mano en el hombro. —Comprendo que las travesuras que le haces a tu hermano no son malintencionadas; sin embargo, lo que le has hecho a Sueño en este instante es imperdonable.

—Hermano, no comprendo. ¿A qué te refieres? —pregunta el joven Eterno, visiblemente preocupado.

Destino se retira de su lado, apenas se abre un portal que lo envía a su reino.

—Lo descubrirás por tu cuenta, hermanito. Sólo espero que tu necedad no te deje ciego.

— ¡DESTINO!

Antes de que siquiera continuara, el mayor de los Eternos ya había salido de su reino.

💛[Un Amanecer Eterno]💛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora