Capítulo 19: Esperanza y desesperación

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–Aquí tienes tu espada, Lucius; son veinte coronas. – Le mencionó el herrero al aldeano que le había solicitado la creación de una espada nueva.

–¿Veinte coronas? No creo que hayas usado tanto hierro como para que cueste tanto, Erick.

–Ambos sabemos que no encontrarás una espada como esta en ningún otro lugar, además que en estos tiempos, nunca está de más tener alguna protección...– El aldeano miraba con duda, mientras Erick sostenía la espada con ambas manos, moviéndola y haciendo lucir el brillo de la espada contra el sol de la mañana.

–Está bien, veinte coronas serán; pero para la próxima exijo un descuento para tu vecino de años– Le mencionó Lucius con una ligera sonrisa, mientras le entregaba el dinero al herrero.

–Son tiempos difíciles, querido amigo; pero descuida, tiempos mejores ya vendrán.

–¿Estás seguro? Cada día veo que más familias se van de aquí, temerosas que los soldados del Conde nos invadan y seamos uno más de sus esclavos. Toma en cuenta que somos uno de los pocos pueblos que viven entre los dos condados; en caso de ataque, no tendremos a nadie que nos defienda. –Espetó con un dejo de preocupación el aldeano.

–¿A nadie? ¿Y para qué te entrego esta espada entonces? –Le respondió con una sonrisa el herrero, pero dentro de sí podía sentir el mismo pesar que el hombre con la espada.

El pequeño pueblo de Ascalus es uno de los cinco poblados en donde ningún conde tiene influencia, ya que son pueblos que se han formado por gente que se ha ido de ambos condados y desean hacer las cosas por su propia cuenta. Estos poblados son dirigidos por gobernadores elegidos por los mismos aldeanos y que se toman en cuenta bajo ciertos factores, tales como: el nivel de sociabilidad, confianza, valor, audacia y nivel de liderazgo en el candidato a gobernador. Si demuestra que puede gobernar de buena forma, es reelecto hasta que éste desee ceder su lugar a otro, que previamente es pasado por los mismos factores que el gobernador anterior, y así poder mantener el nivel de mando dentro del pueblo.

Erick, el herrero llegó a Ascalus hace años, luego de vivir por años bajo el mandato de la condesa Alexa y logrando la fama de ser el mejor herrero entre ambos condados. El conde anterior a Alexander le solicitaba a Alexa que le cediera su herrero para forjar las armas del condado, a cambio de una generosa suma tanto para la condesa como para Erick. De esta forma, el herrero se fue haciendo de mejores herramientas, pero siempre mirando con rabia cómo siempre era usado por la realeza y ganando dinero a costa de su talento, hasta que un día se cansó de ello y se escapó del condado con lo más necesario para comenzar su trabajo en otro lado.

De esta forma llegó a Ascalus, comenzando así nuevamente a forjar armas y herramientas para los que solicitaban sus servicios dentro del pueblo y los poblados vecinos, con la condición de que no volvería jamás a crear un arma o herramienta a ningún conde o incluso al mismísimo Rey de Ghildeón.

Luego de conseguir sus veinte coronas, Erick fue al mercado a comprar los víveres de la semana, pues aún le quedaban pedidos por completar y necesitaba estar a tiempo completo dentro de la herrería. Una vez hubo llegado al mercado, se encontró con varios conocidos, quiénes le preguntaban por sus armas un poco preocupados porque todos temían que los soldados del Conde Alexander se les vendrían encima, y el tener una espada o una ballesta les hacía sentir un poco más seguros, aun sabiendo que de nada les serviría ante la potencia de soldados obscuros entrenados por el mismísimo conde Alexander.

Mientras caminaba por el mercado, pudo notar como cada semana las cosas se iban poniendo peores. Erick, cuando se enteró del reinado de Alexander, casi al mismo tiempo le contaron sobre la profecía sobre el Elegido que acabaría con todo el reino del terror del Conde y eso le llenó de esperanza...o al menos lo hizo por un tiempo. Ahora, al ver a las personas con cada vez menos víveres, ofreciendo precios más caros por lo que poseen e incluso saliendo del pueblo hacia lugares más prósperos, toda la esperanza que iba sintiendo por la profecía, el Dios Dragón y la resistencia contra Alexander, se iba tornando en odio contra todo lo que representaban. No podía creer que todo aquello por lo que la gente creía y se mantenía en pie fuese necesario para poder continuar con lo que tenían, ya que algunos creían ciegamente en la profecía y aun cuando casi se morían de hambre, seguían con la esperanza de que el salvador llegaría y acabaría con su sufrimiento. Erick les odiaba por ser tan ilusos...y por tener tanta esperanza en un cuento de hadas, como él decía cada vez que el tema salía en alguna de sus conversaciones.

Las Crónicas de Ghildeón 1: El gran ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora