[La venida de un destino incierto]

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Nunca imaginó que el desarrollo del feto en su vientre progresaría al mismo ritmo que el de un embarazo típico en una mujer mortal. A pesar de ello, descubrió que no era tan fastidioso como muchas mujeres mortales afirmaban.

Sueño podía adaptar su vestimenta al crecimiento de su vientre, lo cual no era gran cosa en comparación con las mujeres mortales que deben cambiar de ropa constantemente. En ocasiones, optó por una bata negra adornada con constelaciones que, según él, le hacía sentir más liviano. Aunque no lo admitía, empezó a evitar sus características botas de "chico gótico" (según Hob) por la hinchazón de sus pies y el súbito agotamiento. Además, no podía ignorar la imperiosa necesidad de comer; seres como él no requieren alimentarse, pero el heredero del reino no era completamente un Eterno.

Esto no me agrada, no es propio de mí. —dijo el rey de los sueños con fatiga, tras haber devorado un bote entero de helado del sueño de un niño. Aún recuerda los reclamos del niño por haberle quitado su helado.

—Es típico en los embarazos, jefe. Mi esposa pasó por lo mismo —le contestó Matthew, conteniendo las ganas de apoyar su cabeza en el vientre ligeramente abultado de su señor—. Todavía queda un largo camino hasta la parte más complicada.

¿La parte complicada? —preguntó nervioso el Eterno.

— Sí, la parte complicada. Cuando comience el segundo trimestre, el bebé empezará a moverse. Al principio, las pequeñas patadas son encantadoras, pero luego pueden volverse incómodas. —le explicó, sin darse cuenta de que su señor se inquietaba cada vez más— Y no mencionemos los dolores de espalda en el último trimestre; mi esposa lloraba constantemente por el malestar.

Morfeo se toca el vientre, que apenas es perceptible, y mira a su cuervo con una mirada de pánico genuino.

Matthew, ¿podrías decirme qué tan doloroso es dar a luz para una mujer humana? —pregunta Morfeo con curiosidad.

—Bueno, jefe, es comparable o incluso más doloroso que recibir una patada en los testículos para un hombre, al menos eso es lo que he observado. —responde el cuervo con un tono de sabiduría entre sus graznidos.

Entiendo... y dime, ¿cómo se siente exactamente esa patada en los testículos?

Esto desconcierta al cuervo y, temeroso de elegir las palabras incorrectas, se posa cerca de la rodilla de su amo, asegurándose de tocar la tela y no la piel.

— ¿Realmente desea que responda a la pregunta, jefe?

Deseo la respuesta, Matthew. Sin rodeos. —dice con firmeza, sin desviar su intensa mirada de los ojos del ave.

El cuervo exhala, presintiendo problemas tras responder a su señor. —Bueno, usted lo solicitó. —craquea involuntariamente— Duele, y mucho. Un dolor tan intenso que casi te hace prever tu propia muerte en ese instante, deseando que el tormento acabe pronto. Durante el parto, la mujer es capaz de soportar, aunque el dolor la haga pensar lo contrario. Algunas optan por la cesárea para manejar mejor el dolor durante un tiempo determinado.

Tras esa respuesta, se produce un silencio. Matthew casi reclina su cabeza hacia atrás, temiendo haber pronunciado alguna palabra equivocada.

Y... ¿Qué tan peligroso puede ser un embarazo? —pregunta Morfeo de repente.

Matthew comienza a sudar frío, consciente de que esta vez no necesita responder. —Ehh

—En mi opinión, hermanito, esa pregunta no es para tu cuervo.

Esa voz retumbó en la sala del trono, provocando que Matthew se alzara en vuelo justo antes de que su señor se pusiera de pie, inquieto. No obstante, al observar la expresión en el rostro de su rey, comprendió que él reconocía esa voz. Para Matthew, solo significaba una cosa: era uno de sus hermanos.

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