Capítulo 9: Nuevos amigos

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Cada paso que daban era un calvario interminable, la fuerza que necesitaban para avanzar con esos grilletes a cada segundo era un tormento constante, agobiante, dilapidaba todas sus fuerzas pero si se detenían, el sólo gruñir del Ogro les hacía recuperar el paso. Margaret, Kate y Alice iban junto a otros tres esclavos más, caminando por un sendero en medio del bosque, con grilletes en los pies y en las manos, lo cual les impedía caminar con facilidad. A todo esto se le suma a que toda la fila india de esclavos iba con vendas en los ojos, así que sólo dependían de su olfato. El olor a fauna se mezclaba con el apestoso olor a Ogro cerca, ya que Nur es el encargado de guiarlas hasta el límite del Condado vecino e intentar de esa manera aplacar la sed de terrenos del Conde Alexander.

Mientras caminaban, el esclavo que iba en la delantera tropezó con una piedra y cayó de cara al suelo, quejándose en un extraño lenguaje:

–¡Akhs! ¡Sur nurda est khsrt! –Gritó el esclavo mientras estaba en el suelo, indignado. De pronto, el Ogro Nur se le acercó y desenfundando su espada, le cortó los grilletes de las manos y pies; luego le quitó la venda de los ojos, para dejarlo finalmente libre, tal cual exigió en su indignación. El esclavo observó con ojos desorbitantes su libertad, como si eso le causara pavor; observó sus manos, como si le aterrara el darse cuenta que no tenía sus grilletes, miró sus pies y la marca que había quedado en sus tobillos por sus ataduras, pues jamás en su vida se los habían quitado. El esclavo se arrastró al lado de un árbol y en el momento que se levanta y se voltea para huir, Nur le lanza un fuerte golpe en la espalda con su espada, dejando caer el cuerpo ya fallecido del esclavo. Entonces el Ogro voltea hacia la fila de esclavos y les dice:

–Si desean ser libres como este asqueroso esclavo, no duden en pedirlo y personalmente me encargaré de ello. –Y soltando una ligera sonrisa con sus verdes y deformados labios, volvió a colocarse en la delantera de la fila para tomar la cadena que unía a la gente y la lanzó con fuerza para que los cinco esclavos restantes continuaran su camino.

–Hey...¡Kate! –Le susurra Margaret a su amiga, la cual estaba delante de ella.

–¿Margaret? ¿Dónde estás?

–Realmente no lo sé, pero te escucho cerca. Lo único que sé es que debemos salir de aquí lo antes posible, no soporto un día más en este calvario.

–¿Mamá? Por favor dime que tienes un plan para salir de acá... –Habló Angel. La chica no había hablado desde que sucedió toda la conmoción y se había recuperado del desmayo.

–¿Angel? Gracias al cielo estás aquí hija mía. –Le habló con alivio Kate.

Las tres chicas habían sido separadas al momento en que el Ogro Nur las sacó del castillo de la Condesa Alexa. Cada una fue enviada hasta unas habitaciones en donde les obligaron a librarse de sus chaquetas, chalecos y su calzado, colocándoles ropa de esclavas en su lugar. Ésta es una sola prenda hecha de tela marrón que cubre desde los hombros hasta las rodillas, dejando el resto del cuerpo libre. Además, les dieron unas sandalias de cuero, lo suficientemente apretadas para que no se las pudieran sacar. Luego de eso, las enviaron a un calabozo en donde pasaron la noche, separadas. Al amanecer, las sacaron de ahí y las llevaron a una cámara en donde les vendaron los ojos y les colocaron los grilletes, para luego comenzar a caminar junto al resto de esclavos. Llevaban toda la mañana caminando en silencio por la presión de su Ogro carcelero, cuando se tropezó el esclavo de la delantera.

–¿Pero qué podemos hacer para librarnos de estas cadenas? –Preguntó Margaret en un susurro, esperando que Angel o Kate le respondieran.

–Ahora no podemos hacer nada. Yo estoy atada de manos y pies y no quiero terminar como ese esclavo que luego de mencionar esas extrañas palabras, de pronto dejase de hablar. –Habló Kate.

Las Crónicas de Ghildeón 1: El gran ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora