💛[Un Amanecer Eterno]💛

[Consecuencias de una broma]

Deseo no pudo evitarlo y fue a contar su reciente travesura a su gemela, Desespero de los Eternos.

—Gemela mía, estoy en mi galería y sostengo tu sello. —recitó al tomar el anillo-anzuelo y dar un beso en la punta. —Necesito contarte algo, ¿vendrás o me dejarás pasar?

La presencia de una mujer robusta y desalineada vestida de un suéter de lana color caqui con toques grises, pantalones deportivos probablemente sucios y calcetas roídas; sentada en una de sus sillas-sofá color carmesí, lleno de emoción al rubio. Aunque, por el contrario, Desespero lucía muy seria y con los brazos cruzados.

 —¿Ahora qué hiciste, Deseo? —cuestiono a su gemele, dando a entender que sabía que no hizo nada bueno.

— ¡Oh vamos! Quita esa cara larga. —trató de levantar los ánimos, pero no funcionaba. Luego, procede a inclinarse hacia su hermana apenas se acerca a ella. —Le jugué una broma a uno de nuestros mayores.

Desespero se da un facepalm, ya veía venir eso.

— ¿A quién?

—Adivina. —sonríe de oreja a oreja, mostrando sus dientes blancos.

Desespero se agarra el puente de la nariz, muy molesta, para luego abrir un ojo. —Volviste a molestar a Sueño, ¿verdad?

Arrugó la nariz, manteniendo su brillante sonrisa. Clara seña de que era cierto.

—En serio quieres que te maten. Sabes perfectamente que a la siguiente no podré defenderte de la ira de nuestro mayor.

Deseo rueda los ojos, ya harto de la misma cantaleta. —Sí, sí, sí. Lo mismo de siempre. Y tú también sabes que no le tengo miedo a él.

—No deberías de tomártelo a la ligera. -dice, cruzando las piernas mientras juega con su anzuelo. — ¿Eso es todo, o me vas a decir algo más?

— ¿No preguntarás que usé para la broma? —el Eterno de los Deseos apoya su rostro en sus brazos mientras se coloca en el regalo de su gemela, esperando un poco de su tacto.

Desespero suspira, derrotada. Y acaricia el cabello de Deseo. — ¿Con qué le jugaste la broma?

—Con una caja de chocolates que coloqué en su trono. El muy tonto se tragó la caja entera. —se ríe, mientras recibe las caricias de su gemela.

—Conociéndote, no quiero ni pensar que le pusiste a los chocolates. —murmura la Eterno de la Desesperación, ganándose una sonrisa socarrona. —Te va a matar.

—Nah, lo que le puse no lo va a lastimar. Es algo mucho mejor, hasta me lo va agradecer.

[💛💛💛]

El arrepentimiento es una emoción muy genuina de pesar entre los humanos, mostrando cómo se debe de sentir alguien que tomó una decisión incorrecta. Puede mostrarse después de una pelea, de no haber estudiado para un examen o no haber limpiado las heces del perro.

Pues cierto Eterno se encontraba experimentando ese sentimiento. Al mismo tiempo que lidiaba con otro en ése mismo instante.

Dolor.

No hacía unos minutos después de comerse la extraña caja de chocolates y mientras fabricaba su nueva pesadilla, el creador de pesadillas había comenzado a sentir una extraña punzada de dolor tanto en el vientre como en la cabeza. Primero era como los humanos nombraban "jaqueca", un pequeño pero punzante dolor que podía soportar.

Desafortunadamente, aquel dolor se volvió más constante en ambos lugares. En el vientre, sería lo que muchas mujeres humanas denominaban "cólicos"; por otro lado, en la cabeza, lo que muchos denominaban "migraña".

Pausó su creación por un momento, necesitaba sentirse mejor para poder continuarla. Por mientras, debía tomar reposo. Por lo que le pidió a Lucienne que se encargara de su reino por un rato.

Ya es sus aposentos, no lo dudó y se acostó en su cama, no sin antes cambiar su vestimenta ordinaria por una bata negra, para más comodidad.

Apenar cerró los ojos para estar tranquilo, comenzó a sudar e intentar recordar de dónde podría ocasionar el malestar.

No necesitaba investigar mucho, como para descubrir que fue aquel presente que le había dejado su hermana Muerte en su trono. O tal vez, había sido engañado.

Tal vez, no eran de Muerte. Eran el señuelo de una trampa.

O de una infantil broma.

Sí, tenían que ser de una broma. Y lo peor, era que sabía quién se la pudo haber hecho.

Genuinamente, iba a estar arrepentido de haber tomado esa caja. Por el resto de su eternidad.